Cuando la pasión por la lengua y la cultura catalanas atraviesa las fronteras

Ralph Alexander Meixner.
Ralph Alexander Meixner.
Cultura
(22/07/2016)

Han venido de más de diez países de todo el mundo, desde Cuba hasta Israel, pasando por el Reino Unido o Serbia. Todos ellos han estudiado catalán previamente y quieren profundizar en el conocimiento de la lengua y de la cultura catalanas. Algunos ya habían visitado Barcelona, otros no. Participan en la Estancia Lingüística de Verano 2016 organizada por el Instituto Ramon Llull en colaboración con los Servicios Lingüísticos la Universidad de Barcelona, que comenzó el día 13 de julio y dura dos semanas largas. Hasta el día 29, además de recibir clases de lengua y literatura catalanas y de poder participar en intercambios lingüísticos con estudiantes voluntarios de la UB, los veinticinco alumnos también realizan muchas actividades culturales diversas. Entre otras, visitarán La Pedrera y el Parlamento de Cataluña, asistirán a los conciertos al aire libre de Els Vespres, podrán ver un ensayo de los Castellers de Barcelona o harán un taller de cocina con las Àvies de Sils.

Ralph Alexander Meixner.
Ralph Alexander Meixner.
Cultura
22/07/2016

Han venido de más de diez países de todo el mundo, desde Cuba hasta Israel, pasando por el Reino Unido o Serbia. Todos ellos han estudiado catalán previamente y quieren profundizar en el conocimiento de la lengua y de la cultura catalanas. Algunos ya habían visitado Barcelona, otros no. Participan en la Estancia Lingüística de Verano 2016 organizada por el Instituto Ramon Llull en colaboración con los Servicios Lingüísticos la Universidad de Barcelona, que comenzó el día 13 de julio y dura dos semanas largas. Hasta el día 29, además de recibir clases de lengua y literatura catalanas y de poder participar en intercambios lingüísticos con estudiantes voluntarios de la UB, los veinticinco alumnos también realizan muchas actividades culturales diversas. Entre otras, visitarán La Pedrera y el Parlamento de Cataluña, asistirán a los conciertos al aire libre de Els Vespres, podrán ver un ensayo de los Castellers de Barcelona o harán un taller de cocina con las Àvies de Sils.

 

Por interés, por trabajo, por amor o por el gusto de saber catalán

Los participantes en la estancia tienen en común haber hecho entre ochenta y trescientas horas de clase de catalán en sus países de origen, pero las razones por las que han decidido aprender la lengua catalana son muy variadas. Ralph Alexander Meixner, mexicano de origen húngaro, se puso a ello para poder comunicarse bien con la mujer de su hijo, que es de Valencia. «Después he conocido la cultura y la gente catalana y me he enamorado de ellas», explica. De hecho, actualmente el hijo y la nuera ya no viven en Barcelona, sino que están en México con él, pero Ralph tiene una nieta de dieciocho meses y quiere hablarle en su lengua materna.

El caso del alemán Alex Pösch es distinto. Ya había estudiado castellano en el instituto, y una vez en la universidad, donde cursa estudios de Lingüística, se ha interesado por el vasco y el catalán con el objetivo de analizar cómo funcionan gramáticas diferentes de la alemana. Confiesa que la música le ayuda mucho a la hora de aprender lenguas y que se enamoró del catalán yendo a conciertos de grupos como Mishima.

La casualidad hizo que el checo Jakub Sváb encontrara un cartel en Praga hace cinco años donde ponía: «¿Quieres estudiar catalán?». La curiosidad pudo con él y se lanzó a ello de cabeza. «Tenía muy poca información sobre la lengua catalana, pero gracias al idioma he conocido esta cultura fantástica», admite. Reconoce que le ha costado un poco porque es muy diferente del checo —que no tiene subjuntivo ni pronombres débiles—, pero oyéndole hablar nadie lo diría.

Mar Rojo, madrileña, se apuntó a estudiar catalán porque es funcionaria del Congreso y «estaba cansada de tener que preguntar “¿qué ha dicho?” a los diputados catalanes». Además, en Barcelona tiene amigos, y cuando los venía a ver los fines de semana perdía el hilo de las conversaciones del grupo. «Ahora estoy muy contenta y mis hijos están encantados con eso de que su madre hable catalán, les hace mucha gracia».

El hecho de que en la universidad donde estudiaba ofrecieran clases gratuitas de lengua catalana fue suficiente para que Isaías Santiago Maqueda, de México, quisiera aprenderla. «Me gustan mucho las lenguas románicas y es poco habitual que tengas opciones de hacer cursos de catalán en mi país, donde se estudia más francés, portugués o italiano».

Por su parte, el colombiano Andrés Fontecha  comenzó un curso de catalán gracias a la comunidad catalana de Bogotá, después de haber conocido a unos catalanes. «Éramos tres o cuatro chicos que íbamos a las clases de Mariona. Fue muy buena profesora y nos hicimos amigos. De hecho, ella ha vuelto a Barcelona porque añoraba su ciudad y un día de estos, aprovechando que estoy aquí, nos veremos», asegura.

 

«¡La estancia debería durar dos años! No quiero volver a México»

Todos opinan unánimemente que recomendarían la estancia sin pensarlo dos veces. De hecho, en el grupo de este año hay dos madrileños que repiten. «¡Debería durar dos años! No quiero volver a México», dice Isaías. Él es de los pocos que no habían estado nunca en Barcelona y está entusiasmado, aunque reconoce que antes de venir ya estaba enamorado de la ciudad, gracias al cine y la música de aquí. «Recomendaría al cien por cien la estancia, la gente es muy amable y el contacto es muy cercano», reconoce también Andrés.

Alex destaca finalmente el carácter inmersivo que tiene la estancia para él: «Aparte de todas las actividades culturales, la experiencia me está sirviendo mucho para mejorar y perfeccionar el idioma, porque ahora ya hace seis años que no estudio formalmente el catalán, y solo hablando o leyendo no se aprende la gramática correctamente», asegura.