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Locales que combinan cultura y gastronomía se reinventan para sobrevivir

La fusión de los dos sectores ha sido clave para mantenerse a flote

Cada vez son más los bares y restaurantes que optan por introducir en su menú ofertas culturales de lo más variado, un punto diferencial que va mucho más allá de los bares con música en directo. Comedia, arte, teatro, música y literatura se han abierto un hueco en los bares, demostrando que la cultura también puede alejarse de museos y auditorios para alcanzar a su público. Pero la pandemia ha complicado la supervivencia de muchas de estas propuesta gastronómicas y culturales, basadas en el contacto con el público, la cercanía y la bidireccionalidad. La mayoría ha tenido que reinventarse para seguir a flote y aprovechar las potencialidades que les ofrecen los dos sectores que cultivan.

Es el caso de La Rubia, un bar del barrio del Raval de Barcelona que alberga en su interior un teatro y una emisora de radio. En su teatro se ofrecen conciertos, recitales de poesía y monólogos de comedia. Antes de la pandemia, los monólogos se celebraban cada lunes por la noche en la sesión de micro abierto (open mic) Feísmo Cool, uno de los principales atractivos del bar. Su organizador, el cómico Jamsito, explica que la idea surgió de casualidad. «Teníamos un grupo que actuaba en La Rubia, Fuet Comedy. El dueño me dijo que los lunes el teatro había quedado libre, así que acepté y luego pensé qué haría. Ocurrió al revés de como podría parecer», detalla.

Con la llegada de la Covid-19, la sesión de micro abierto tuvo que trasladarse a espacios culturales y teatros donde las medidas de seguridad se pudiesen cumplir, aunque desde enero Jamsito ha podido retomar su actividad en La Rubia, que la define como su «hábitat natural» ya que, según dice, «al open mic le pega más un barecillo de mala muerte, una estética y un aforo distinto al de un teatro». El formato ha conseguido una gran acogida de un público que repite cada semana: «La cercanía y las preguntas entre monólogos al público son algo innovador y la gente se lo pasa bien».

La crisis de la Covid-19 también ha afectado a locales como Curtis Audiophile Café. El establecimiento abrió hace dos años y ha pasado seis meses cerrado. El propietario, Guille De Juan, explica que la situación no es fácil económicamente, ya que además apunta que no han recibido muchas ayudas. Curtis pertenece a una categoría de locales llamados listening bars (bares de escucha): «Ponemos la música principalmente en el formato de disco original de vinilo y tenemos un gusto musical muy amplio: funk, jazz, soul, reggae, etc», explica De Juan.

Los clientes pueden llevarse los discos a distintos puntos del local para escucharlos aparte y, si les gustan, los pueden comprar. De esta forma, Curtis funciona como tienda de discos y bar al mismo tiempo, pero la pandemia ha obligado a cambiar su modelo. El permiso que tienen solo les permite poner música hasta las tres de la mañana, pero con las restricciones «la noche ha quedado muy restringida y hemos tenido que potenciar actividades de día como los vermuts musicales», cuenta el propietario. Además de hacer frente a limitaciones horarias, también han tenido que reducir el aforo al 30%. Por ejemplo, si el local antes acogía a 80 personas, ahora solo tiene capacidad para 25.

Los clientes del Curtis pueden escuchar la música que quieren en distintos puntos del local // Marta Ezquerra

Aún así, el listening bar ha obtenido una buena respuesta por parte del público, por lo que han activado un sistema de reservas desde la web en el que las plazas se conceden a las primeras 25 personas que se inscriben.

El Siglo, un ejemplo doble de reinvención

Las restricciones también afectan a otros espacios fuera de Barcelona como El Siglo, una librería ubicada en Sant Cugat del Vallès, dentro del recinto del Mercantic. Con más de 120.000 libros, es la librería de viejo más grande del Estado, completando su oferta con música, conciertos, teatro, lecturas y tertulias, apostando por una amplia vida cultural.

El lugar abrió en 2006 y con el paso del tiempo se ha ido convirtiendo en un espacio de encuentro para la actividad cultural de la ciudad. Además, El Siglo es un ejemplo de reinvención, ya que hace seis años sufrió un grave incendio que dañó parte de los volúmenes del fondo de la antigua librería barcelonesa Canuda, que se encontraban allí.

Incluye un espacio que incluye una librería, un bar y un escenario para conciertos // El Siglo

Aún así, Maurizio Corsetti, community manager de El Siglo, asegura que el incendio les fue bien: «Tanto la librería como el espacio del Mercantic se dieron a conocer a más gente». También cuenta que fue «una oportunidad» para replantear el futuro del espacio, así como para consolidar su oferta. En palabras de Corsetti, la clave del éxito de El Siglo es «la singularidad de ofrecer música en directo, presentaciones de libros, ciclos de cine y exposiciones de forma gratuita en un mismo espacio».

Como la mayoría de restaurantes y espacios culturales, El Siglo también ha sufrido restricciones y han tenido que reinventarse con nuevos formatos. Por ejemplo, han inaugurado un nuevo formato de conciertos que compartirán exclusivamente en las redes. Además, en febrero también han retomado los conciertos presenciales con aforo reducido. Uno de los primeros en volver a su escenario ha sido el compositor Ferran Palau.

Concierto de Ferran Palau en febrero // El Siglo

Fusionar arte y brunch 

La reinvención de El Siglo recuerda a la que ha tenido que hacer la Galería Cosmoun local luminoso ubicado en la calle Enric Granados, en la Antiga Esquerra de l’Eixample de Barcelona. Se trata de un bar lleno de grandes murales y pinturas en las paredes que fusiona café y brunch con el arte.  «Nuestra intención fue crear un espacio que alojara una galería de arte y una cafetería en dos partes individuales, pero que a través del diseño interior, consiguiera una atmósfera en la que pudieran funcionar juntas», explican.  

El establecimiento, que ha albergado conciertos, cursos culturales y tiendas pop-up además de exposiciones, ha tenido que cerrar durante el mes de enero debido a las medidas contra la Covid-19. Sin embargo, la “galería-café” ha habilitado un servicio take away para poder sobrevivir a las restricciones. De hecho, sus propietarios han visto cómo fusionar cultura y gastronomía les ha servido para poder mantenerse a flote durante los meses más complicados de la pandemia. 

Despegar en medio de la pandemia 

La pandemia también ha servido para que nacieran algunos establecimientos culturales. Es el caso de La Muriel, un vivero cultural que se inauguró en el barrio de Gràcia de Barcelona en septiembre de 2020 y que no existiría de no ser por la Covid-19. Su propietario, el actor y empresario Pau Roca, cuenta que en junio se enteraron de que los antiguos inquilinos de la galería fotográfica y cafetería EMecanic traspasaban el negocio y decidieron hacerse con el local para crear un espacio nuevo. 

Así, Roca unió dos de sus empresas, las marisquerías Lluritu y la productora teatral Sixto Paz de la que es director, para crear un entorno cultural innovadora que combinara artes escénicas con gastronomía.  

La propuesta ha triunfado. «La Muriel ha ocupado un lugar que faltaba en el barrio y posiblemente en la ciudad», reflexiona Roca. Para él, la clave es que el local ofrece una propuesta cultural variada, desde conciertos y recitales de poesía, hasta stand-up comedy, teatro, conferencias y un espacio de coworking. «Todo este eclecticismo ha llamado la atención a mucha gente, que en este momento necesitaba celebrar la vida», argumenta el propietario. 

Aún así, La Muriel solo ha podido abrir durante un mes y medio, ya que permanece cerrada desde diciembre porque, pese a que la amplitud del local permite mantener las distancias de seguridad, con las restricciones horarias y el aforo del 30% dicen que no les salen los números: «Estamos pagando el alquiler y no estamos ingresando, estamos sufriendo mucho», dice Roca, que insiste que La Muriel es un sitio seguro para el desarrollo de actividades culturales. “La cultura es un bien esencial”, zanja. 

Fotografía de encabezado: Curtis Bar. Fuente: Marta Ezquerra

Marta Ezquerra Fernández: Soy estudiante de Comunicació i Indùstries Culturals de la Universidad de Barcelona y del Grado Profesional de música moderna en el Liceu. Me encanta la música y la gastronomía, y asisto siempre que puedo a eventos culturales en Barcelona. Laia Sardà Vidal: Soy estudiante de Comunicació i Indùstries Culturals de la Universidad de Barcelona. Me gusta descubrir propuestas gastronómicas y ofertas culturales innovadoras en la ciudad de Barcelona.

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