Horacio Capel: «Actualmente podemos hablar de poshumanidad y posnaturaleza»

«Estamos en una fase que se ha llamado de <i>urbanización generalizada</i>, tanto desde el punto de vista estadístico, como por el comportamiento típico urbano.»
«Estamos en una fase que se ha llamado de urbanización generalizada, tanto desde el punto de vista estadístico, como por el comportamiento típico urbano.»
Entrevistas
(22/07/2019)

Tras más de cincuenta años de investigación y docencia como geógrafo, el profesor emérito de la Universidad de Barcelona Horacio Capel se ha decidido a escribir sus memorias: Azares y decisiones (Doce Calles). En la obra deja constancia tanto de sus vivencias personales como de su ingente labor de investigador y docente en la UB desde los años 60, así como de su actividad internacional. Esta figura de la geografía europea, distinguida con el Premio Internacional de Geografía Vautrin Lud —considerado como el Premio Nobel de esta disciplina—, también reflexiona en sus memorias sobre las ciudades pasadas y actuales, y sobre los cambios en el estudio de la geografía durante las últimas décadas.

«Estamos en una fase que se ha llamado de <i>urbanización generalizada</i>, tanto desde el punto de vista estadístico, como por el comportamiento típico urbano.»
«Estamos en una fase que se ha llamado de urbanización generalizada, tanto desde el punto de vista estadístico, como por el comportamiento típico urbano.»
Entrevistas
22/07/2019

Tras más de cincuenta años de investigación y docencia como geógrafo, el profesor emérito de la Universidad de Barcelona Horacio Capel se ha decidido a escribir sus memorias: Azares y decisiones (Doce Calles). En la obra deja constancia tanto de sus vivencias personales como de su ingente labor de investigador y docente en la UB desde los años 60, así como de su actividad internacional. Esta figura de la geografía europea, distinguida con el Premio Internacional de Geografía Vautrin Lud —considerado como el Premio Nobel de esta disciplina—, también reflexiona en sus memorias sobre las ciudades pasadas y actuales, y sobre los cambios en el estudio de la geografía durante las últimas décadas.

 

En el libro de memorias, usted dice que estamos en una sociedad a veces «equivocadamente posmoderna». ¿A qué se refiere?

Posmodernidad es un término polivalente y en ocasiones ambiguo. Hay aspectos de la posmodernidad que son muy importantes y positivos: la reconstrucción de la historia, la idea de complejidad social, el énfasis en la singularidad... Pero al mismo tiempo hay aspectos negativos: la renuncia de los posmodernistas a las utopías y a la idea de progreso, el desencanto, el escepticismo llevado al extremo. Todo eso me parece que es negativo, así como la oposición a las grandes narrativas emancipadoras o transformadoras, como la Ilustración. Yo creo que de alguna manera la posmodernidad está vinculada a las políticas neoliberales. Este rechazo a las grandes narraciones ha justificado la crítica a la regulación pública. La política neoliberal de que, a menos Estado, mejor para la sociedad, me parece un error muy grave. En realidad, el Estado es la única estructura política y social que se ha inventado y que se ha puesto en práctica con el fin de recaudar recursos y redistribuirlos para la igualdad y el equilibrio social, a través del sistema de salud pública, de las inversiones o directamente repartiendo recursos mediante las pensiones de jubilación y las prestaciones de desempleo.

 

En la obra también habla de un futuro prometedor para las ciudades pequeñas.

Creo que, antes, las ciudades grandes eran mejores para las oportunidades, para el empleo, la educación, la cultura. Cuanto mayores, mejor. En estos momentos la situación es muy distinta. En los países más desarrollados, la diferencia entre el campo, lo rural, y lo ciudadano se ha diluido bastante. Gente que habita en pueblos pequeños o aisladamente tiene un comportamiento y una información similar a la que habita en ciudades. Ven la misma televisión, leen los mismos periódicos, tienen la misma información a través de los teléfonos, los móviles… Tienen acceso a toda la información y a la biblioteca universal de la que hablaba Borges. Estamos en una fase que se ha llamado de urbanización generalizada, tanto desde el punto de vista estadístico, como por el comportamiento típico urbano. Yo conozco gente en Cataluña que en una casa aislada tiene una granja de cerdos o de vacas y está en contacto con el mercado de futuros en Chicago. Por otro lado, la gente que vive en la ciudad a veces tiene que trasladarse a la periferia para trabajar, porque en las periferias se han localizado las fábricas y los servicios. Desde las ciudades pequeñas o medias, si están accesibles a través de sistemas de comunicación, se puede llegar al mismo tiempo a las industrias o a los servicios. Esta situación de urbanización generalizada explica que se haya defendido que Cataluña es toda urbana: se ha hablado de la Cataluña-ciudad. En estos momentos, vivir en una ciudad pequeña con acceso a Barcelona significa pisos más baratos y una vida cotidiana que puede ser muy agradable.

 

Después de tantos años dedicado a la geografía, ¿qué temas encuentra más interesantes como objeto de estudio en la actualidad? ¿A qué deben dedicarse los jóvenes geógrafos?

Yo creo que la cuestión fundamental es que los jóvenes tengan conciencia de los problemas graves del mundo actual. Los problemas del cambio climático, la extinción de especies, la degradación de la biodiversidad, las formas nuevas de trabajo que se están generalizando, la robótica, la inteligencia artificial, la urbanización generalizada, el mercado inmobiliario, los agentes urbanos y de cambio social. Algún autor ha defendido que estamos en un momento que ya no es el de la humanidad, sino el de la poshumanidad. Y yo estoy de acuerdo, porque en realidad los hombres podemos actuar sobre la vida humana a través de la ingeniería genética o las prótesis. De hecho, esta ya no es la evolución natural, sino una evolución en la que también participa el hombre. Yo, que he escrito algo sobre este tema, he pensado que podríamos hablar también, similarmente, de la posnaturaleza. En un congreso escuché una comunicación de un geólogo, catedrático de Geología de la Universidad de Cantabria, que había calculado el movimiento de tierras que los humanos producen a través de la construcción de infraestructuras, de autopistas, de edificios, el cambio de las playas…, y estimaba que era similar a la capacidad erosiva de la naturaleza. Esa es una situación que nos podríamos atrever a calificar de posnaturaleza. Los jóvenes han de tener conciencia de ello. Y no solo hay que conocer los problemas, sino pensar en las alternativas, en las soluciones. Hacer propuestas para discutirlas públicamente y llegar a acuerdos democráticos sobre la solución de los problemas del mundo; no de forma dogmática, sino modestamente, para ir corrigiendo lo que en nuestra propuesta se demuestre que no era acertado.

 

En el libro habla de su trabajo en la Universidad. ¿Hay algún elemento de continuidad entre la UB que conoció en su traslado a Barcelona, en los años 60, y la actual?

Podríamos ponernos de acuerdo fácil y rápidamente en que la universidad actual es mejor que la de los años 60, en pleno franquismo. Dicho esto, en los años 60 todos los estudiantes y los profesores teníamos ilusiones y esperanzas. Teníamos la confianza de que las cosas podían ser mejor e iban a ser mejor con el desarrollo económico, la entrada en Europa, la democratización. Tanto en aquel momento como en la actualidad, la universidad está mejor de lo que se dice. Yo creo que en los años 60 y en la actualidad la gente trabaja mucho en la universidad, y la mayor parte muy bien.

Yo tengo el privilegio de, avanzados los 70, mirando ya a los 80, venir cada mañana al Departamento, a la Universidad. Creo que la gente de mi generación puede ayudar mucho en la Universidad, porque tenemos mucha experiencia y contactos internacionales, y eso puede servir para los más jóvenes. Yo creo que estoy ayudando en varias facetas. Por ejemplo, con la gestión del portal Geo Crítica. Después, tenemos tres revistas científicas: Scripta Nova, revista de artículos científicos sobre geografía y ciencias sociales; Biblio3w, de bibliografía, documentación y estado de la cuestión, y Ar@cne, que es una revista de recursos en Internet para las ciencias sociales. Son revistas que tienen un alto impacto y que están en bases de datos muy reconocidas, de manera que a pesar de que publicamos anualmente sesenta artículos, nos llegan unos trescientos. Eso exige leer los artículos, seleccionar ochenta o cien para enviarlos a evaluadores externos, realizar la evaluación y el informe, y finalmente publicar. En este caso, la colaboración de un jubilado puede ser útil. Además, organizamos los coloquios internacionales de Geocrítica, que se hacen en Barcelona y en ciudades de América: México, Bogotá, Porto Alegre, Buenos Aires, etc. El próximo coloquio internacional de Geocrítica será en la Universidad de São Paulo, en Brasil, sobre la acción humana y el cambio climático, y las consecuencias para los recursos hídricos. Además, tenemos los simposios internacionales de historia de la electrificación. El último se ha celebrado en el mes de mayo en la Universidad de Évora, organizado por Geo Crítica y por el CIDEHUS, que es un centro de investigación interdisciplinario muy prestigioso.

No se estimula que profesores que han tenido una gran experiencia sigan colaborando, en la medida de sus posibilidades, en los másteres, en la publicación de revistas, en la organización de congresos o en la extensión universitaria dando conferencias para los mayores. Yo me considero un privilegiado pudiendo participar todavía.

 

En todos sus años como investigador, ¿cuáles han sido las grandes revoluciones metodológicas que ha vivido la geografía?

Hemos vivido dos revoluciones muy profundas: primero, la revolución cuantitativa, teorética, neopositivista que se desarrolló en los años 60 y que llegó aquí a finales de los 70. Y luego, la impugnación de la revolución cuantitativa por la geografía crítica, humanista y posmoderna. Eso introdujo nuevas perspectivas, dio lugar a profundos debates que enriquecieron las ciencias sociales. Después de los años 80, creo que el cambio más importante ha sido el impacto de las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información (tecnologías de información geográfica, se llaman a veces), que permiten nuevos estudios y que exigen nuevas destrezas. Requieren una formación matemática, una formación técnica que antes no se necesitaba, y al mismo tiempo estar en contacto con la realidad territorial o social.

Quiero señalar otro aspecto, que son las salidas profesionales. En los años 60, la salida de la geografía era esencialmente la educación, la enseñanza: se podía llegar a ser profesor de enseñanza media, profesor de geografía e historia, y profesor de universidad o investigador en algún centro específico. En los años 70, hubo un debate sobre la posibilidad de una geografía aplicada a la empresa, a la sociedad y a la economía. Algunos eran partidarios de ello y otros se negaban porque decían que podía desaparecer el carácter más científico de la disciplina. Eso se ha resuelto en los dos últimos decenios a través de nuevas salidas profesionales. Los geógrafos participan en la ordenación del territorio, participan en la planificación y el desarrollo local y regional, participan en los diagnósticos sociales, económicos o territoriales. Muchas veces, eso ha enriquecido profundamente la geografía y ha introducido, ha obligado a introducir, nuevas perspectivas.

 

Y para acabar, ¿por qué un libro de memorias?

La gente de mi generación ha asistido a tantos cambios, que tiene que dejar constancia de ello. Es lo que trato de explicar hablando de una ciudad pequeña, Lorca, donde yo viví, y de experiencias, oficios o costumbres que podían venir de la antigüedad. Creo que tenemos que dejar constancia de esos cambios. Espero que algunos colegas que lean mi libro se animen a escribir sus propias memorias vitales, académicas, y profesionales. Se puede decir que una autobiografía es parcial, sesgada: yo lo acepto. Pero si hay muchas, unas y otras se compensan, y finalmente se tiene la posibilidad de reconstruir el pasado y el cambio.