Feminismo conservador y católico.



A inicios del S.XX, el feminismo conservador y católico, vinculado con el feminismo nacionalista, temeroso de la influencia que los movimientos feministas europeos pudiesen tener en España, optó por constituir rápidamente organizaciones femeninas afines a sus doctrinas.

Inicialmente, la Iglesia y la derecha española atacaron virulentamente al feminismo a raíz de la inclusión formal de los derechos de las mujeres en los programas de las organizaciones de izquierda, básicamente de los socialistas y anarquistas. Asimismo, desaprobaron los argumentos utilizados por las propias mujeres, sustentados en la igualdad entre hombres y mujeres, por su cuestionamiento de los principios de la doctrina católica y conservadora. Dicha doctrina se afianzaba sobre la institución familiar dentro de la cual la mujer desempeñaba su papel "natural" de sumisión al hombre.

La idea de crear un feminismo católico, siguiendo el modelo del sindicalismo católico, obedeció a la necesidad de contrarrestar la influencia del liberalismo. Varias historiadoras ( Scanlon, González Calbet, García Morcillo) coinciden en destacar que la influencia que ejercía la Iglesia en la sociedad española y en especial en la educación femenina, junto con el poco interés que a inicios de siglo veinte mostraron las distintas organizaciones de izquierdas entorno a los derechos femeninos, facilitaron enormemente la tarea de organizar un feminismo católico "aceptable y moderado".

Paradójicamente, entre las demandas que este feminismo estaba dispuesto a aceptar, se incluía el sufragio femenino. La creencia de que el voto femenino era un voto esencialmente conservador y confesional les empujo a desarrollar una política posibilista a favor del derecho a voto de las mujeres. Sin embargo, se opusieron a la participación activa de las mujeres en la política ya que consideraban que el ámbito público esta destinado a los hombres y la participación articulada y prolongada de las mujeres en la política española, podría crear desavenencias dentro de la familia.

Entre las organizaciones femeninas inspiradas por el catolicismo conservador destaca La Junta de Damas de la Unión Ibero-Americana de Madrid, formada por mujeres católica de clase alta, cuya actividad se centraba en aspectos básicamente asistenciales. No abogan por la obtención de derechos políticos sino por mejorar las condiciones de trabajo y fomentar la educación de las mujeres. En este sentido, fundaron el Centro Ibérico-Americano de Cultura Popular Femenina, las revistas y semanarios como La Ilustración de la Mujer. Revista Hispano-Americana de Música, Letras y Arte o La Voz de la Mujer (1917).

En el año 1919, se fundó Acción Católica de la Mujer en España, que funcionaba como una asociación caritativa vinculada a las clases acomodadas. Entre sus miembros destacan, entre otras, la presidenta Condesa de Gavía, Maria de Echarri o la marquesa de Castromonte. El objetivo de dicha organización fue neutralizar las organizaciones de mujeres abogando por un feminismo católico, crítico con las demás organizaciones incluidas las organizaciones conservadoras y nacionalistas a las que acusaban de mantener una actitud demasiado neutral ante la religión. Dentro de dicha organización se articularon progresivamente diferentes corrientes: la más conservadora dirigida por Consuelo Gómez Ramos alrededor de la revista La Voz de la Mujer (1917-1931), la progresista (encabezada por Maria Espinosa de los Monteros) y la centrista representada por la Marquesa de Ter.

vuelve al Índice