Scripta Nova  Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 45 (37), 1 de agosto de 1999
 

IBEROAMÉRICA ANTE LOS RETOS DEL SIGLO  XXI.
Número extraordinario dedicado al I Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

POLÍTICAS PÚBLICAS Y OCUPACIÓN DEL TERRITORIO EN ZONAS FRONTERIZAS DE LA PATAGONIA CHILENO-ARGENTINA. 1900 - 1930.

Andrés Núñez
Licenciado en Historia
Coordinador Programa Patagonia
Ministerio de Bienes de Nacionales, Chile 


La idea central que atraviesa la presente comunicación se refiere, sobre todo, a una problemática que se relaciona con conceptos asociados a frontera, políticas públicas, migraciones y los fundamentos de ocupación de territorios aislados en la Patagonia chilena.

Interesa indagar, de manera preliminar, las razones de aislamiento de zonas que hasta la fecha permanecen con grados relevantes de desintegración respecto del resto del territorio nacional. El tema se plantea como una inquietud, y toma como base un trabajo realizado para la Escuela de Geografía de la Universidad Católica de Chile sobre territorios aislados - críticos en el país.

El escenario de análisis corresponde, como se anticipó, a espacios fronterizos de la Patagonia chilena en lo que son las regiones de Aysén y Magallanes. El tiempo histórico de estudio está fundamentalmente centrado en lo que corresponde a los modelos iniciales de ocupación de la zona entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, la necesidad de comprender la situación actual de "territorios aislados" nos llevará a establecer nexos temporales con décadas posteriores a las indicadas.

Por otra parte, se deja constancia que la problemática de ocupación patagónica trasciende los espacios locales nacionales para involucrarse, en cuanto proceso, a territorios argentinos, toda vez que la ocupación inicial de dichos territorios estuvo fuertemente vinculada, en un caso, a migraciones que se asentaron temporalmente en Argentina como, de otra parte, a políticas públicas de involucraron a ambos países y que tuvieron, en definitiva, una injerencia directa en el modo como se estructuró el territorio en los espacios fronterizos que aquí interesa tratar.

Al respecto, es necesario también llamar la atención que el grueso de los estudios históricos y geográficos sobre el tema (o asociados a él) han sido realizados por profesionales argentinos quedando un vacío de investigación desde la perspectiva de la ocupación definitiva en territorios nacionales por parte de migrantes espontáneos y de empresas ganaderas que se establecieron en espacios fronterizos, especialmente en lo que se refiere a la actual región de Aysén donde la carencia de investigación es importante.

En la región de Aysén, los movimientos espontáneos generaron una estructura territorial dispersa, pero que es el origen de los actuales centros poblados fronterizos de dicha región, muchos de los cuales mantienen hasta la actualidad relevantes grados de aislamiento y desintegración respecto del resto del territorio regional y nacional. Por otra parte, en lo que corresponde a la zona magallánica, la actuación de empresas ganaderas no sólo imprimió al territorio un modelo de desarrollo, cuyos efectos aún es posible percibir, sino que además establecieron un nexo determinante sobre el actuar de la política oficial de la época, tanto de la chilena como de la argentina.

Desde esta perspectiva, si bien es posible establecer un análisis global para toda la Patagonia chilena a principios de siglo, sobre todo desde el punto de vista de la acción pública para ese vasto territorio, es necesario, a su vez, separar en dos bloques los fundamentos de aislamiento del espacio en cuestión, por cuanto sus características históricas son diferentes. Dicho de otro modo, la manifestación de un proceso histórico similar se nos presenta diferente según su particularidad territorial, según los modelos de migración, según los antecedentes de ocupación existentes y, en definitiva, según la uniformidad de una política pública que no supo captar las diferencias y particularidades territoriales de las áreas patagónicas involucradas.

El proceso de ocupación de los actuales territorios fronterizos-aislados, tanto lo que involucra a la región de Aysén como a Magallanes(1), tiene una base común en su poblamiento espontáneo, de colonización y constituye el resultante de las políticas públicas orientadas hacia la zona. Se postula, como fundamento central que la ocupación también estuvo (y está) fuertemente marcada por la particularidad geográfica del territorio fronterizo austral.

Uno de los factores territoriales de mayor peso que interfiere en la realidad actual de aislamiento de los territorios fronterizos australes es, sin duda, el grado de accesibilidad que estos territorios presentan. Al respecto, en todo caso, es posible establecer una diferencia entre los espacios fronterizos ayseninos y los magallanánicos, ya que estos últimos representaban a principios de siglo un importante enclave marítimo, además de estar más estrechamente vinculados a territorio argentino, poseer mejores tierras para el desarrollo de una masa ganadera y ser un espacio que recepcionó importantes porcentajes de inmigrantes extranjeros.
 

La ocupación fronteriza de la Región de Aysén
 

El tema central que atraviesa el proceso de ocupación de la actual región de Aysén está dado por dos procesos paralelos. Uno se relaciona con la política oficial del Estado chileno respecto de estos territorios y el otro se vincula a migraciones naturales y espontáneas que, al margen de dicha política pública, se han producido sobre el área fronteriza.

La necesidad de colonizar y generar desarrollo para ambas zonas patagónicas, se estableció de acuerdo a los pactos efectuados entre 1899 y 1901 por los gobiernos chilenos y argentinos, cuyas negociaciones estuvieron en manos de Enrique MacIver y José Evaristo Uriburi, y que se inician a partir de conflictos fronterizos de límites entre ambos países.

Desde la perspectiva del gobierno chileno, siendo presidente Germán Riesco, y fundándose en una ley de agosto de 1874 relacionada a la colonización de la Araucanía, llama a licitar en arrendamiento grandes extensiones de terreno para el entonces denominado Territorio de Aysén. De esta manera, entre 1900 y 1904, el Estado concedió trece concesiones fiscales para el desarrollo de empresas ganaderas.

Estas Compañías Ganaderas, desde el punto de vista territorial, abarcaron enormes superficies. En la práctica, ocuparon toda la región, desde la frontera a mar, estableciéndose a través de las cuencas hidrográficas que caracterizan dicho territorio. Algunas, de hecho, llegaron a tener la totalidad del valle de algunos ríos bajo su jurisdicción.

Recayó, entonces, sobre estas empresas la responsabilidad, otorgada por el Estado Central, de generar desarrollo. Para que ello sucediera como estaba pensado se firmaron contratos en los que se obligaba a los concesionarios, entre otras obligaciones a fomentar y dirigir una colonización con colonos nacionales o extranjeros(2) y comercializar su producción ganadera por el Océano Pacífico.

Cabe recordar que hasta ese instante, el Territorio de Aysén era un espacio virgen, sin asentamientos humanos relevantes, sin infraestructura y ningún tipo de servicios. El único modo de contacto que se había tenido con el resto del territorio nacional eran exploraciones científicas (concentradas a lo largo del siglo XIX) e incursiones de nativos (nómadas) o personas vinculadas a la recolección y extracción de madera para su comercialización en la isla grande de Chiloé, ubicada esta última al poniente del territorio de Aysén. Estas últimas incursiones no sólo fueron esporádicas sino que, además, no establecieron asentamientos de importancia y sólo se dieron en el sector costero de la región.

Dos aspectos deben ser destacados al interior de este proceso que duraría hasta fines de la década del 20 cuando las políticas públicas tomaron un rumbo radicalmente distinto respecto del Territorio de Aysén.

El primero de ellos es que los contratos indicados se firman en su mayoría en el nivel central, particularmente en las ciudades de Santiago (la capital) y Valparaíso. Esta circunstancia no es menor, ya que si bien la concepción del modelo de desarrollo era coherente en el contexto económico de la época (de libre mercado), el desconocimiento que se tenía de la zona austral era en grados altos, tal como se pudo comprobar en los años posteriores.

En efecto, la particularidad territorial del área implicó que muchas de las empresas emprendidas fracasaran, y que, incluso, no llegaran a materializarse dada las dificultades de acceso a las zonas concesionadas. Tal es el caso de una de las compañías más grandes, Explotadora del Baker, la que luego de la compra de grandes masas ganaderas y de infraestructura necesaria para desarrollar su empresa, a los pocos años el negocio dejó de ser rentable, acordando la quiebra y termino de la concesión hacia 1911.

Una que tuvo mejor suerte fue la Sociedad Industrial Aysén, ubicada en el sector central de la región y que logró generar grados de desarrollo importantes a pesar de las condiciones adversas presentadas por el territorio. Esta compañía estableció una senda entre el valle interior y la costa y creó un puerto de salida para su producción. Del mismo modo dio origen a un asentamiento (Baquedano) que a la postre se transformó en el principal pueblo de la región, hoy capital regional (bajo el nombre de Coyhaique). Estos antecedentes básicos permiten explicar, de manera general por cierto, que en la actualidad sea dicho sector geográfico el que presente el mayor grado de desarrollo de la región, mejor dotación de infraestructura y caminos, así como los mayores niveles de integración.

Sin embargo, el resultado global del proceso no arrojó un balance positivo, ya que, como se dijo, la mayoría de las compañías ganaderas no cumplieron con los requisitos que el Estado les impuso en sus respectivos contratos. En la práctica, todas ellas dependieron enteramente de Argentina, donde sus accionistas poseían otras grandes estancias limítrofes. Tal realidad, unida a la ocupación espontánea fronteriza, a que nos referiremos a continuación, cuyo modo de vida era la autosuficiencia -ocupación que se lleva a cabo en forma paralela a la ya descrita- ha sido la pauta histórica para que dichos territorios presenten elevados niveles de desintegración.

Por cierto, y esta es la otra situación digna de destacar del proceso, la dependencia que se tuvo respecto de Argentina fue enorme. Las condiciones geográficas de la región, unidos a la mínima presencia de inversión estatal en infraestructura, fueron determinantes para que los valles que conforman las distintas cuencas de la zona tuvieran una más fluida relación con los espacios fronterizos vecinos. A ello hay que agregar que el mercado atlántico, con puertos dotados de infraestructura, era un escenario básico con el cual relacionarse.

Por otra parte, aunque en forma paralela, la ocupación de los espacios fronterizos del Territorio de Aysén también tuvo una característica distinta a la oficialista, al de las políticas públicas; la que estuvo marcada por migrantes espontáneos, los denominados "colonos libres".

Lo interesante de estas migraciones es que se relacionan de manera muy clara con otro proceso colonizador: el de la Araucanía; y dan pie para futuras investigaciones,. En efecto, hacia la década de 1880 se da en dicha zona un fuerte proceso de ocupación y explotación de la tierra con fines trigueros. Si bien las razones no han sido del todo estudiadas, y pueden estar vinculadas a que la tenencia de la tierra en la Araucanía fue rápidamente definida por los grandes latifundios, un grupo importante de colonos vio en la zona fronteriza argentina un espacio donde desenvolver su vida.

Desde nuestra perspectiva, un relevante artículo de la licenciada Gladys Varela de Fernández, denominado "El comercio del Territorio del Neuquén entre 1893 y 1902" da cuenta de esta situación. Lo citamos extesamente:

"Chos Malal, fundada en la margen izquierda del río Curileuvú, al noroeste del territorio, era entonces su capital (de Neuquén). Mal comunicada con Mendoza, la Pampa y Río Negro por falta de caminos, puentes y balsas, tuvo dificultades para abastecerse en ellas y colocar allí su producción.

Sin embargo, en su frontera oeste la cordillera de Los Andes no significó obstáculo para ello, y en las 120 leguas colindantes los numerosos boquetes y pasos naturales salvaron a Neuquén de su aislamiento e hicieron posible su subsistencia en la última década del siglo pasado. La cercanía con Chile y lo accesible de los pasos no sólo permitió el intercambio necesario para su desarrollo, sino también la población recibió un importante aporte de ciudadanos chilenos que no pudiendo progresar en su patria buscaron en estos lugares un pedazo de tierra que les proporcionara lo necesario para sobrevivir junto con sus pequeños rebaños.

Fue así como Chos Malal, constituida inicialmente por núcleos de familias mendocinas, acrecentó en gran proporción el núcleo de habitantes con la entrada de contingentes chilenos. Atraídos por la buena disposición de las primeras autoridades y la bondad de los suelos, se diseminaron por todo el territorio usufructuando (sic) grandes extensiones de tierras fiscales sentando las bases de una vida rural y pastorial.

La gravitación e importancia que tuvo este grupo humano en los comienzos de la vida territorial es indiscutible y su número quedó evidenciado a través del censo nacional. De 14.527 habitantes distribuidos entre los cinco departamentos, 5.505 eran argentinos y 9.012 extranjeros. De estos últimos 8.861 chilenos, 123 europeos, 25 americanos y 3 de otras procedencias. O sea, en ese año el 61% de la población era chilena y ese porcentaje aumentó progresivamente hacia 1900 cuando el gobernador Lisandro Olmos estimaba que sobre 25.000, por lo menos 20.000 provenía de la república vecina."

El proceso descrito por la historiadora es relevante para comprender el modo de ocupación del Territorio de Aysén. Las posteriores políticas públicas del Estado argentino respecto de dicha zona, con una fuerte campaña nacionalista y de exterminio de los elementos indígenas, terminó por desalojar de esos territorios a los ciudadanos chilenos; quienes en grupos también relevantes se trasladan hacia el sur. Enterados de la "desocupación" de espacios nacionales en las áreas australes se orientan finalmente hacia esos lares. Estos nuevos espacios se identifican como "tierra de nadie", o en calificación gauchesca como "orejanas" (sin señal, sin dueño).

Lo significativo de esta migración natural es el hecho de que como resultado de ella se inicia hacia principios del presente siglo la formación de asentamientos humanos a lo largo de la frontera del denominado Territorio de Aysén; pueblos si bien precarios, que perduran hasta el día de hoy: Futaleufú, Palena, Lago Verde, Río Ibañez, Chile Chico, Lago O`Higgins, entre otros.

Por las condiciones territoriales de Aysén, por la ubicación fronteriza de estos asentamientos y como por la nula inversión estatal en las tres primeras décadas del siglo XX, estos pobladores tienen una comunicación natural con Argentina; reforzándose así, de la misma forma que las compañías, la desintegración de una región con el resto del territorio nacional. Tal escenario no hace más que reafirmar y establecer los fundamentos históricos de los grados de aislamiento en que ha permanecido la zona por décadas.

En la actualidad el territorio de Aysén se aleja de todos lo niveles de desarrollo del resto de las regiones nacionales. Sólo hace un par de décadas presenta conexión terrestre en forma vertical, es decir es posible unir las diversas cuencas a través de un camino longitudinal. Su vínculo marítimo también es precario y la dotación de servicios y de infraestructura está lejos de superar los bajos niveles históricos de dotación.

A pesar que los umbrales de inversión se incrementan y el traspaso de la propiedad supone un poblamiento más afianzado con posterioridad a 1930, momento en el cual la presencia estatal recién se inicia de manera real; los niveles de desintegración y aislamiento se mantienen a lo largo del tiempo, siguiendo la tendencia histórica.

Por otra parte, otros fundamentos históricos ayudan, a su vez, a entender los grados de desintegración y aislamiento de la actual región de Aysén. De manera global, es posible estimar que dado lo reciente del poblamiento de la zona de análisis (centrado en el presente siglo) escapa a la regla de ocupación de otras zonas de poblamiento. Primero, porque, como ya se dijo, no funda su ocupación en la conquista sino justamente en el poblamiento. La ocupación no sigue ninguno de los patrones que caracterizan a otras zonas de conquista o colonización. Por ejemplo, el desalojo del poblador nativo o la fundación de fuertes o ciudades como forma de avance. Otro factor que escapa también a la regla de conquista es el asentamiento en zonas de clima y grados de recepción benignos lo que en su mayoría no fue el caso el caso de los tipos de ocupación indicados. De esta manera, uno de los fundamentos principales que da sentido a la ocupación en la zona austral fronteriza vinculada a Aysén es el propio poblamiento, de forma precaria y débil, ya sea de las empresas privadas como de los migrantes naturales.

Segundo, porque es una ocupación llevada a cabo, salvo excepciones puntuales, por población nacional. Y en tercer lugar, porque la realidad geográfica propia de estos territorios marcó el sentido de poblamiento final. La colonización que se lleva a cabo en estos territorios se hace en un sentido oeste-este (las sociedades ganaderas) y de este a oeste (los colonos particulares), y no de norte a sur como se da en el resto del territorio nacional.

Por último, el hecho de que la región manifieste hoy los grados históricos de desintegración y aislamiento ha desencadenado que considerables espacios regionales muestren altos niveles de biodiversidad y variados ecosistemas, tanto en sus ambientes costeros como interiores, lo que en su conjunto le ha otorgado a la región un sello medio ambiental de elevado valor agregado. Es así como hoy la política pública se planifica para rescatar y resaltar dichas aptitudes naturales, buscando conciliar los aspectos productivos con la conservación ambiental de la región.
 

Ocupación fronteriza en la zona Magallánica
 

El proceso vivido por la zona más austral del país tiene un contexto semejante al de la región de Aysén, en cuanto las políticas públicas tuvieron una base similar. Sin embargo, en este caso, a pesar de traterse de en un proceso parecido, y desde la perspectiva de la manifestación de las mencionadas políticas del Estado nacional, el resultado de ellas fue distinto.

Lo que es un hecho es que si bien dichas políticas actuaron generando desarrollo en una parte del territorio, por otra parte consolidaron y generaron las bases para el actual aislamiento y desintegración de determinados espacios magallánicos, especialmente los más australes.

Si bien aquí el tema trata de indagar en las razones históricas globales del por qué de la permanencia de áreas aisladas en la zona austral chilena, es necesario contraponer los resultados de una misma política respecto de territorios distintos. En efecto, hacia fines del siglo pasado se produjo un fenómeno económico notorio en el acontecer histórico chileno, cuyo origen estuvo en el desarrollo dinámico de Punta Arenas.

Este proceso, asociado al traspaso de la propiedad, a la ubicación estratégica de Punta Arenas, a la existencia de un grupo de empresarios pujante, a las migraciones de extranjeros así como al creciente mercado de la ganadería, que fué básicamente europeo, permitieron que la zona meridional del continente americano viviera momentos de notable expansión y prosperidad.

Si bien las formas de tenencia de la tierra fueron múltiples -arriendo, venta y concesión-, la política pública apuntó, de la misma forma que en el Territorio de Aysén, al fomento y apoyo de las actividades empresariales en el marco de grandes compañías ganaderas. En este contexto se produjo una situación que marcaría la pauta de los primeros sesenta años del siglo XX: la progresiva concentración de la propiedad y la tenencia de los campos pastoriles y, con ella, la consolidación del latifundio como régimen de explotación ganadera.

Tal situación tuvo repercusiones en el tiempo que interesa resaltar, las que se manifestaron de manera distinta a lo largo del tiempo; unas fueron favorables y otras desfavorables para la vida y la economía del territorio de Magallanes. Por cierto, una de las consecuencias más latentes fue el desarrollo de la explotación ganadera. Con el dominio latifundiario crecieron en importante grado las inversiones que permitieron renovar o construir en debida forma edificaciones e instalaciones y adquirir maquinaria y equipo de variada clase de acuerdo con las exigencias más modernas de la ganadería lanar, con lo que los establecimientos quedaron bien dotados para servir distintos requerimientos y necesidades, llegando a ser varios de ellos modelos en el género.

El fenómeno llegó incluso a traspasar las fronteras nacionales. El suceso fue conformado por un movimiento continuado, progresivo y pujante de expansión, que entre fines del siglo XIX y principios del XX llegó a cubrir una región muy vasta y cuyas consecuencias fueron determinantes para el ulterior desenvolvimiento económico y social de la misma, pues sobre sus bases se canalizó la secuencia colonizadora argentina. Incluso, los capitales de los grandes empresarios de Magallanes en suelo argentino no se limitaron únicamente a aquellos aspectos meramente económicos y trascendieron al campo del progreso urbano y social. A modo de ejemplo, es posible mencionar a algunas compañías donde la participación de capital de origen chileno fue importante en diverso grado: la Compañía de Alumbrado Eléctrico de Río Gallegos, la Compañía Telefónica y Luz Eléctrica del Chubut, de Trelew, y la Empresa Telefónica del Sur, de Comodoro Rivadavia.

Este proceso expansivo, no del todo conocido y poco estudiado en Chile, con la notable excepción del investigador magallánico Mateo Martinic, ha sido abordado y reconocido por historiadores argentinos asociados a la Universidad Nacional del Comahue, en Neuquén.

El prolongado proceso a que se ha hecho referencia, hubo de llevar a Punta Arenas a la cima de su influencia supraterritorial. Su primacía histórica y su excepcional ubicación geográfica, entre los océanos Pacífico y Atlántico, se vieron reforzadas por el creciente poderío económico y la prosperidad del territorio que capitalizaba. Tal realidad histórica se ve en la actualidad reflejada en que sus niveles de desarrollo resaltan sobre el resto del espacio patagónico chileno, especialmente respecto de la actual región de Aysén, ello a pesar de su lejanía del centro del país y que el estrecho de Magallanes no posea hoy la relevancia de otrora. De esta manera, sus grados de desintagración y aislamiento en relación a la mayor parte de los territorios patagónicos fronterizos son bajos.

Hasta aquí se ha indicado uno de los resultados de la política latifundaria. Sin embargo, y es aquí adonde interesaba apuntar, este tipo de régimen económico y de tenencia de la tierra acarreó consecuencias negativas para otros territorios aledaños, no sólo desde el punto de vista social sino que afectando a los umbrales de aislamiento y desintegración espacial que manifiestan hoy en día dichos territorios.

En concreto la acción y presencia del Estado, durante el período que abarca este artículo, estuvo ausente en lo social, de la misma forma que en el territorio aysenino. Su actuación global se limitó a entregar grandes concesiones y a establecer ciertas inversiones básicas, en muchos casos limitada a materias viales y policiales. Aspectos más trascendentes como el planteamiento de una política de incremento poblacional para las áreas rurales del territorio magallánico, o la repartición de pequeñas superficies para la explotación de escalas menores de producción, simplemente se presentaron con la mínima fuerza.

La constitución de reservas para el establecimiento de pueblos rurales fue solo ocasional, siendo finalmente estas superficies absorbidas por los dueños o concesionarios aledaños. Del mismo modo, no se reservaron solares para el establecimiento de destacamentos policiales y cuando fue necesario crearlos se debió recurrir a cesiones de uso por parte de los estancieros. A ello hay que agregar que suministros básicos como luz, alimentos, cabalgaduras, y otros que debían ser entregados a dichos funcionarios policiales eran suministrados por las estancias; se llega aís a un cuadro en que los funcionarios policiales asumieron el papel de virtuales dependientes, encargados de cautelar los intereses de los establecimientos en cuyo dominio estaban situados.

Al no existir pueblos-núcleos de desarrollo la desperdigada población rural, desvinculada entre sí y sujeta a dependencia patronal no tuvo ni pudo crear vínculo alguno de arraigo a la tierra, y pasó a ser un conjunto humano transeúnte, desprovisto de todo interés sobre el territorio y su progreso.

Las circunstancias descritas, prolongadas en el tiempo, produjeron un subpoblamiento del área rural y en ciertos casos el despoblamiento, además del aislamiento por razón de las formas de vida adoptadas. En el fondo, se vivieron procesos paralelos totalmente desequilibrados entre sí. Por un lado, la débil acción pública y la difícil y frágil vida rural dispersa; por otro lado, las prósperas instancias empresariales de los grandes estancieros y la reluciente vida urbana, concentrada esta última prácticamente en torno de Punta Arenas.

En este contexto económico y territorial, es el espacio asociado a Tierra del Fuego el que, a la luz de sus actuales indices de aislamiento y desintegración, el que mejor refleja las consecuencias ya no sólo de factores asociados a la rigurosidad del clima o a problemas históricos de accesibilidad, sino que, sobretodo, al tipo de ocupación que se da en el área y al papel de las políticas públicas en la región. Por cierto, la formación del latifundio fueguino generó una estructura estática, aunque económicamente dinámica, que en general impidió una mayor intervención tanto del Estado nacional como de los grupos sociales dispersos y asentados en Punta Arenas.

La parte más extensa del territorio fueguino, lo que es su historia en el siglo XX, se establece en relación a "La Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego", y, a través de ella a un personaje, el señor José Nogueira. Lo interesante del caso es que hacia fines del siglo pasado (1890) la Sociedad Explotadora cubría, entre propiedad y concesión, alrededor de 1.009.000 hectáreas. El proceso se completa con la concesión en 1901 a otra compañía, la Sociedad Industrial y ganadera de Magallanes.

Una de las primeras consecuencias históricas que marca la pauta del proceso es que un millón y medio de hectáreas ciertamente productivas, habían pasado del dominio inmemorial de los sélkman (nativos) al poder de sólo dos personas, una natural y otra jurídica. Sin duda una exageración.

La ocupación de Tierra del Fuego en su desarrollo exigió, además, al igual que en el resto de la patagonia chilena, la presencia de personal especializado en las faenas ganaderas y se obtuvo con la contratación de empleados entendidos en la crianza ovejera, tanto de pastores para las tareas más sencillas de cuidado de ganado, como de capataces y administradores o mayordomos para el manejo y conducción de las explotaciones. Como la inmensa mayoría, si no la totalidad, de tales contrataciones se hicieron con individuos originarios de Escocia o las islas Malvinas, quienes a su turno se rodearon de otros trabajadores de habla inglesa, los establecimientos fueguinos fueron asumiendo física y humanamente aspectos de verdaderas farms(3) y de hecho pasaron a ser enclaves culturales británicos (y a veces, también, económicos), donde lenguas, usos, costumbres y moneda, correspondían a "los propios del entonces esplendoroso imperio de la era victoriana (inglesa)".

De este modo, esta situación de ocupación del espacio fueguino y de desarrollo implicó un "mundo" independiente del nacional, e incluso del propio magallánico. La creación del poblado de Porvenir en 1894 no implicó en la práctica más que otro enclave particular de los vastos terrenos de las compañías ganaderas.

Con el tiempo, al decaer la actividad ganadera y al retirarse los capitales de las compañías, como la recuperación de los terrenos de arriendo y concesión por parte del Fisco, el territorio fueguino manifestó altos porcentajes de desintegración y ausencia de desarrollo, quedando aislado no sólo del resto del territorio nacional sino también del propio continente magallánico. La semilla que dio origen el modo de ocupación de dichos territorios fronterizos es la que en la actualidad se muestra abierta en sus condiciones y niveles de carencia de una estructura caminera integrada, dotación de servicios e infraestructura adecuada, dispersión de la población y graves problemas geopolíticos por la existencia de abundantes terrenos fronterizos sin asentamiento humano ni desarrollo productivo. Facilitar la creación de equipamientos, la integración de esas regiones con el resto de Chile y con las regiones limítrofes argentinas, es una tarea pendiente para el gobierno chileno
 

Conclusiones
 

1.- Es posible estimar que dadas las particularidades territoriales del territorio patagónico chileno, el Estado nacional no estableció una política específica ni mantuvo niveles de inversión acordes con dicha situación excepcional. En la práctica, el territorio de Aysén no fue incorporado a la vida nacional; en realidad se hizo de una manera inicialmente simbólica, lo que sólo fue realizado en los comienzos del presente siglo. El caso de Magallanes presenta otras características, ya que la política pública sobre la zona se inicia mucho antes (década del 40 del siglo XIX), incluso anterior a la presencia del Estado argentino sobre sus territorios fronterizos. Esto lleva a que el modo de ocupación oficial tenga otras características.

2.- La ocupación del territorio de Aysén responde a dos formas distintas, por su naturaleza histórica y condición socioeconómica: la presencia de compañías ganaderas de inestable duración y manifestación concreta (con la excepción de la Sociedad Industrial Aysén), avalada ésta por la política oficial de la época; y la colonización particular o espontánea, lo que puede resultar a la postre ser dimensionada como prototipo.

3.- En el territorio de Magallanes la política pública de las tres primeras décadas del presente siglo establece los cimientos de dos tipos de situaciones futuras: por una parte, elevados niveles de desarrollo y expansión territorial y económica; por otra, la marcada influencia del sistema latifundiario consolida territorios ausentes de una presencia estatal activa, generándose territorios marcados hasta la actualidad por la desintegración y el aislamiento. Tal es el caso de Tierra del Fuego.

4.- En la ocupación territorial de la Patagonia chilena inciden factores asociados a la singular condición geográfica de dichos espacios fronterizos. A saber: rigurosidad climática, situación geomorfológica del área (presencia marcada de la Cordillera de Los Andes), así como el grado de accesibilidad que estos territorios manifiestan.

5.- De esta manera, en una visión global, es factible concluir que la actual desintegración y grados de aislamiento de importantes espacios fronterizos de la patagonia chilena, es el resultado especialmente de la carencia de una política oficial particular sobre estas áreas así como de las condiciones territoriales propias de áreas fronterizas de difícil acceso y especial condición geográfica.
 

Bibliografía
 

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Notas
 

1. En Magallanes el proceso se inicia con antelación, ya que se instaura la zona como "zona de colonización" hacia mediados del siglo XIX.

2. Finalmente lo que realmente sucedió fue que provocaron una migración de peones más que de colonos, muchos de los cuales eran oriundos de la isla de Chiloé, dando origen a un importante grupo de mano de obra asalariada.

3. Modelos de granjas británicos de explotación agrícola y ganadera
 

© Copyright: Andrés Núñez, 1999

© Copyright: I Coloquio Internacional de Geocrítica, 1999



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