Árboles y bosques en el lenguaje: ¿las palabras no te dejan ver la regla?
La facultad del lenguaje siempre ha suscitado un fuerte interés entre la comunidad científica, ya que puede desenmascarar la clave de la naturaleza humana. Sin embargo, el lenguaje, sin entrar en cuestiones evolutivas, no es una entidad uniforme. No conlleva solo la capacidad de memorizar listas de palabras —algo que también pueden hacer algunos animales sorprendentemente bien—, sino también la capacidad de conocer las reglas implícitas que regulan cómo debemos combinar y transformar las palabras para formar una frase con el objetivo de transmitir un mensaje específico. Por ejemplo, saber que noche, invitar y cena son palabras del español es un buen comienzo, pero si no las transformamos y ordenamos en una frase como «esta noche Pedro ha invitado a cenar a María» no podremos comunicar exactamente lo que pretendemos. Y es que las reglas son mucho más complejas que las palabras y los que aprenden una segunda lengua son totalmente conscientes de ello: incluso tras años de práctica, se equivocan con más facilidad con las reglas que con el uso de las palabras adecuadas.
La facultad del lenguaje siempre ha suscitado un fuerte interés entre la comunidad científica, ya que puede desenmascarar la clave de la naturaleza humana. Sin embargo, el lenguaje, sin entrar en cuestiones evolutivas, no es una entidad uniforme. No conlleva solo la capacidad de memorizar listas de palabras —algo que también pueden hacer algunos animales sorprendentemente bien—, sino también la capacidad de conocer las reglas implícitas que regulan cómo debemos combinar y transformar las palabras para formar una frase con el objetivo de transmitir un mensaje específico. Por ejemplo, saber que noche, invitar y cena son palabras del español es un buen comienzo, pero si no las transformamos y ordenamos en una frase como «esta noche Pedro ha invitado a cenar a María» no podremos comunicar exactamente lo que pretendemos. Y es que las reglas son mucho más complejas que las palabras y los que aprenden una segunda lengua son totalmente conscientes de ello: incluso tras años de práctica, se equivocan con más facilidad con las reglas que con el uso de las palabras adecuadas.