Ana Sanmartín comenzó entre titulares y columnas en La Voz de Galicia, pero pronto descubrió que su destino no estaba solo en las palabras escritas, sino en las imágenes y en los sonidos. Con casi tres décadas de trayectoria en el periodismo audiovisual, ha dedicado su carrera a contar historias desde el rigor, la empatía y una perspectiva feminista. Su nombre está ligado a documentales como Muller (2005), El caso Asunta (2016) o El caso Alcàsser (2018) —pionera en tratar el crimen de Alcàsser como lo que realmente fue: un asesinato machista—.
«Descubrí que a mí realmente lo que me atraía era el lenguaje audiovisual y un poco es por el poder descomunal que tiene», explica Sanmartín.
El paso de la prensa escrita al documental no fue tanto un cambio, sino que fue un descubrimiento. Durante sus primeras prácticas en la delegación de La Voz de Galicia, comprendió que su lenguaje natural era el de la imagen en movimiento, ese que permite mostrar una mano arrugada o una calle vacía y, con solo eso, contar una vida entera. Aun así, no olvida lo aprendido y sigue teniendo en cuenta aquellos momentos donde cubría colegios, sindicatos y protestas vecinales. Aquella cercanía con la gente, confiesa, sigue siendo un pilar fundamental en su forma de hacer periodismo.
«Cuando empecé a trabajar no había redes sociales, entonces ahora se ha transformado». No hace falta tanto estar ahí [presente], porque sí que es cierto que conectas con gente a miles de kilómetros y la noticia surge igual y puedes sacarla adelante igual. Pero creo que esa parte es importante, el contacto personal y físico».
Con ese espíritu abordó algunos de los casos más dolorosos de la crónica reciente. Su trabajo como directora de investigación en El caso Alcàsser le permitió resignificar un relato que durante años había estado dominado por el sensacionalismo y la mirada masculina. Para ella no había duda: lo que ocurrió fue un crimen machista. Pero no todos lo veían así.
«Había personas dentro del equipo a las que les resultaba ajeno o impensable que fuese un crimen machista, pero porque no tenía esa mirada de género no». Para mí era obvio, pero hubo personas que incluso dijeron: «Pero, ¿esto fue un crimen machista?». Entonces fue muy llamativo no poder trasladar un acontecimiento que había sucedido, pues a finales del siglo, traer eso al siglo XXI, pero contextualizándolo».

Su metodología es minuciosa. Antes de grabar, construye lo que llama “el mapa de figuras clave”: familiares, amistades, investigadores, miembros del ámbito judicial… Después, inicia el proceso de acercamiento que puede durar semanas o meses. No se trata solo de conseguir declaraciones, sino de respetar los tiempos, los duelos, las reticencias. Ella siempre recurre a la cita de Kapuściński: “No se puede ser buen periodista si no se es buena persona”.
Ese compromiso ético la ha guiado durante toda su carrera. Aunque ha ejercido muchos roles —guionista, directora de investigación, presentadora—, hoy sueña con dirigir su propio documental desde la primera idea hasta el montaje final. Que el tema no le venga dado, sino que nazca de una convicción personal: esta historia merece ser contada.
Para quienes quieran seguir sus pasos, lanza dos consejos: elegir bien el tema y no olvidar nunca que las historias tienen consecuencias reales para las personas que las protagonizan. Y sobre todo, también disfrutar del trabajo.