Noemí Pereda: «En nuestro país hay graves situaciones de abusos y agresiones sexuales»

Noemí Pereda, profesora de Victimología de la Facultad de Psicología de la UB.
Noemí Pereda, profesora de Victimología de la Facultad de Psicología de la UB.
Entrevistas
(20/11/2018)

«El principal problema del maltrato y el abuso sexual infantil es el silencio y el secretismo que acompañan estas situaciones». Lo asegura Noemí Pereda, profesora de Victimología de la Facultad de Psicología y directora del Grupo de Investigación en Victimización Infantil y Adolescente (GReVIA) de la Universidad de Barcelona. Pereda es una de las ponentes invitadas a participar en el XIV Congreso Internacional de Infancia Maltratada, que tendrá lugar en el Campus de Mundet de la UB del 21 al 25 de noviembre, con el lema «No hablar, no ver, no oír: demos visibilidad al maltrato infantil».

 

Noemí Pereda, profesora de Victimología de la Facultad de Psicología de la UB.
Noemí Pereda, profesora de Victimología de la Facultad de Psicología de la UB.
Entrevistas
20/11/2018

«El principal problema del maltrato y el abuso sexual infantil es el silencio y el secretismo que acompañan estas situaciones». Lo asegura Noemí Pereda, profesora de Victimología de la Facultad de Psicología y directora del Grupo de Investigación en Victimización Infantil y Adolescente (GReVIA) de la Universidad de Barcelona. Pereda es una de las ponentes invitadas a participar en el XIV Congreso Internacional de Infancia Maltratada, que tendrá lugar en el Campus de Mundet de la UB del 21 al 25 de noviembre, con el lema «No hablar, no ver, no oír: demos visibilidad al maltrato infantil».

 

Cuando se cumplen veintinueve años de la redacción de la Convención sobre los Derechos del Niño (20 de noviembre de 1989), hablamos con Pereda sobre la relevancia del documento, entonces y ahora.

La Convención sobre los Derechos del Niño, ratificada por casi doscientos países, supuso que por primera vez se consensuara internacionalmente que niños y niñas tenían unos derechos universales, independientemente de donde hubieran nacido o de donde vivieran, y también unos derechos específicos por el hecho de ser menores de edad, y que suponían responsabilidad, protección y cuidado especial por parte de los adultos. Se trata, por tanto, de un documento absolutamente relevante, pero que desgraciadamente sigue sin respetarse en muchos países del mundo, a pesar de que una amplia mayoría lo han firmado o ratificado.


Todavía queda mucho trabajo por hacer...

Sí. Pienso que en este ámbito es importante seguir la frase «think global, act local». La Convención sobre los Derechos del Niño no se vulnera únicamente en determinadas zonas con unas características sociales o económicas específicas; a veces tampoco se respeta en algunos países desarrollados, como puede ser el nuestro. En España no encontraremos casos de explotación laboral infantil en una fábrica o una mina, pero sí en concursos de belleza, música o cocina, en niños que trabaja como actrices y actores, o sexualizados como modelos y maniquíes. Quizás no hay niños y niñas soldado, pero sí se fabrican armas para que niños de otros países las utilicen. Quizás no seamos un paraíso para el turismo sexual infantil, pero sí que hay padres y madres que prostituyen a sus hijos, así como productores de pornografía infantil y graves situaciones de abusos y agresiones sexuales.


El XIV Congreso Internacional de Infancia Maltratada lleva por lema «No hablar, no ver, no oír: demos visibilidad al maltrato infantil». ¿No se habla suficientemente de ello?

No. Ese es el principal problema: el silencio y el secretismo que acompañan estas situaciones. El niño o la niña no pueden hablar, porque tienen miedo, vergüenza o se sienten culpables. Y los adultos que rodean a esa criatura y que deberían protegerla —siguiendo los principios de la Convención sobre los Derechos del Niño— tampoco hablan por motivos diversos, pero principalmente vinculados a la falta de sensibilización y de formación respecto a esta problemática. No son conscientes de las graves consecuencias que supone para el niño, y desconocen el proceso para notificar estos casos. En un estudio que publiqué el año pasado, se demostraba que un 84,4 % de los 182 profesionales educativos entrevistados en diecisiete escuelas de Barcelona afirmaban no haber recibido ninguna formación en victimización infantil. Además, aunque el 74,4 % de ellos aseguraba haber detectado algún caso, solo el 27,6 % de los entrevistados habían notificado sus sospechas. Esta es la realidad que rodea el maltrato infantil.


Pensaba que en los últimos años se había avanzado mucho en la prevención, la detección y el tratamiento del maltrato infantil.

Durante los años 90 hubo un gran movimiento en España, y particularmente en Cataluña, y se establecieron protocolos y recursos que supusieron importantes cambios en lo que había sido la protección y la atención a la infancia hasta ese momento. Actualmente, y después de unos años en que la crisis ha supuesto una recesión significativa en las medidas y ayudas aplicadas al ámbito de la infancia, podemos afirmar que existe una mayor sensibilización social y un mayor interés por parte de los profesionales en formarse y aprender. También hay una mayor implicación de las administraciones, que subvencionan proyectos para estudiar este tema o demandan formaciones especializadas para los profesionales que trabajan con niños.


¿Y esta formación especializada está garantizada?

La Universidad aún no ha asumido su responsabilidad ante este problema. En grados tan capitales como Psicología o Medicina no hay ninguna asignatura que ofrezca recursos a sus estudiantes para detectar, diagnosticar y tratar a un niño víctima de maltrato.


A veces se pierde de vista que, más allá de un delito, el maltrato infantil es un problema de salud grave con consecuencias biológicas y psicológicas.

Ciertamente. El maltrato y el abuso sexual infantil no son únicamente delitos y no deben tratarse exclusivamente desde el ámbito jurídico. Son, principalmente, graves problemas de salud pública, con unas consecuencias que nos afectan a todos y todas. Si tratamos el maltrato y el abuso sexual infantil como delitos, nos centramos únicamente en el perpetrador y en su posible castigo y, por tanto, obviamos a la víctima y sus necesidades. Si cambiamos el enfoque, veremos que el castigo al maltratador es una parte del problema que responde a la necesidad social de corregir las infracciones que se cometen, pero que la víctima necesita que la atiendan y le ofrezcan los recursos necesarios para poder recuperarse.


Hay muchos casos de abuso sexual infantil en los que el abusador es un miembro del entorno familiar de la víctima. ¿Qué mecanismos permitirían evitar eso?

La mayoría de abusos sexuales son cometidos por personas del entorno familiar y de confianza de la víctima. Los abusadores utilizan esa relación de intimidad y afecto con el niño o niña para poder acercarse, manipularlo y hacer que mantenga el silencio. La mayoría de casos de violencia contra los niños, pues, no son casos de bullying o acoso escolar, causados por otro niño, sino casos en los que el perpetrador es un adulto, generalmente una adulto cuidador de quien se supone afecto y protección. Esta es la realidad, pero nos incomoda reconocerla. Nunca podremos evitar totalmente que se produzcan situaciones de maltrato o abusos hacia la infancia, pero sí podemos reducir mucho los casos y podemos evitar que se alarguen en el tiempo, consiguiendo por tanto que sus efectos sean mucho menores.


¿Cómo?

Aparte de la formación especializada que se debería ofrecer y que comentaba antes, necesitamos una mayor sensibilización social hacia el maltrato infantil. La violencia contra la infancia solo puede tratarse desde un enfoque holístico. No debemos segmentarla en tipologías porque todas las formas de violencia están relacionadas. Es lo que se ha llamado la web of violence y es la perspectiva desde la que trabajamos en mi equipo del GReVIA. El niño que hoy es víctima en casa, mañana puede ser un agresor en la escuela. Formación y sensibilización son clave. Finalmente, es necesario un entorno educativo y familiar donde la comunicación con los niños y niñas sea frecuente y fluida ya que, en muchas ocasiones, la única forma de saber lo que está pasando es que el niño nos lo explique.