Maria Salvo, ex-presa política del franquismo: «La lucha no se acaba nunca»

Maria Salvo (Sabadell, 1920) fue encarcelada durante dieciséis años por el régimen franquista.
Maria Salvo (Sabadell, 1920) fue encarcelada durante dieciséis años por el régimen franquista.
Entrevistas
(20/11/2015)

A los 95 años, Maria Salvo es una de las pocas personas que todavía hoy  pueden explicar en primera persona los horrores de los regímenes fascistas. Encarcelada por actividades clandestinas contra el franquismo, vivió dieciséis años privada de libertad (de los 21 a los 37 años). Estuvo cautiva en diferentes prisiones españolas, entre ellas la olvidada Prisión de Mujeres de Les Corts, hasta que salió de allí en 1957, con secuelas físicas y en libertad condicional.

Maria Salvo (Sabadell, 1920) fue encarcelada durante dieciséis años por el régimen franquista.
Maria Salvo (Sabadell, 1920) fue encarcelada durante dieciséis años por el régimen franquista.
Entrevistas
20/11/2015

A los 95 años, Maria Salvo es una de las pocas personas que todavía hoy  pueden explicar en primera persona los horrores de los regímenes fascistas. Encarcelada por actividades clandestinas contra el franquismo, vivió dieciséis años privada de libertad (de los 21 a los 37 años). Estuvo cautiva en diferentes prisiones españolas, entre ellas la olvidada Prisión de Mujeres de Les Corts, hasta que salió de allí en 1957, con secuelas físicas y en libertad condicional.

«Parece imposible que hayan pasado tantos años», dice emocionada mientras observa los plafones que recuerdan la ubicación de la antigua Prisión de Mujeres de Les Corts, en el cruce de las calles de Europa y Joan Güell, delante de El Corte Inglés. Una iniciativa ciudadana, impulsada desde la Universidad de Barcelona —a través del Observatorio Europeo de Memorias (EUROM) y el Centro de Investigación Polis—, junto con asociaciones de vecinos y entidades del barrio, y con el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona, ha permitido recuperar recientemente la memoria del centro penitenciario. «Ha sido una prisión ignorada, muy poco conocida por los ciudadanos; pero las personas que estuvimos recluidas no la hemos olvidado». Solo entre 1939 y 1955, en los años más cruentos de la posguerra, miles de mujeres fueron encarceladas allí.

A la espera de que se alce un monumento definitivo que recuerde la existencia de este centro penitenciario, se ha inaugurado hace apenas una semana una nueva señalización, resultado del trabajo realizado por alumnos del máster de Diseño Urbano de la Universidad de Barcelona. La señalización se presentaba dentro de la programación Franco 40/40: el franquismo en cuarentena, que impulsa el EUROM para revisitar los casi cuarenta años de régimen franquista con motivo del 40 aniversario de la muerte del dictador.

En la presentación, una ruta guiada en autobús —el Bus de la Memoria— conectaba por primera vez dos de los principales espacios de represión franquista en Barcelona: la desaparecida Prisión de Les Corts y el Campo de la Bota, donde once presas fueron fusiladas. Maria era una de las ocupantes de este Bus de la Memoria, donde recordó su paso por la Prisión de Les Corts. Ella se ha convertido ahora en la voz de las presas que estuvieron cautivas allí. «Sería de justicia que el homenaje dedicado a las mujeres represaliadas del franquismo fuese extensivo a sus familiares; ya que, sin el apoyo de esos familiares, muchas de nosotras no habríamos sobrevivido», reivindica.

 

«Cuando me arrestaron, no podía imaginar lo que me esperaba»

Maria Salvo (Sabadell, 1920) representa a uno de los colectivos más castigados, y más olvidados, del franquismo. Eran mujeres, presas y rojas: un triple estigma que siempre acompañó a las reclusas. Víctimas de un silencio impuesto, hace tan solo unos pocos años que su lucha ha comenzado a conocerse. Maria es uno de los pocos testimonios que quedan. Es una superviviente.

En 1936, con solo 16 años, Maria Salvo ingresó en las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña (JSUC). Formó parte de ellas durante la Guerra Civil, hasta que, con la caída de Cataluña, se exilió a Francia, donde terminó en varios campos de refugiados. Fue repatriada a España en noviembre de 1939. «La posguerra fue muy dura», recuerda. Siguió luchando, esquivando el control del régimen de Franco, durante dos años y medio. En 1941, cuando hacía de enlace para la resistencia antifranquista en Madrid, fue arrestada: tenía 21 años. «Entonces yo era menor; conocía la represión, que en aquel momento era brutal, pero no tenía ni idea de lo que me esperaba». Comenzaba entonces su calvario.

Tras ser brutalmente interrogada en el Mando Superior de Policía de Madrid —donde sufrió torturas que le impedirían ser madre—, la trasladaron a la Cárcel de Ventas, y de allí a Les Corts. En esta última estaría encerrada cerca de dos años y medio hasta que se le impuso la condena definitiva. «Cuando entras en prisión, es otro mundo», asegura.

 

«El recuerdo de la primera noche en Les Corts no se me va de la cabeza»

Maria confiesa que no llegó a conocer la prisión hasta muchos años después, cuando la vio en fotografías. «Entré de noche, y voy salir de noche. La primera visión que tengo es la de un pasillo, a la entrada de aquel convento de las Hijas de la Caridad convertido en prisión. Todo era muy bonito, verde, con árboles», explica. Pero la realidad que se encontró dentro fue completamente diferente: «Me trasladaron a una sala inmunda con prostitutas, gente con niños, llena de porquería... Allí tenía que pasar veinte días de observación, porque nos decían que había una epidemia de tifus. Pero aquello sí que era un nido de infección». Y continúa: «El recuerdo de aquella primera noche no se me va de la cabeza».

Después de aquella «noche terrible», fue trasladada a una habitación convertida en celda, junto al patio de las monjas. Allí estuvo nueve meses en régimen de incomunicación absoluta con tres compañeras más, «hasta que vino la orden de incorporarse a la vida normal, entre comillas, del régimen interior de la cárcel, porque ya nos habían procesado».

De la vida en el centro penitenciario de Les Corts recuerda las condiciones higiénicas deplorables, el hacinamiento de presas y las penurias. La capacidad de Les Corts era de 150 personas, y sin embargo llegó a haber 1.800 reclusas. La represión no era solo de orden político o social, sino también moral y de género. Las presas debían soportar la guerra psicológica constante a que eran sometidas por parte de las monjas que las vigilaban. Las mujeres eran tratadas desde una posición paternalista, como personas histéricas incapaces de asumir el rol doméstico que les correspondía.

Tras Les Corts, fue trasladada nuevamente a Ventas, y de allí fue a Alcalá de Henares, donde la juzgaron en un consejo de guerra. Acusada de conspiración contra la seguridad interior del Estado, fue condenada a treinta años de prisión, de los que cumplió dieciséis en distintas prisiones españolas, todas superpobladas. «Estuve en Segovia, Alcalá de Henares, Ventas, Zaragoza... Fueron bastantes paseos por hoteles de cinco estrellas» (sonríe). En 1957 quedó en libertad condicional; pero desterrada de Barcelona. «Después de bastantes meses, encontré trabajo en Barcelona y pude volver. Pero había estado fuera demasiado tiempo y me encontré un mundo diferente».

 

«Habría preferido volver a la cárcel»

Maria afirma que la vida después de la cárcel fue, sin duda, uno de los períodos más duros: «Eché de menos la cárcel», asegura. Allí, Maria había creado fuertes lazos de solidaridad con otras presas políticas que se hacían llamar familias, y que se ayudaban entre ellas para salir adelante. «En la cárcel, nos sentíamos acompañadas, pero fuera, no». Además, todo este período en la cárcel se había llevado su juventud (había entrado con 21 años y salía con 37): «Ya no era joven ni era vieja», lamenta.

«A pesar de que tenía una familia que me crió y me ayudó, habría preferido volver a la prisión que vivir en esa época, porque era un mundo desconocido para mí». Había pasado la guerra; pero la miseria y la represión continuaban muy presentes. «Era el mundo de los vencedores. Y nosotros éramos y seguimos siendo los que perdieron la guerra. Bueno, no nos la dejaron ganar —puntualiza—, que no es lo mismo».

Luchadora incansable, continuó su implicación en la resistencia antifranquista. A principios de los 70, participó en la fundación de la Asociación Catalana de ex-Presos Políticos y, años más tarde, en 1997, en la creación del colectivo Las Mujeres del 36. Maria rompió el silencio de muchas mujeres represaliadas durante el franquismo. Su testimonio ayudó a que muchas otras levantaran la voz. Juntas formaron el grupo Las Mujeres del 36, del que Maria es ahora la única superviviente. Durante años, dieron a conocer su testimonio en muchas charlas, sobre todo para los jóvenes. Hoy, Maria es la voz que recuerda a todas aquellas presas. Su objetivo es que la historia no se pierda y que los hechos que vivió aquella generación de mujeres que lucharon contra el franquismo no queden enterrados en el olvido. «Los testimonios vividos de las presas y sus familiares son verídicos», afirma contundente.

Su lucha por las libertades democráticas le ha valido numerosos reconocimientos. Entre ellos destacan la Medalla de Honor de Barcelona (2003) y la Cruz de Sant Jordi (2005).

 

Legado para las nuevas generaciones

Cuando se le pregunta qué mensaje quiere legar a las futuras generaciones, lo tiene claro: ante las desigualdades existentes en la sociedad capitalista actual, hay que luchar por los derechos de la clase desvalida «para que haya igualdad y todos puedan tener la oportunidad de escoger su camino».

«En todas partes se puede luchar para que mejore la clase que no tiene nada frente a los que tienen mucho. La lucha no se acaba nunca», concluye.