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Se pone en marcha RES URBIS, un nuevo proyecto europeo para transformar residuos orgánicos urbanos en bioplásticos

Noticias | 14-03-2017

Actualmente, los tratamientos empleados para recuperar la fracción orgánica de los residuos urbanos son la biometanización y el compostaje, de los que respectivamente se pueden obtener energía y compost. De ambos procedimientos resultan productos con poco valor añadido. A este escenario responde el proyecto RES URBIS (Resources from Urban Bio-waste), puesto en marcha a través de un consorcio financiado por el programa europeo Horizonte 2020. La finalidad es desarrollar un sector tecnológico innovador para el tratamiento integrado de los diversos residuos orgánicos de origen urbano (como los residuos sólidos y los lodos de depuradoras municipales). En último término, se trata de obtener bioplásticos a partir de estos desechos.

Coordinado por la Universidad de La Sapienza (Roma), el consorcio está formado por veintiuna entidades de ocho países europeos. Entre ellas se encuentran la Universidad de Barcelona como único centro de investigación de España, así como empresas, asociaciones y administraciones públicas, incluida el Área Metropolitana de Barcelona.

El desarrollo de tecnologías innovadoras como la que propone RES URBIS permite transformar el enorme flujo de material orgánico que generan las ciudades en productos útiles de alto valor real de mercado y con impactos positivos sobre el medio ambiente, la economía y el empleo.

 

Impulso a la economía circular

El proyecto, financiado durante tres años con cerca de tres millones de euros, forma parte de un programa diseñado específicamente para promover la economía circular. A través de la investigación y el desarrollo, dicho programa tiene un doble objetivo: por una parte, reducir al mínimo la cantidad de residuos destinados al vertedero, y por otra, obtener nuevos bioproductos —compatibles con el medio ambiente— utilizando los mismos residuos como alternativa renovable a los recursos petrolíferos.

Como explica Joan Mata, catedrático del Departamento de Ingeniería Química de la UB, «el potencial de aplicación de RES URBIS es muy alto si tenemos en cuenta que más de trescientos millones de europeos viven en zonas urbanas y que cada habitante produce una media diaria de más de 100 gramos de materia orgánica residual». El equipo de la UB liderado por Mata llevará a cabo estudios para optimizar el proceso de producción de polihidroxialcanoato (PHA), el polímero básico para la elaboración de bioplásticos a partir de los ácidos grasos volátiles resultantes de la descomposición de residuos. Para ello utilizará muestras de la fracción orgánica de los residuos municipales que gestiona el Área Metropolitana de Barcelona.

El objetivo definitivo del proyecto RES URBIS es desarrollar este tipo de tecnologías para el tratamiento integrado de los residuos propios del municipio (depuradora de aguas residuales y desechos orgánicos) como alternativa complementaria a los sistemas tradicionales para depurar agua y tratar residuos.

 

Bioplástico, material de alto valor añadido

Los bioplásticos obtenidos por el proyecto constituyen productos de alto valor añadido en diversas áreas. En el campo del embalaje, se obtienen productos biodegradables: películas de material para embalar, bolsas de plástico biodegradable y bienes de consumo duraderos como las carcasas de ordenadores, tabletas y teléfonos. Otra aplicación posible se halla en el ámbito de la remediación ambiental, con la producción de materiales de liberación de carbono controlado para sanear aguas subterráneas contaminadas.

El mercado del bioplástico está en fase de crecimiento, y si actualmente se producen del orden de 2 millones de toneladas, las perspectivas de crecimiento de la producción apuntan a que en 2018 se llegará a los 8 millones. Por otra parte, los bioplásticos actuales se obtienen a partir de cultivos específicos de cereales y su coste está entre 5 y 8 euros/kg. «En nuestro caso, la materia prima sería residual y usaríamos estirpes bacterianas mixtas, y no puras, como en los procesos actuales. Eso haría bajar los costes», concluye Joan Mata.

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