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Asesinos en serie y su peligrosa popularidad

El éxito de las series True Crime plantea preguntas respecto a la devoción hacia sus macabros protagonistas.

Netflix estrenó Dahmer el pasado miércoles 21 de septiembre y enseguida el despiadado caníbal se convirtió en la estrella de la plataforma, posicionándose como su estreno más visto y como su segunda serie de habla inglesa más popular. Desde tiempos inmemoriales la psique humana ha sido un tema fascinante a la par que aterrador, características que se pueden apreciar en la interpretación de Evan Peters, que sumerge al espectador en la espiral caótica que fue la mente de uno de los asesinos más macabros de la historia de los Estados Unidos. Ahora bien, el repentino estrellato del “Monstruo de Milwaukee” no ha llegado sin polémicas, y con las acusaciones han entrado en escena debates respecto a la explotación de crímenes reales para el entretenimiento.

Cartelera Netflix / Fuente: Netflix

Una de las acusaciones principales reside en que tras esos miles de documentales y testimonios criminológicos no hay lugar seguro para la protección de los familiares de las víctimas o implicados que, en su mayoría, no suelen ser siquiera contactados por los productores para informarles del proyecto. De modo que las personas afectadas por los hechos se ven obligadas a revivir el trauma e incluso llegan a ser acosadas por fans y seguidores. «Mis primos se despiertan cada ciertos meses con un montón de llamadas y mensajes, y saben que hay otra serie sobre Dahmer. Es cruel» denunciaba Eric Perry, primo de una de las víctimas de Dahmer, en su cuenta de Twitter.

Hilo de Twitter de Eric Perry, primo de una víctima de Dahmer / Fuente: Twitter @ericthulhu

Otro de los factores más conflictivos sobre el repertorio del True Crime ha sido la romantización de la figura del asesino. Este es un fenómeno muy frecuente en los relatos de crímenes desde el punto de vista del culpable, ya que introducen al espectador en la mente del asesino, despertando de forma voluntaria o involuntaria un sentimiento más o menos cercano a la empatía o la comprensión. Según afirma Miquel Vidal, graduado en criminología, «Hay dos tipos de defensa del asesino, la legal, en la cual se considera que el detenido tiene derecho a una defensa digna y un trato no denigrante, y la empática, que muestra o bien que comparten los ideales del acusado o básicamente les da pena, esa es la preocupante»

Aun así, no está todo en manos de la interpretación del público, es el creador quien decide el enfoque bajo el cual la historia va a ser contada. ¿Hubiéramos empatizado tanto con el despiadado asesino Perry Smith, protagonista de A sangre fría, si Truman Capote no le hubiera cogido aprecio durante sus entrevistas en prisión? En el caso de la mayoría de las series y películas True Crime, el asesino se nos suele presentar como un individuo seductor, atractivo y astuto, una estrategia puramente comercial, pero que promueve la glorificación de hombres responsables de los crímenes más abominables y de destrozar innumerables vidas.

Fanfics, tiktoks e incluso videos de YouTube buscan defender los actos de un personaje cuyas acciones y motivaciones violentas no son admirables. Para las víctimas, el problema radica en la perspectiva desde la que se presenta la situación; al querer comprender el origen de un homicida, se puede pensar que hay justificación para sus actos. Según declara la psicóloga Silvia Sanz «El guion está hecho de tal manera que pone mucho énfasis en humanizar al asesino (…) en buscar a los culpables que hay detrás del trastorno y eso le victimiza un poco. Además, el aspecto físico condiciona a que alguien parezca bueno o no»

La polémica surge cuando, en un afán por conseguir más beneficios, se llega a extremos morales cuestionables aprovechando, por ejemplo, el fenómeno fan. Es el caso de Extremely Wicked, Shockingly Evil and Vile, una producción que relataba la historia de Ted Bundy y que fue criticada por seleccionar para el papel a Zac Efron, ya que los productores consideraron que la popularidad y la apariencia del actor opacaba la maldad del protagonista.

Imagen de la película Extremely Wicked, Shockingly Evil and Vile / Fuente: Netflix

Otra de las problemáticas es la extrema dificultad que supone calcular el impacto que ciertos tipos de enfoques pueden provocar en la audiencia. Un ejemplo reciente de conductas preocupantes por parte de espectadores es la fascinación por adquirir objetos pertenecientes a asesinos seriales, como las gafas de Jeffrey Dahmer, que se subastaron hasta alcanzar un precio de 150.000 dólares. Por otra parte, y con la inminente llegada de Halloween, internet se ha llenado de disfraces y prendas que caracterizan a Dahmer y que no solo popularizan la imagen del asesino, sino que además son altamente sensibles para los que estuvieron implicados de una u otra manera en los crímenes.

Por otra parte, cabe destacar que no solo Netflix ha descubierto el poder de seducción de este fenómeno para con la audiencia. Si nos centramos en el caso español, DKISS es sin duda la líder en True Crime. El canal cuenta en su programación con más de 40 series, programas y series documentales que narran crímenes reales, ocupando una franja muy considerable de su horario de emisión, de hecho, está tan especializada en el tema que cuenta con docuseries que presentan títulos tan específicos como Un asesino en el trabajo, Amigos que matan, Esposas asesinas o Hermanas y asesinas.

Cartelera DKISS / Fuente: DKISS.es

Siendo la temática con más audiencia de la cadena, no es de extrañar que DKISS, junto a otros canales como Ten o Divinity, renueve su programación para añadir cada vez más contenido True Crime. Pero ¿qué tienen los relatos sobre crímenes reales que resulta tan llamativo? Ya hemos hablado de las estrategias comerciales como el atractivo que suele caracterizar a los protagonistas o el enfoque del director, pero hay otros factores determinantes.

Para empezar no debemos olvidar que lo único que separa el true crime de series policiacas como Mentes criminales, Castle o C.S.I. es el factor realidad. De manera que no solo están dotadas del misterio y las ganas por emplear nuestras dotes detectivescas para resolver los casos, sino que además tienen el añadido de la adrenalina y el impacto que provocan los sucesos reales. Otras causas pueden ser la hibristofilia, es decir, la atracción sexual hacia los criminales, que puede verse muy afectada por la fijación viral en redes de sexualizar a los protagonistas de dichas series, normalizando esta peligrosa parafilia.

El auge del true crime es un fenómeno que no dejará de abrir debates y polémicas sobre la moralidad en convertir crímenes en entretenimiento, la romantización de los asesinos, la insensibilización y normalización de actos criminales, la afectación a los allegados de las víctimas, entre muchos otros. Pero lejos de resolver todas estas complejas cuestiones, dejamos la siguiente reflexión de Eric Perry, primo de una de las víctimas de Dahmer: «Todos estamos a un suceso traumático de que el peor día de nuestra vida se reduzca a la serie favorita de nuestro vecino»

imatge destacada: Portada de la serie dahmer / font: netflix

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