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Cuando lo alternativo se vuelve ‘mainstream’

Los artistas indie empiezan a hacerse un hueco en la industria musical mientras el nuevo pop busca ser diferente. ¿Quién es quién?

Ser alternativo está de moda. Las barreras entre lo comercial y lo underground se están rompiendo poco a poco y por eso lo que se lleva es escuchar grupos de indie-punk con menos de mil oyentes mensuales y conocer la escena underground de tu ciudad. Y eso ha hecho que los papeles se inviertan y que los artistas independientes puedan escalar posiciones mientras los populares se van volviendo (pero sin pasarse) un poco más alternativos.

Para aclarar algunas ideas: lo mainstream son las canciones que suenan en Los 40, es decirla música comercial donde se incluyen los géneros que reciben un apoyo notable por parte de los medios, como la música pop y derivados del rock. Lo underground es lo opuesto: lo que escucha el metalero o la chica con el pelo teñido de varios colores. Engloba los movimientos contraculturales, los que se consideran alternativos a la cultura de masas. No suele tener relación con las majors (grandes discográficas) y su público se reduce a pequeños nichos muy identificados.

Muchos melómanos creen que, para hacerse mainstream, un artista se deja llevar por lo que puede gustar más al mercado y, como consecuencia, pierde aquello que le hacía especial. Algunos relacionan la música alternativa con la música culta o con aquella que se hace sólo por amor al arte. Por ejemplo, el periodista catalán Ignasi Estivill, redactor en El Mundo Sonoro e Indiespot«La excelencia o clímax en un producto cultural es bastante incompatible con el mainstreamMainstream es que guste a todos o al máximo de gente posible y, por lo tanto, va a ser complicado llegar a una excelencia si quieres gustar a un gran público».

Chill chicos y Natalia Lacunza en el videoclip Si volvemos a querernos // Daniel Unsain

En España ha habido recientemente un caso excepcional: El mal querer de Rosalía. La artista, cantaora de flamenco licenciada en la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC), había lanzado antes su primer disco, Los Ángeles, y la crítica musical la aclamó. Mientras giraba por festivales indies nacionales, preparó El mal querer, un proyecto conceptual que mezcla sonidos del pop contemporáneo con la técnica y armonía flamenca. Es decir, un álbum de flamenco experimental, variante del género propia del ámbito de la música alternativa, de manera que nos encontramos ante una mezcla homogénea de los dos mundos: un trabajo hecho para la escena alternativa que, sorprendentemente, se ha convertido en un producto de masas.

El dilema de la música urbana

No es casual que Rosalía se enmarque en las denominadas músicas urbanas, escenario esencial para entender qué está sucediendo en la industria de la música. El término urban music nace en los ochenta como calificación despectiva hacia el estilo de música que hacían los artistas afroamericanos. En la actualidad, se habla de la música urbana como el nuevo pop y se habla de un nuevo género, algo con lo que no están de acuerdo algunos expertos: «La música urbana es un saco donde se mete trap, rap y reggaetón y la etiqueta tiene muchos problemas desde mi punto de vista… no es un género, es una manera de blanquear la música negra y sus artistas», explica Ignasi Estivill

Esa opinión sigue la línea de lo que dijo Tyler The Creator al aceptar el Grammy por el Mejor Álbum de Rap en 2019: «Apesta que cada vez que nosotros —y me refiero a chicos que lucen como yo— hacemos cualquier cosa que desafía los géneros, siempre lo ponen en una categoría de ‘rap’ o ‘urbano’. No me gusta esa palabra ‘urbano’. Para mí, es solo una forma políticamente correcta de decir la palabra que empieza con n. ¿Por qué, sencillamente, no se nos mete en el pop?». Estivill sigue esa idea y alerta sobre la connotación racista: “Es una manera de separar a la gente negra de la blanca y de infantilizar su música, es decir, los metemos en urbano porque todo lo que hace la gente que no es blanca nos parece callejero».

Por otro lado, entra en juego el apropiacionismo cultural, el mismo del que se acusó a Rosalía al introducir términos y simbología propias del pueblo gitano en los temas y videoclips de El mal querer. Por eso no son pocos los que consideran que algunos artistas blancos se apropian de las músicas urbanas con el simple gesto de ponerse un chándal, sin tener en cuenta ni el carácter ni los valores que defiende esa música y esos músicos.  Esa “banalización” o pérdida de significado es una de las consecuencias que tiene el hecho de que la cultura underground se convierte en un producto masivo y se reduce a un estilismo, un ritmo o un vocabulario olvidando al grupo social que lo creó.

Spotify: ¿rompe barreras o las crea?

La posibilidad para acceder a catálogos de música en línea ha sido una de las grandes revoluciones de la década y, consecuentemente, ha cambiado las reglas del juego en la industria. Antes eran los sellos discográficos quienes invertían para que el artista se diera a conocer: campañas de promoción, grandes acuerdos económicos para hacerlo sonar en radio, anuncios de televisión… Las discográficas utilizaban sus recursos económicos y poder para decidir quién o qué se escuchaba en el mercado. Ahora la cosa ha cambiado. Con la aparición de plataformas de streaming – como SpotifyiTunes y Tidal – cualquier persona es libre de subir su música a través de distribuidoras independientes. A la vez, el público tiene más libertad a la hora de elegir la música que escucha. En la radio el usuario no decide lo que suena, en Spotify sí. Los oyentes se convierten en consumidores activos que eligen lo que escuchan ante un mundo de posibilidades. Es decir, un artista underground tiene por primera vez en la historia acceso al mundo, no sólo a su comunidad.

Lo que no está claro es si estas plataformas son lo mejor para artistas reconocidos que, al no poder vender discos, tienen como única fuente de ingresos los conciertos. Alejandro Olmo forma parte de la generación de nuevos profesionales en la industria música y habla de su incertidumbre en referencia a este campo: «No sé si es para bien o para mal, lo que tenemos claro es que ha habido un gran cambio. El streaming está muy mal pagado, pero, a través de él, los artistas desconocidos tienen más posibilidades de llegar a la gente».

Una de las formas de llegar al gran público son las playlists, tendencia desde hace un par de años y una herramienta de marketing muy eficaz. «Las playlists oficiales tienen curadores internos que se encargan de decidir qué canciones entran. Si estas en un sello sueles tener más posibilidades, pero suelen aparecen artistas pequeños con singles que nadie conoce y que se vuelven virales», cuenta Olmo. Por tanto, el público tiene un papel importante a la hora de hacer mainstream a un artista pero esos curadores (a veces son parte de algún sello discográfico) juegan un nuevo papel.

Las colaboraciones, al alza

Chill Chicos es uno de los grupos indie que han surgido a escena gracias, en parte, al mundo del streaming. Javi, Pascual y Salva se conocieron en la entrada del Colegio Mayor en Madrid hace tres años. En la actualidad, su perfil de Spotify cuenta con más de cien mil oyentes mensuales y en su último single han colaborado con una de las artistas más reconocidas del panorama, Natalia Lacunza. «En la cuarentena le tiramos un DM (a Natalia), le propusimos el tema y le pareció genial», explican los componentes de Chill Chicos. Aunque ya contaban con una buena trayectoria en el underground, esta colaboración ha supuesto un gran impulso en su carrera. Aunque no todo es tan idílico: «Cada vez es más fácil escalar, pero tanto escalar como desescalar», afirman. 

No es el único caso en el que una personalidad del mainstream colabora con un artista underground. Aitana de OT llegó a los veintidós millones de reproducciones en “Tu foto del DNI” gracias al hasta ahora desconocido, Marmi. El cantante catalán, que había sacado una sola canción antes la colaboración con la triunfita, se ha convertido en uno de los artistas revelación de este año. También lo hizo C Tangana en su último EP, Bien. Para la ocasión contó con dos de los artistas más reconocidos del panorama alternativo: Chico Blanco y Rusowsky.

Así pues, los grandes artistas mainstream colaboran con músicos de otros panoramas o géneros y la diferencia entre ambas escenas se diluye, para establecer vasos comunicantes entre unos estilos musicales y otros.

Fotografía encabezado: Rosalía en el Bilbao BBK Live del 2019. Fuente: Iñaki Espejo-Saavedra “Attribution-NonCommercial-ShareAlike 2.0 Generic (CC BY-NC-SA 2.0)”

Estudiant de Comunicació i Indústries Culturals. Escric sobre música i art perquè no sé de res més. M'agrada xafardejar l'escena underground com si no formés part d'ella i podeu trobar-me fent un vermut a qualsevol bar de mala mort.

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