Nuevos resultados sobre la evolución del hielo glaciar fósil y del permafrost en Sierra Nevada

Panorámica del Corral del Veleta.
Panorámica del Corral del Veleta.
Investigación
(21/03/2013)

Un equipo interuniversitario de investigadores coordinado por el catedrático de la UB Antonio Gómez Ortiz estudia desde 1998 la evolución del hielo glaciar fósil en el Parque Nacional de Sierra Nevada, concretamente los restos procedentes del glaciar histórico que durante la Pequeña Edad de Hielo (siglos XIV-XIX d. C.) quedó instalado en el Corral del Veleta, en la cabecera del barranco del Guarnón. Actualmente, estos restos de hielo glaciar fósil y de permafrost (subsuelo permanentemente helado), situados bajo espesos paquetes de rocas y que pueden cubrir un área de 1,57 hectáreas, se encuentran en un proceso de degradación. Los últimos datos muestran que la presencia o no de nieve en el suelo tiene un papel determinante para explicar este deterioro.

Panorámica del Corral del Veleta.
Panorámica del Corral del Veleta.
Investigación
21/03/2013

Un equipo interuniversitario de investigadores coordinado por el catedrático de la UB Antonio Gómez Ortiz estudia desde 1998 la evolución del hielo glaciar fósil en el Parque Nacional de Sierra Nevada, concretamente los restos procedentes del glaciar histórico que durante la Pequeña Edad de Hielo (siglos XIV-XIX d. C.) quedó instalado en el Corral del Veleta, en la cabecera del barranco del Guarnón. Actualmente, estos restos de hielo glaciar fósil y de permafrost (subsuelo permanentemente helado), situados bajo espesos paquetes de rocas y que pueden cubrir un área de 1,57 hectáreas, se encuentran en un proceso de degradación. Los últimos datos muestran que la presencia o no de nieve en el suelo tiene un papel determinante para explicar este deterioro.

Desde 2001 se obtiene información sobre la evolución de los hielos fósiles y del permafrost de esta zona, y por eso se toma como referencia el glaciar rocoso instalado en el extremo oriental del Corral del Veleta, a 3.150 m., del que se ha monitorizado el tramo central y del que se controlan anualmente, durante la última semana de agosto, diversos parámetros: por una parte, el régimen térmico de la capa activa, mediante cinco sensores en un perfil de dos metros; por otra parte, la movilidad del cuerpo rocoso, a través del seguimiento de 27 varillas metálicas ancladas en el conjunto de la superficie del glaciar rocoso (desplazamiento de avance y hundimiento), y finalmente, el grado de recubrimiento nival en verano mediante la fotogrametría.

Los investigadores han tomado como referencia la inestabilidad del tramo central del glaciar rocoso y esto les ha permitido determinar la pérdida teórica de hielo fósil y de permafrost que acoge el conjunto. Los resultados correspondientes al período 2001-2012 muestran un volumen de 10.060,15 m3 para la superficie de 3.815 m2 que ocupa. Es necesario interpretar esta pérdida de volumen como un dato estimado; ya que se calcula a partir del supuesto de que el hielo fósil y el permafrost se reparten de forma homogénea y con un espesor similar por toda la superficie, circunstancias que el equipo investigador pone muy en duda, sobre todo si se tienen en cuenta los resultados obtenidos en la última tomografía eléctrica realizada en 2009, que indicó una mengua considerable de cuerpos helados internos y un menor reparto espacial respecto a los datos que se obtuvieron en 1999.

El seguimiento anual de la degradación de hielo fósil y de permafrost se ha mostrado constante en el tiempo aunque es variable en magnitud. Por ejemplo, en el período 2003-2004 se fundieron 270,8 m3 de masas heladas frente a los 2.121,1 m3 de 2004-2005, que se corresponden, respectivamente, con hundimientos de 7,1 cm y 55,6 cm de la masa de bloques y clastos que forma el tramo central del glaciar rocoso. Sobre el comportamiento del régimen térmico para estos mismos períodos, es necesario indicar que durante 2003-2004 el número de días con temperatura positiva en todo el perfil de la capa activa del suelo (mayo-agosto) fue de 25, frente a los 105 días de 2004-2005, de un total de 123 días. Y en relación con el grado de permanencia nival en el suelo, cabe indicar que durante la última semana de cada mes de agosto, cuando se toman los datos de campo, en 2004 la nieve todavía permanecía en un 60% en todo el tercio occidental de la cuenca del Corral del Veleta, y cubría buena parte de la superficie del glaciar rocoso, mientras que en 2005, a mediados de junio, ya no había ni rastro de nieve.

El papel de la nieve como parámetro clave en la expansión de la onda térmica exterior en el seno de la capa activa del suelo se ha podido comprobar mejor durante los veranos de 2010 y 2011, cuando toda la base del Corral del Veleta quedó recubierta de nieve, con un espesor medio de dos metros. Esta situación mostró el papel determinante que desempeña la nieve en el suelo en el proceso de degradación del hielo glaciar y el permafrost interno. Los datos térmicos del período que va de noviembre de 2009 a finales de junio de 2012 así lo han demostrado: el perfil de suelo en el tramo medio del glaciar rocoso permaneció durante estos 32 meses con temperaturas negativas permanentes en el nivel de los 150 cm (entre -0,2 ºC y -2 ºC), y durante este tiempo se paralizó el proceso de degradación del hielo glaciar y el permafrost. No obstante, durante el verano de 2012 se ha vuelto a producir este proceso; porque la nieve volvió a desaparecer del suelo durante el verano, a partir del mes de julio. Los controles realizados durante la última semana del mes de agosto de 2012 han mostrado de nuevo colapsos en la superficie del glaciar rocoso, como respuesta a la reactivación de la degradación del techo del hielo glaciar y el permafrost profundo. Se estima que estos cuerpos helados habrían podido perder un volumen aproximado de 1.182,6 m3.

La interpretación que de ello hacen los investigadores es que estos datos responden a la sucesión de procesos físicos en cascada, iniciados a partir de la radiación externa que incide en el suelo y que llega al techo del hielo glaciar y del permafrost y los degrada, muy en particular desde que la superficie del glaciar rocoso queda liberada del manto nival y las aguas de fusión recorren la capa activa. La degradación de estas masas heladas sucede en verano, en pocas semanas, y de forma más notoria y acelerada desde que la nieve tiende a permanecer menos tiempo en las cimas de Sierra Nevada, hace ya décadas.

El foco glaciar del Corral del Veleta se formó durante la Pequeña Edad de Hielo, un período frío que se extendió de mediados del siglo XIV a mediados del XIX. De hecho, se tienen noticias de este glaciar desde el siglo XVII hasta mediados del XX. Cabe remarcar que Sierra Nevada fue, durante el Cuaternario y también durante la Pequeña Edad de Hielo, la sierra más meridional de Europa con glaciares. El catedrático Antonio Gómez Ortiz resalta el interés científico de los resultados que se obtienen sobre la evolución del hielo glaciar y del permafrost en Sierra Nevada y lo que suponen como referencia para explicar mejor los procesos fríos periglaciares en la alta montaña mediterránea. El experto también destaca el interés de estos resultados en el seguimiento del clima actual en esta parte del Mediterráneo occidental, sobre todo por lo que respecta a la dinámica de sus ecosistemas.

Este año la investigación en Sierra Nevada, canalizada desde el Grupo de Investigación Consolidado Paisaje y Paleoambientes en la Montaña Mediterránea y el Servicio de Gestión y Evolución del Paisaje de la UB, se renueva gracias al apoyo del Ministerio de Economía y Competitividad, el Parque Nacional de Sierra Nevada, Cetursa Sierra Nevada y la Agencia de Gestión de Ayudas Universitarias y de Investigación (AGAUR) de la Generalitat de Cataluña. Se trata de un proyecto pluridisciplinar e interuniversitario en el que participan investigadores de la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad de Extremadura, la Universidad de Lisboa, la Universidad de Granada, la Universidad de Almería y la Universidad de Barcelona, que es la coordinadora de la investigación.