El laberinto como sinónimo de aventura

«A todos nos gusta sentirnos un poco perdidos, no tener todas las respuestas, tentar los caminos pero lograr escapar antes de que la desorientación deje de ser divertida.»

Adrian Fisher

Entrar en un laberinto es sinónimo de iniciar una aventura: observación, intuición, desafío, flexibilidad, inhibición, organización, planificación. Adentrarse requiere establecer un plan, localizar la salida, anticiparse a los senderos sin salida y buscar alternativas hasta encontrarla.
Los juegos de laberintos estimulan el pensamiento lógico y las funciones ejecutivas como la atención y la planificación, a la vez que mejoran las habilidades viso-espaciales y la coordinación psicomotriz. También entrenan las estrategias de resolución de problemas, a la vez que potencian el análisis crítico y la creatividad.

El laberinto de Londres

Uno de los estudios más curiosos sobre la memoria humana y las transformaciones que el recuerdo intenso provoca en nuestro cerebro se llevó a cabo con los taxistas londinenses. Conducir por la capital británica no es tarea fácil. Para obtener el permiso hay que superar un exhaustivo examen llamado The Knowledge donde hay que memorizar y recordar 25.000 calles y 320 rutas sin ayuda; ni GPS ni mapas.

Los taxistas londinenses invierten más de dos años de media en aprenderse las rutas. Se les puede ver dando vueltas y vueltas por la ciudad con una L y un mapa. Memorizar las rotondas, los semáforos o los innumerables pubs al mismo tiempo que aprenden cómo llevar a los clientes a la dirección correcta.

Cuando la neurocientífica Eleanor Maguire de la University College de Londres se puso a investigar el cerebro de estos taxistas observó que el hipocampo de los taxistas había cambiado; la parte posterior era mucho mayor que en el resto de la población. Londres además de ser un laberinto de calles y callejuelas antiguas y modernas actúa como un entorno que impacta, cambia y amplía la memoria.

Este laberíntico aprendizaje ha agrandado parte de su cerebro. El hábito, además de los genes, puede modificar nuestros rasgos físicos.

El laberinto como lugar para encontrarse

Las historias mitológicas sobre el Minotauro y el palacio del rey Minos en la isla de Creta nos llevan al imaginario del laberinto. En realidad eran un único camino que se dirigía al centro. No buscaban confundir al héroe sino acompañar al caminante a través de un camino sinuoso que activara y estimulara la calma, la serenidad y la introspección.

Inicialmente los laberintos no eran sitios para perderse sino para “encontrarse”.

Cómo dibujar laberintos en los que siempre se llega al centro:

1er. paso: Se dibuja una cruz y se añaden 4 puntos equidistantes.

2º. paso: Desde el extremo superior de la línea vertical se traza un arco hacia el punto libre que está a su derecha.

3er. paso: Desde el punto superior izquierdo al extremo horizontal derecho.

4º paso: Desde el extremo horizontal izquierdo al punto inferior derecho.

5º paso: Desde el punto inferior izquierdo al extremo inferior de la línea vertical.

El método consiste en empezar siempre el círculo desde el primer “punto” o “extremo de cruz” libre de la izquierda y unirlo con el siguiente libre de la derecha.

¿Te atreves a crear tu propio laberinto?