Con realidad virtual se puede llegar a percibir como propio un brazo tres o cuatro veces más largo de lo que sería normal

Figura 1: Escena física y virtual.
Figura 1: Escena física y virtual.
Investigación
(20/07/2012)

Una investigación pone de manifiesto que, utilizando la realidad virtual, se puede llegar a percibir como propio un brazo tres o cuatro veces más largo de lo que sería la extremidad real de cualquier persona, incluso cuando éste es tan largo que provoca una enorme asimetría en el cuerpo.

Figura 1: Escena física y virtual.
Figura 1: Escena física y virtual.
Investigación
20/07/2012

Una investigación pone de manifiesto que, utilizando la realidad virtual, se puede llegar a percibir como propio un brazo tres o cuatro veces más largo de lo que sería la extremidad real de cualquier persona, incluso cuando éste es tan largo que provoca una enorme asimetría en el cuerpo.

 

Lo recoge el artículo «Extending body space in immersive virtual reality: a very long arm illusion», publicado en la revista PLoS ONE y firmado por los investigadores Mel Slater, Konstantina Kilteni y Jean-Marie Normand, del Event Lab de la Facultad de Psicología de la UB y de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA), y Maria V. Sanchez-Vives, del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS) y del ICREA.
 
Tenemos la creencia de que nuestros cuerpos, a parte del lento proceso de crecimiento y envejecimiento, son fijos e inmutables. Sin embargo, en los últimos años, se han llevado a cabo investigaciones que desafían este punto de vista lógico. A través de la realidad virtual, se han incorporado objetos externos —como por ejemplo brazos de goma o incluso cuerpos enteros— en la representación corporal y se ha visto que el cerebro humano acepta rápidamente cambios importantes del cuerpo.
 
En su experimento, los autores del artículo han incorporado otra dimensión a esta idea preconcebida de la propiedad del cuerpo. Utilizando la realidad virtual, han demostrado que se puede percibir como si fuera propio un brazo tres o cuatro veces más largo que el brazo real de cualquier persona, incluso cuando éste es tan largo que provoca una enorme asimetría en el cuerpo. La ampliación del espacio corporal (un cuerpo con extremidades más largas ocupa más volumen que un cuerpo normal) también afecta al espacio que hay alrededor de nuestro cuerpo y que se conoce con el nombre de espacio personal, un área que cuando es invadida por un objeto o una persona se percibe como una amenaza o una muestra de confianza, dependiendo del contexto.
 
La investigación se ha realizado con cincuenta personas que se han colocado un aparato en la cabeza para ver un mundo virtual a su alrededor, de manera que cuando miraban hacia abajo veían un cuerpo virtual, en vez de su propio cuerpo. Tenían la mano dominante sobre una mesa de una textura especial, que podían notar con la mano real (figuras 1A y 1B), pero también podían ver cómo su mano virtual tocaba la mesa (figuras 1C y 1D). Así, cuando pasaban la mano real por encima de la superficie de la mesa, también veían cómo la mano virtual hacía lo mismo. En un grupo de diez participantes, la mano real tocaba la superficie de la mesa, mientras que la mano virtual no lo hacía (figuras 1E y 1F). Se diseñó así para crear una contradicción entre lo que tocaban y lo que veían. Este grupo siempre vio que el brazo virtual tenía la misma longitud que el real. 
 
Otro grupo también percibía un brazo virtual tan largo como el brazo real y no se les introdujo ninguna contradicción (figuras 1C y 1D): la mano real tocaba la superficie de la mesa y veían cómo la mano virtual hacía lo mismo. Esto se mantuvo en otros tres grupos de diez personas cada uno, pero en uno de ellos se alejó la mesa y el brazo virtual se estiró hasta duplicar la longitud real del brazo (figura 2B); en el grupo siguiente el brazo virtual se estiró hasta tres veces la longitud real (figura 2C), y en el último grupo se estiró hasta tener una longitud de cuatro veces la extremidad real (figura 2D). 
 
Los resultados del experimento se estudiaron, en primer lugar, mediante un cuestionario para evaluar la ilusión subjetiva que creía que el brazo virtual formaba parte del cuerpo de la persona; en segundo lugar, a través de una actividad en la que se pedía que se señalara con el brazo que no se había alargado el lugar donde se percibía la otra mano (con los ojos cerrados) (figura 3) y, finalmente, también se analizó la respuesta a una amenaza: una sierra caía sobre la mano virtual (figuras 2E y 2F) y se comprobaba si las personas movían la mano real para evitar la embestida.
 
A partir de estos datos, se descubrió que ciertamente las personas tenían la percepción errónea de que la mano alargada era su propia mano. Incluso cuando el brazo virtual era cuatro veces más largo que el brazo real, el 40-50 % de los participantes mostraba indicios de incorporar el brazo virtual dentro de la representación corporal. También se comprobó que la visión es un inductor muy potente de la ilusión de la propiedad del brazo virtual: los que experimentaron la situación de contradicción, en la que la mano virtual no tocaba la mesa a pesar de que la mano real notaba su superficie, tenían una fuerte ilusión de propiedad del brazo virtual.
 
Estos resultados muestran la maleabilidad de nuestra representación corporal, incluso en los casos en los que se incorporan grandes asimetrías en el cuerpo, que no corresponden en absoluto a la media de la forma corporal humana. Este tipo de investigación ayudará a los neurocientíficos a entender de qué manera representa el cerebro al cuerpo y, en última instancia, también puede ayudar a las personas a superar enfermedades basadas en distorsiones de la imagen corporal.
 
El artículo se puede consultar en el siguiente enlace.