Vicente Lozano de Luaces, odontólogo y miembro de Dentistas sin Fronteras:«Los que colaboramos en acciones de solidaridad recibimos mucho más de lo que damos»

Vicente Lozano de Luaces es profesor titular del Departamento de Odontoestomatología de la UB.
Vicente Lozano de Luaces es profesor titular del Departamento de Odontoestomatología de la UB.
Investigación
(22/03/2013)

Vicente Lozano de Luaces, profesor titular del Departamento de Odontoestomatología  de la UB, ha protagonizado la última portada de  The Globe, revista oficial del Colegio Internacional de Dentistas (ICD),  por la labor humanitaria que desarrolla  entre las comunidades de los dalits o intocables de Anantapur, distrito del estado de Andhra Pradesh (India). El profesor Lozano, que se licenció como médico estomatólogo por la Facultad de Medicina de la UB, donde también se doctoró, recibió en 2010 la distinción Fellow del ICD por su compromiso ético con la profesión odontológica. En Anantapur desarrolla su actividad solidaria para dar asistencia a los pacientes más desfavorecidos y mejorar la formación de los especialistas locales con el apoyo de la Facultad de Odontología de la UB — adscrita al HUBc, el campus de la salud de la UB— y de la ONG Dentistas sin Fronteras, y en colaboración con la Fundación Vicente Ferrer, distinguida con la Medalla de Oro de la UB en 2012. Pero Anantapur, donde se encuentra la sede de la Fundación, no es el último confín del mapamundi del trabajo solidario del profesor Lozano.

 

 

 

Vicente Lozano de Luaces es profesor titular del Departamento de Odontoestomatología de la UB.
Vicente Lozano de Luaces es profesor titular del Departamento de Odontoestomatología de la UB.
Investigación
22/03/2013

Vicente Lozano de Luaces, profesor titular del Departamento de Odontoestomatología  de la UB, ha protagonizado la última portada de  The Globe, revista oficial del Colegio Internacional de Dentistas (ICD),  por la labor humanitaria que desarrolla  entre las comunidades de los dalits o intocables de Anantapur, distrito del estado de Andhra Pradesh (India). El profesor Lozano, que se licenció como médico estomatólogo por la Facultad de Medicina de la UB, donde también se doctoró, recibió en 2010 la distinción Fellow del ICD por su compromiso ético con la profesión odontológica. En Anantapur desarrolla su actividad solidaria para dar asistencia a los pacientes más desfavorecidos y mejorar la formación de los especialistas locales con el apoyo de la Facultad de Odontología de la UB — adscrita al HUBc, el campus de la salud de la UB— y de la ONG Dentistas sin Fronteras, y en colaboración con la Fundación Vicente Ferrer, distinguida con la Medalla de Oro de la UB en 2012. Pero Anantapur, donde se encuentra la sede de la Fundación, no es el último confín del mapamundi del trabajo solidario del profesor Lozano.

 

 

 

En esta entrevista, el profesor Lozano nos recuerda que la solidaridad es una oportunidad para cambiar perspectivas vitales y eliminar prejuicios en nuestra relación con las personas más necesitadas.

 
¿Cómo se inicia su colaboración con el mundo de la solidaridad internacional?
 
Hay tres personas que han marcado mi vocación solidaria: el misionero Pedro Casaldáliga, la madre Teresa de Calcuta y el misionero Vicente Ferrer. Pedro Casaldáliga fue el primero al que conocí: fue uno de mis profesores en el Colegio Claretiano. Era un hombre muy lúcido, un visionario, con auténtica vocación misionera; tenía una idea muy clara de lo que era la entrega a los más necesitados. Luego la vida me llevó a Calcuta: allí conocí a la madre Teresa. Entonces no había ONG como las que conocemos ahora. Te ibas a la India a trabajar en algún centro como voluntario, te daban comida y alojamiento y hacías tu labor. Yo me fui con las Misioneras de la Caridad de la madre Teresa y al llegar me dijeron: «Ahora no necesitamos ningún médico; pero tenemos otro trabajo para ti». A la madrugada siguiente, me dieron una carretilla de peón caminero y me fui con las monjas a recoger a las personas que encontrábamos por las aceras. Parecían bultos, los tocaban para saber si respiraban. Los recogíamos en la carretilla, los llevábamos a la misión y los aseábamos. «¿Y qué hago yo ahora?», le pregunté a la madre Teresa. «Una vez estén limpios, dales la mano, sonríeles y mírales», me respondió. Así se te morían la mayoría de los pacientes; pero no podías hacer otra cosa. Después conocí a Vicente Ferrer y su obra también me impactó. No se trataba solo de la atención a los más necesitados; la suya era una intervención integral en la sociedad: programa de atención a la mujer, a los discapacitados, al medio ambiente… Todo eso me entusiasmó y es lo que más me sigue gustando de la Fundación.  
 
Desde el año 1969, la Fundación Vicente Ferrer lucha a favor de los principios de dignidad, igualdad y solidaridad en la India. ¿Cuál es su función en la Fundación?
 
Soy coordinador del proyecto de Odontología de la Fundación y facilito las gestiones para que los titulados puedan colaborar durante todo el año con el Dental Office que hay en el Hospital de Kanekal. Trabajamos en el distrito de Anantapur, al sur de la India, en una de las zonas rurales más desfavorecidas del país. El 95% de nuestros pacientes son dalits o intocables, un grupo social marginado en la India. Atendemos a unos dos millones y medio de personas; porque no toda la población del distrito busca asistencia odontológica. A los voluntarios, la Fundación les da desayuno, comida, cena y alojamiento a cambio de su trabajo, y el fin de semana están libres. En estos momentos disponemos de tres unidades dentales perfectamente equipadas, con material e instrumental quirúrgico, y también nos ayudan uno o dos dentistas nativos, contratados por la Fundación, que dan continuidad a los trabajos odontológicos cuando se marchan los voluntarios. Hacemos un seguimiento estadístico de todo nuestro trabajo, con fichas personalizadas de cada paciente (nombres, apellidos, lugar de residencia, etc.). Por ejemplo: si al regresar a un país vemos que se realizan menos extracciones, eso significa que la población tiene un mejor cuidado de la boca. En el programa de voluntariado también tenemos el proyecto de verano: cada año, de julio a agosto, nos desplazamos a la Fundación Vicente Ferrer con unos veinte licenciados. En cada viaje llevamos material —instrumental y medicinas— en los veinte kilos de equipaje que permiten las líneas aéreas. El programa de trabajo es diferente: organizamos brigadas rurales de dentistas y cada día vamos a un pueblo diferente para dar asistencia odontológica. Llegamos a las ocho de la mañana, nos instalamos en comedores o salas que nos ceden para trabajar, y acabamos al atardecer. En un mes de trabajo atendemos a unos 5.000 pacientes. Por temas logísticos, yo suelo avanzarme en el viaje y regreso siempre más tarde para revisar toda la actividad. En mi caso, es obvio que este trabajo solidario no se podría hacer sin el apoyo del rectorado de la UB, la decana de la Facultad, Dra. Sílvia Sànchez, el delegado del rector como responsable del campus de Ciencias de la Salud de Bellvitge, Dr. Miquel Viñas, y el director del Departamento de Odontoestomatología, Dr. Juan Salsench. Y eso es de agradecer.
 
Usted es miembro de la junta de la ONG Dentistas sin Fronteras (DSF). Con el lema «Ayúdales a sonreír», esta ONG facilita atención odontológica en el tercer mundo y en áreas económicamente deprimidas del mundo desarrollado. ¿Son los odontólogos un colectivo especialmente activo en el mundo de la solidaridad?
 
Es cierto, existen muchas ONG que trabajan en países del tercer mundo y han surgido por un sentimiento de ayuda muy básico: atender a personas a las que les faltan dientes, que sufren infecciones y que quizás no pueden ni masticar. También tenemos una consulta en el barrio de Carabanchel en Madrid, que es la más antigua que se abrió en el país para atender a población desfavorecida. Creo que a los jóvenes odontólogos de hoy en día les apetece colaborar con una ONG. Yo fui una rara avis: tuve conciencia social desde pequeño, y me fui de voluntario a Borneo cuando estudiaba Medicina. A mí me decían «¿Tú estás loco? ¿Qué vas a buscar allí? Con lo bien que se está en la costa en verano». Ahora hay más conciencia sobre estos temas. Por ejemplo: buena parte del material que tenemos procede de donaciones privadas de profesionales que se jubilan y nos envían el material de su consulta. Además de mi trabajo en DSF en el proyecto en India, ahora coordino un nuevo programa en la República Dominicana, en la zona de Los Montones, un área deprimida socialmente de la sierra de El Cibao. Es un trabajo que hacemos en colaboración con la Fundación Pro Ayuda Comunal (FUPAC), una ONG local. Entre julio y agosto del 2012, atendimos a 3.512 pacientes y se hicieron 5.594 intervenciones. También queríamos abrir un proyecto en Haití; pero al final ha sido imposible por la situación tan compleja de este país.
 
¿Cuáles son las patologías bucodentales más frecuentes en los países del tercer mundo?
 
En la India hay una gran incidencia de cáncer oral por la masticación de betel y tabaco. Existe la costumbre social de masticar hojas de betel mezcladas con cúrcuma, pimienta, cal viva, y tabaco, y esa mezcla es potencialmente cancerígena. A nuestros voluntarios les avisamos: «Cuando exploréis la boca, no atendáis solo al diente roto o molesto. Explorad también los tejidos blandos por si existen manchas blanquecinas que sean indicadoras de tumoración». Cada año diagnosticamos muchos carcinomas orales que luego son intervenidos en el hospital. Las otras patologías más comunes son las de las encías: enfermedad periodontal, piorrea, caries, etc. Pero cuando a estos pacientes les duele un diente, no suelen acudir nunca al servicio de odontología. Primero, porque son jornaleros y tienen que dejar de trabajar. Segundo, porque creen que si les quitas un diente, se quedarán ciegos. Con el trabajo de las brigadas rurales, los pacientes ven que quitamos dientes y nadie se queda ciego; pero nos está costando mucho esfuerzo luchar contra esta creencia milenaria. En la República Dominicana, existe menos incidencia de enfermedad periodontal y tanto hombres como mujeres cuidan más la boca por razones estéticas.
 
La solidaridad es un complejo mundo en el que caben muchos sentimientos, desde la gratificación personal a la decepción, o la frustración por los problemas burocráticos.
 
Los que colaboramos en acciones de solidaridad recibimos mucho más de lo que damos. Lo sientes cuando te coge la mano aquella mujer india, aquel ciego… He tenido pacientes que salían de la consulta con su herida taponada y luego volvían para darme un plátano o un coco envuelto en papel de diario. No saben qué darte, ni cómo agradecértelo, te ven como uno de esos dioses que vienen de fuera y quieren besarte el borde del pantalón o los pies en señal de respeto. «Por favor, no se vayan. Vuelvan el próximo año», nos dicen. Y cada año volvemos y el paciente vuelve también.  En la India, por ejemplo, me encargo de la exploración odontológica en un colegio de niñas que son discapacitadas psíquicas. Son niñas que viven en un mundo aparte y entonces llego yo, un desconocido con uniforme verde, mascarilla y  guantes. Todo eso les puede asustar. Entonces, ¿qué hacemos? Le pedimos a su profesora que les coja la mano cuando están en la silla dental, y ella les va hablando en su lengua nativa mientras las atendemos. «Dile a la niña que tiene que abrir la boca, que le vamos a contar los dientes, la vamos a curar y luego le vamos a dar un regalo». Así podemos hacerles el tratamiento a las niñas, y eso es muy satisfactorio para nosotros. Y siempre llevamos bolígrafos, cuadernos y gomas de borrar de la UB y los damos como premio a los niños que vienen a la consulta dental. Ahora vivimos unos momentos complicados con la crisis económica. Los organismos oficiales han eliminado las ayudas para proyectos y dependemos de la buena voluntad de profesionales, de donaciones desinteresadas de material. En el caso de la Fundación Vicente Ferrer, el apadrinamiento de los niños es fundamental: son unos 18 euros al mes por cada niño, un dinero que se reparte en la comunidad para abrir pozos de agua, adquirir grano y comprar búfalas para las mujeres viudas, que son consideradas un estorbo social.
 
Un mensaje para los jóvenes odontólogos que quieren practicar su profesión en los países más necesitados. ¿Cuál es la mejor sugerencia desde su experiencia?
 
Es fundamental abordar la solidaridad con una mentalidad nueva. No vamos a colonizar el mundo, vamos a desempeñar una labor. ¿Cómo tratarías a tus pacientes en tu consulta de Madrid o Barcelona? Pues aquí tienes que hacer lo mismo. Estás en el tercer mundo, el paciente tiene una necesidad de atención bucodental, hay que atenderle y eso es lo más importante. Tú tienes que explicarle con la máxima claridad cuál es el problema, su origen y su tratamiento. Los jóvenes odontólogos solo tienen que poner en práctica lo que han aprendido con nosotros en las aulas universitarias, en la Clínica Odontológica, en las consultas privadas.  Partiendo de esa base, la odontología tiene éxito en cuanto a la máxima garantía de calidad y prevención. Pero siempre tendrás que tener en cuenta que el paciente del tercer mundo es una persona vilipendiada, marginada, sin atención médica, y con nuestro trabajo hay que hacerles sentirse apoyados y queridos.
 
 
Más información:
 
Blog personal del profesor Vicente Luzano de Luaces