Los secretos mejor guardados del interior y el jardín de la Finca Pedro i Pons

El grupo se reúne en la entrada de la Finca Pedro i Pons.
El grupo se reúne en la entrada de la Finca Pedro i Pons.
Investigación
(29/05/2018)

Son las 11 de la mañana y hace un día radiante. Una treintena de personas se reúnen en la entrada de la Finca Pedro i Pons de la Universidad de Barcelona, situada en la falda de Vallvidrera. Más allá del placer de contemplar las privilegiadas vistas de la silueta de la ciudad, el grupo espera con ganas de que empiece la primera sesión de un ciclo que combina una visita al interior de la casa —que se abre por primera vez al público general— con las ya consolidadas visitas botánicas al jardín de la finca que organiza La UB Divulga.

El grupo se reúne en la entrada de la Finca Pedro i Pons.
El grupo se reúne en la entrada de la Finca Pedro i Pons.
Investigación
29/05/2018

Son las 11 de la mañana y hace un día radiante. Una treintena de personas se reúnen en la entrada de la Finca Pedro i Pons de la Universidad de Barcelona, situada en la falda de Vallvidrera. Más allá del placer de contemplar las privilegiadas vistas de la silueta de la ciudad, el grupo espera con ganas de que empiece la primera sesión de un ciclo que combina una visita al interior de la casa —que se abre por primera vez al público general— con las ya consolidadas visitas botánicas al jardín de la finca que organiza La UB Divulga.


Un patrimonio totalmente heterogéneo

La visita a la casa la organiza la Oficina de Relaciones Institucionales y Protocolo de la Universidad de Barcelona para mostrar el patrimonio cultural que contiene. Ramon Dilla, Maria Torras y Cèlia Ramírez, que conocen bien la singularidad de la figura de Agustí Pedro i Pons, son los encargados de explicar los secretos mejor guardados de la mansión, que fue adquirida por el doctor Pedro i Pons en 1960 y que sería su residencia hasta el momento de su muerte. Empiezan la sesión explicando cuál es la vinculación actual de la finca con la Universidad: «Pedro i Pons la legó a la UB y es donde se hacen los estudios de Diplomacia; también aloja el Claustro de Doctores y la Sindicatura de Agravios y, además, es la sede de la Fundación Pedro i Pons, que otorga becas a estudiantes de todos los ámbitos del conocimiento para hacer estancias en el extranjero».

A continuación, cuatro pinceladas de la historia de la casa para explicar que era una antigua masía, propiedad de una familia de Sarrià, los Mumbrú, datada en el siglo XVI y conocida como Can Mestres. Empiezan las anécdotas que harán las delicias de los más curiosos: «Casualmente, la familia Mumbrú tiene un panteón neogótico en el cementerio de Sarrià proyectado por Agustí Font, que era estudiante de Elies Rogent, el arquitecto del Edificio Histórico de la UB. Al final, todo está vinculado», dice Maria Torras. Los asistentes pasan por distintas estancias de la vivienda mientras escuchan embelesados las particularidades del inventario de la casa, que pone de relieve cómo era la personalidad del doctor Agustí Pedro i Pons: «Si bien era médico, tenía una gran sensibilidad para el arte y las humanidades, y su patrimonio es realmente heterogéneo y combina piezas de anticuario y de un gran valor artístico con copias de obras pictóricas y algún autorretrato o busto (que preside la entrada de la casa), así como todos sus diplomas», explica Ramon Dilla.

«¿Se casó? Tuvo hijos?», pregunta un asistente. «No, no tuvo ningún hijo. Por lo menos, ningún hijo reconocido», añade Dilla. «¿Y toda esta casa era para él solo?», exclama un señor. El público ríe. «Sí, aquí solo vivía él. Pero tenía unos masoveros a su servicio», aclara Cèlia Ramírez. La visita servirá para descubrir que Pedro i Pons venía de una familia humilde: era hijo de unos taberneros de la calle de Pau Claris, pero se matriculó en la Facultad, y con solo veintiocho años ganó la cátedra de Medicina Interna en la Universidad de Barcelona. «Escribió su tesis en tan solo quince días y obtuvo un excelente», destaca Dilla ante la perplejidad del público. «¿Y el sueldo de un médico daba para tanto?», pregunta una mujer. «Piense que él tenía su propia clínica y la cátedra. Ocupó diversos cargos, fue decano de la Facultad de Medicina, y organizaba congresos internacionales», aclaran los guías. En ese sentido, cabe decir que la falta de afiliaciones políticas le favoreció. Estaba muy bien relacionado, no se posicionó nunca y eso le benefició tanto en época de la República como después, durante la dictadura de Franco.

También explican que, más allá de la vertiente médica, su sensibilidad por el arte le llevó a impulsar la creación del teatro Romea y a ser el mecenas de una colección literaria de teatro que conserva la Red de Bibliotecas Públicas de Barcelona. Y el secreto mejor guardado: Pedro i Pons no dejó ni siquiera la legítima a sus familiares. Lo legó todo. La finca, a la Universidad de Barcelona; los libros de medicina, a la Real Academia de Medicina de Cataluña, y el resto de libros, a la Biblioteca Nacional de Cataluña. La visita concluye después de ver la cocina, que está muy bien conservada, la biblioteca y la azotea de la casa.

El sorprendente mundo de las flores

Los asistentes salen al jardín, donde los espera el botánico José Manuel Blanco, que comienza su sesión diciendo que «la mayoría de personas ven las plantas como un telón de fondo, como un decorado. Ni siquiera se mueven y, además, están siempre formadas por las mismas piezas: tienen una estructura común formada por entrenudo, nudo y hoja, que se va repitiendo para formar todas las variedades de plantas». Blanco explica entonces que, si bien todas ellas necesitan las mismas cosas para crecer (luz, agua y nutrientes), las estrategias que emplean para conseguirlas son distintas en función de la variedad.

El botánico ya tiene a todos los asistentes en el bolsillo. «Además de crecer, ¿qué hace la planta?», pregunta. «¡Reproducirse!», se apresuran a responder los alumnos aventajados. «Exactamente. Y para reproducirse necesita flores». Las flores y su polinización darán juego para una hora larga. Blanco hará saber al grupo que las flores también son hojas, «muy modificadas, pero hojas en definitiva», y que su morfología depende directamente del insecto que las ha de polinizar. «El aire también actúa como polinizador», matiza uno de los asistentes. «Sí, ciertamente. Pero en nuestro país la reproducción de las plantas se hace mayoritariamente a través de insectos, por lo que las flores tienen reclamos —olores y colores—, y recompensas —néctar y polen», replica el experto.

Blanco va enseñando distintos tipos de flores que hay en el jardín y explica qué son las inflorescencias y para qué sirven: «Los insectos pueden verlas desde mucho más lejos y garantizan la carga de polen que se podrá dispersar». Entonces muestra un higo: «El higo no es un fruto y tampoco es una flor. De hecho, también es una inflorescencia ». El público pone cara de sorpresa. El botánico lo abre para mostrar que la parte que nos comemos, en realidad, son las flores femeninas, pero que también tiene masculinas. A continuación detalla el complejo sistema de polinización que tiene la flor de las más de seiscientas especies de ficus que existen en el mundo. «Los higos han desarrollado una relación muy particular con una especie de abeja que vive dentro y fuera de la flor». Lo que explica es tan sorprendente que se da cuenta que una chica está, literalmente, con la boca abierta: «Estás alucinando, ¿verdad?», le pregunta. «¡Me parece ciencia ficción!», responde ella. Todos ríen.

El tiempo ha pasado volando y habría que ir terminando. Antes de poner punto final a la sesión, una mujer pregunta si hay que preocuparse por las especies invasoras. Blanco la tranquiliza: «Las especies invasoras pueden ser un problema, pero no hay que perder el norte. Muchas han venido para quedarse y, si algo no tiene solución, no es necesario invertir mucho dinero en ello. Hay que proteger lo que tenemos y no perder el tino. Nunca sabemos qué especie puede ser útil en el futuro».
La visita a la Finca Pedro i Pons de hoy da todo el sentido a una cita de Confucio que está escrita en la pared del jardín: «Dios mío, dame solamente esto en la vida y me será suficiente: una casa llena de libros y un jardín lleno de flores».