Casamance, ¿os suena?

Casamance no es un personaje mágico, ni un árbol tropical, ni un tipo de construcción, ni un juego de niños… Casamance es una bella y compleja región del Sur del Senegal, entre Gambia y Guinea Bissau, en la que encontramos todos esos elementos y mucho más. En ella conviven multitud de etnias, diversas religiones, un montón de lenguas, y otras tantas culturas y estructuras sociales. Región rica en recursos humanos y naturales, y muy pobre en recursos económicos, mantiene una lucha encarnizada entre mantener las tradiciones y las raíces ancestrales y adaptarse al mundo en evolución vertiginosa en el que nos encontramos todos sumergidos, y que, irremediablemente, les está atrapando.

Y en este panorama tuve la gran fortuna de encontrar a un buen número de docentes, maestros y profesores que, carentes de la formación adecuada, sin medios materiales, sin demasiados apoyos de las familias, y con una remuneración totalmente insuficiente (cuando no inexistente) se entregan con alegría y perseverancia, día tras día, a niños y niñas que viven y aprenden en condiciones muy poco favorables.

La demanda de estos educadores de acercarles una formación sobre neuroeducación me empujó irremediablemente a cursar el máster de la UB, y nunca les estaré suficientemente agradecida por ello.

¡Y el sueño se ha hecho realidad!

Así que, en pleno corazón de la Casamance, los equipos docentes enteros de 7 centros educativos, 121 personas en total, aprenden y comparten con curiosidad e ilusión las bases de la neuroeducación y del Modelo Educativo VESS de transformación educativa

Los responsables de inspección educativa de Senegal han acogido el proyecto como formación para las escuelas públicas que ellos han seleccionado, y también para formar a los formadores de los educadores públicos y a los inspectores educativos de la región. Y es que hemos tenido la gran suerte de que el proyecto ha caído justo cuando el Ministerio de Educación de Senegal ha apostado por la misma línea de transformación educativa, y viene a reforzar lo que ya se  intentan con escasos medios y sin especialistas locales en el tema.

Lo más mágico del tema es que, tras sólo tres días de formación, algunos de los maestros han comenzado a aplicar pequeños cambios, que podrían parecer insignificantes, y que sin embargo han producido resultados visibles y muy motivadores. En los centros estas últimas semanas se oyen cantos, sesiones de relajación, estiramientos, clases en el exterior, y frases como: ¡qué error tan interesante!, o antes pensaba… ahora pienso…, o “lo escribimos en el mural”. Incluso las palabras dopamina y cortisol empiezan a ser comunes, despertando sonrisas y reflexiones de lo más creativo.

Un proceso inimaginable

De este modo ha dado comienzo un proceso que yo ni siquiera me atrevo a imaginar, enmarcado en una realidad cuya complejidad me supera absolutamente. Queda muchísimo camino por recorrer. Pero de lo que la neuroeducación puede hacer en un país en el que la media de edad es de 19 años y la riqueza cultural y humana es tan desbordante, creo que nadie puede hacerse verdaderamente una idea. Y tenemos el privilegio de ser espectadores y a la vez participantes de esta maravillosa transformación educativa.