Voces a favor de una dieta sana, justa y sostenible en Barcelona

En un mundo globalizado, el sistema alimentario se sitúa en medio de los grandes retos a los que debe hacer frente la actualidad. Barcelona avanza hacia una alimentación más justa, sostenible y sana para las personas, el planeta y los territorios.

Julieta Palermo

Toni Fernández escuchó hablar sobre cestas bio de alimentos hace 20 años en un viaje de trabajo a Bélgica. Le intrigó saber si en Barcelona existía también esa modalidad de consumo. Al volver a la ciudad una compañera de trabajo le comentó que era socia y voluntaria de la Cooperativa de consumo responsable Userda 9, en el barrio Prosperitat del distrito de Nou Barris. Sin pensarlo dos veces, Fernández se sumó al grupo de vecinos y vecinas cuyo propósito es alimentarse naturalmente y sin ningún intermediario. 

La cooperativa se conforma actualmente por 80 personas organizadas en núcleos que pueden ser una familia, pareja o persona. Cada núcleo tiene una tarea específica dentro de la organización: recibir el encargo de los socios, realizar el pedido a los productores de Alella o Valle de Llobregat, distribuir la mercancía en las cestas de cada socio o aguardar la recogida. Isabel M. es otra socia que reparte el pedido de alimentos como carne y chacinados, mientras otro socio va pesando los boniatos a repartir. La familia Bori forma parte de la cooperativa desde sus inicios. Su hijo Pol tiene la misma edad que la agrupación que funciona desde el año 2000. Todos los miércoles a la tarde recolecta de la cesta que lleva su apellido las frutas y verduras que ha encargado su madre. No concibe otra forma de compra, o si, pero prefiere no elegirla. 

“Un criterio por el que viene la gente es por los niños, familias jóvenes que quieren darle comida sana a sus niños”, describe Toni Fernández, quien asegura que el flujo de socios es dinámico. Algunos siguen presentes desde el inicio, como la familia Bori, mientras otros solo permanecen un tiempo. Lo que no es pasajero, es la premisa de la cooperativa que perdura a través de los años: consumir alimentos ecológicos, de proximidad y comercio justo a pesar de vivir en la ciudad. 

Roger Sola, fundador de Petit Bané, enseña su producción de guisantes ecológicos en Vilassar de Mar. Julieta Palermo

Las ciudades consumen hasta el 70% de la oferta global de alimentos. Son las grandes receptoras de un sistema alimentario dominante insano, injusto e insostenible y, por lo tanto, también tienen cierta influencia y responsabilidad para impulsar grandes transformaciones. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU marca hoy la Agenda 2030 de sostenibilidad del gobierno barcelonés. En 2015 Barcelona se ha comprometido, a través del Pacto de Milán firmado por 210 ciudades del mundo, a impulsar sistemas agroalimentarios sostenibles, inclusivos, resilientes, seguros y diversificados, para asegurar comida saludable y accesible a todas las personas. Su objetivo es reducir el desperdicio alimentario, preservar la biodiversidad y, a su vez, mitigar los efectos de la crisis climática y adaptarse a ella. En consecuencia, el Ayuntamiento tiene como objetivo incrementar de un 20 a 40% el consumo alimentario de proximidad que contribuya a la promoción de una alimentación saludable y sostenible. 

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO) define como sistema alimentario sostenible y saludable aquel que garantiza la disponibilidad de alimentos sanos, nutritivos, inocuos y asequibles a todas las personas de tal forma que no se pongan en riesgo las bases económicas, sociales y ambientales de las futuras generaciones. 

«Ahora con el cambio climático, en los últimos 4 años puedes aún cosechar tomates en Navidad»

Roger Sola, agricultor.

Roger Sola es agricultor ecológico en Vilassar de Mar, a unos 30 kilómetros al norte de Barcelona. En 2012 trabajaba en un centro de menores migrantes no acompañados . Un día, por su cabeza empezó a rondar la idea de alquilar una parcela de tierra y empezar a cultivar vegetales de temporada. Desde el inicio estuvo convencido que produciría alimentos ecológicos y comenzó a preguntar a agricultores de la zona como iniciar. “Lo que he aprendido funcionaba hace 10 años pero ahora con el cambio climático, en los últimos 4 años puedes aún cosechar tomates en Navidad, cuando antes en octubre se acababa”, describe Sola ante la incertidumbre de los cambios de estacionalidad y las temperaturas. La emergencia climática se hace notar en las olas de calor y las lluvias fuera de término que afectan en los rindes y en la aparición de plagas. 

Petit Bané es como Sola ha bautizado al emprendimiento que cuenta con local comercial y una finca de 3 hectáreas muy próximo a la ciudad, lo cual es un beneficio para la comercialización y un desafío productivo. “En un entorno urbano debes armar tu propia biodiversidad, con árboles y plantas que promuevan el acercamiento de insectos como abejas y favorezcan la proliferación de las plantas”, relata el agricultor. Sola cultiva verduras de temporada, sobre todo mucha hoja y las intercambia con otros agricultores de interior que a causa del frío les son imposibles de producir. Otros productos como alubias y garbanzos los traen de Aragón. Peras y manzanas las intercambia con colegas de Lleida. Luego acuerda con agricultores de granja y patatas compras a granel. En el biomarket de Mercabarna vende solo los excedentes. 

La mitad de los clientes de Petit Bané son alemanes, franceses e italianos que viven en la zona. El campesino advierte en ellos un mayor grado de concientización respecto al consumo responsable y sostenible, al mismo tiempo que valoran el trabajo del agricultor y sus productos. Sola utiliza con la otra mitad de clientes la pedagogía como herramienta de persuasión. En los mercados a los que concurre con sus hortalizas de temporada  (alcachofas, verduras de hoja, berenjenas, tomates, calabacín, entre otras) explica el porqué su tamaño o color puede ser un poco diferente en comparación con los de supermercado. Del buen sabor y frescura no necesita convencer a nadie, pues estos son evidentes. Los estándares de calidad organoléptica impuestos por los comercializadores a productores ha moldeado la percepción en los consumidores de cómo debe ser un alimento. 

Petit Bané es también proveedor del programa Cistelles (cestas en catalán) del Plan de Barrio del Ayuntamiento de Barcelona en Trinitat Nova, Roquetes y Zona Nord. Este programa, que se inició en junio de 2020, tiene como objetivo potenciar redes comunitarias. Cada jueves por la mañana 45 familias de ésta zona pueden recibir una cesta con frutas y verduras frescas, ecológicas y de kilómetro cero y, al mismo tiempo, trabajar aspectos relacionados con la alimentación sostenible. Mireia Valls Gil-Vernet, jefa de proyecto del Plan de barrios en Trinitat Nova y Roquetes, describe que el programa se gestiona articuladamente con la Sección de Políticas Alimentarias Urbanas y Consumo Responsable del Ayuntamiento, Servicios Sociales y la Agencia de Salud Pública de Barcelona. Lo que se busca es acercar una alimentación saludable y sostenible a consumidores desde los niveles de los barrios hasta la ciudad-región. 

El Ayuntamiento de Barcelona, junto con el Plan estratégico metropolitano de Barcelona (PEMB), ha impulsado una Estrategia de Alimentación Saludable y Sostenible 2030. Es un legado del Pacto de Milán, el protocolo internacional firmado como compromiso para impulsar la sostenibilidad en el ámbito de la alimentación. La propuesta sirve para aglutinar proyectos que ya existen como el caso del programa Cistelles y también establecer un marco de acción en común entre los agentes sociales y de cambio involucrados en el sistema alimentario regional. 

Día a día en Mercabarna

El debate informal entre los actores protagonistas de la cadena de alimentos ya está instalado. Es lo que se vive día a día en Mercabarna.  El principal mercado mayorista de alimentos frescos de Europa es el escenario donde se encuentran productores, distribuidores, comerciantes, gastronómicos, distribuidores y consumidores. Jibran Vhan, empleado de los puestos mayoristas de la empresa CMR en el pabellón B se jacta de vender a grandes cadenas de supermercados y de acercarles hortalizas y frutas provenientes de los 5 continentes. Mientras al ingreso del pabellón G, en las afueras de las naves, se encuentra el sector de venta de proximidad. Productores de la zona se instalan lunes y jueves con su mercadería fresca.

Domingo Aguilar viaja desde Golmés (Lleida) a ofrecer a los tenderos o gastronómicos sus nueces ecológicas. Yasir Dahan,  productor de aromáticas como albahaca, menta, cilantro produce en Gavà. Es la tercera generación de agricultores en su familia y argumenta que hace un año ha dejado de vender su producto a mayoristas y ha notado que puede ser más competitivo en precio y tener mayor margen de ganancias. Jesus Pellicer es también el tercer relevo generacional en la actividad de producción de calçot en el Valle de Llobregat. Su abuelo vendía en el mercado de El Born hace 50 años y luego se trasladaron al mercado central.

“La decisión de vender directo al comerciante o consumir es valorar tu producto, y el cliente valora su frescura más allá del precio”, menciona Pellicer. La venta directa es comercio justo y no sinónimo de precios bajos. El productor es siempre quien afronta las consecuencias ante inconvenientes en la producción y quién menor ganancia tiene. El consumo de proximidad y directo  es valorar el esfuerzo de trabajo de los campesinos e impactar positivamente en la alimentación de los consumidores. 

“Vender directo al comerciante o consumir es valorar tu producto, y el cliente valora su frescura más allá del precio”

jesus pellicer, agricultor.

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