Su enorme contribución en la industria de los cómics fue lo que llevó a la fama a Stan Lee, pero, más allá de ese mundillo, el popular editor de Marvel tuvo sus diversas y poco conocidas incursiones en el mundo del entretenimiento.
Posiblemente, la creación más importante que podamos adjudicar enteramente, y sin ápice de dudas, a Stan Lee es la del mismo Stan Lee. Aunque a día de hoy se ha convertido en una figura más mitificada que controvertida, a la que no le sobran precisamente las denuncias y acusaciones, se ha quedado plasmada en la cultura popular como aquel abuelete carismático y con tendencia a la verborrea, que siempre llevaba consigo algún chascarrillo debajo de la manga.

Sin embargo, esa imagen de abuelo alegre y entusiasta no era más que fruto de su mayor talento. El único que eclipsaba a su creatividad, que, en realidad, fue fuertemente discutida durante la mayor parte de su vida. Ese era su gran carisma innato y una inigualable habilidad para ganarse al público. Es así que, detrás de una máscara de éxito y alegría, la historia de Lee fue la de un hombre de grandes matices grisáceos, una enorme ambición que nunca llego a cumplirse y numerosas sombras que lo acompañaron durante toda su trayectoria.
No obstante, para tener una mejor imagen de este paradigmático caso, hay que tener una idea de la singular relación que mantenía Lee con la industria que le dio la fama. Cuando Stanley Lieber (no sería hasta más adelante que cambiaria su nombre por el que hoy es conocido) entro por primera vez en una editorial de comics, lo hizo sin la intención de que ese se convirtiera en el trabajo de su vida. En ese momento, esa industria no tenía buena reputación. Y para Lee solo era un trabajo intermedio antes de alcanzar la fama por alguna otra vía. Una buena prueba de ello es la razón por la que Lee encontró su nombre. Pues, con temor que, en un futuro, alguno de esos tebeos llegara a manchar una hipotética fama, los firmo con un pseudónimo. Una deformación de su propio nombre.

Esta idea jamás se apartó de su cabeza, incluso cuando alcanzo la cima de la industria. Y, aunque no parece que jamás llegase a sentir resentimiento por esa industria, sus intentos por alejarse y labrarse una carrera en otras ramas del entretenimiento fueron tan numerosas como dispares, pero nunca fructíferas. Intento producir series de televisión, películas, libros humorísticos e, incluso, programas de entrevistas. Pero en lo único en lo que tuvo algo de reconocimiento fue en la animación y, principalmente, gracias a las propiedades que había creado en los cómics.
Sus ambiciones eran tales que incluso fue animado, aunque, teniendo en cuanta como acabo la cosa, más preciso sería decir que fue manipulado, para abrir su propia empresa, Stan Lee Media. La idea sería licenciar la marca “Stan Lee”, junto con todas sus frases características, como ¡Excelsior!, y, especialmente, sus creaciones. Sin embargo, esa empresa estaba evocada al fracaso. Después del hundimiento total de SLM a causa de la gestión de quien le convenció de empezarla, Peter Paul, Lee se quedó devastado. Pero, en un segundo intento, se fundió POW. Que más o menos tenía el mismo objetivo de SLM, aunque no con mayor éxito. De todos los años en las que estas empresas estuvieron activas, jamás sacaron ningún producto que tuviera éxito. La mayoría de proyectos se quedaban en el proceso creativo y, los que si consiguen salir, no pasaban de tener una recepción decente.

En lo que sí fue acertando Lee era en la relación con sus fans. Eso había sido siempre un sello distintivo suyo, tanto cuando aún coordinaba las publicaciones de Timely, el nombre original de Marvel, como después. Eso consiguió que se mantuviera en la memoria de los fans. Pero Lee tendría que esperar hasta que la misma empresa que le llevó al éxito se recuperase de su terrible situación en los noventa, para que pudiera dar un paso significativo en la gran pantalla. Las apariciones esporádicas en películas de sus personajes que tanto lo caracteriza, aunque aspirara a más, fue un gran consuelo en sus últimos años de vida.
Cabe destacar que Lee arrastraba bastantes trabas familiares y de su pasado que afectaron a su perspectiva de su profesión. Debido principalmente a su relación con su padre, un hombre infeliz quien jamás le perdono su abandono de la fe judía, acabo queriendo alejarse lo más posible de su vida de la infancia. Y, su mujer e hijas, posiblemente una de sus mayores alegrías de su vida, también se gastaban casi todos sus ahorros. Y, para mantener ese estilo de vida, que también él disfrutaba en su medida, fue presionado por generar incluso más ingresos. En retrospectiva, aunque es innegable que alcanzo un gran éxito, no podemos decir lo mismo de su felicidad respecto a su vida profesional. Siempre lastrado por unas expectativas que no se cumplían y por la necesidad de mantener un estilo de vida muy alto, no se puede decir que tuviera mucho control sobre la situación. Aunque eso jamás opacará la grandeza que cultivó.