Cristina Ramírez Roa: «La crisis se esconde a los niños»

Cristina Ramírez Roa.
Cristina Ramírez Roa.
Entrevistas
(23/12/2013)

Cristina Ramírez Roa es profesora del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UB desde hace veinticinco años. Está especializada en Psicología de la Sexualidad y es codirectora del máster en Terapia Sexual y de Pareja. Además, colabora en entidades educativas como asesora, formadora y conferenciante.

Cristina Ramírez Roa.
Cristina Ramírez Roa.
Entrevistas
23/12/2013

Cristina Ramírez Roa es profesora del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UB desde hace veinticinco años. Está especializada en Psicología de la Sexualidad y es codirectora del máster en Terapia Sexual y de Pareja. Además, colabora en entidades educativas como asesora, formadora y conferenciante.

Hace años que usted acuñó la expresión de niños hiperregalados. ¿Podría explicar a qué se refiere este concepto?

Se trata de un niño que recibe un gran volumen de regalos, en cualquier época del año y, lo más importante, sin excusa alguna. Es decir, no se ha ganado la mayor parte de esos regalos, piensa que se lo merece todo y se le ha ido acostumbrando a que se le conceda todo lo que pide y a que pueda obtener todo lo que desea. Lo más preocupante de este futuro adulto es que crezca con la sensación de que puede conseguir cualquier cosa con el mínimo esfuerzo, de que todo es posible cuando señala con el dedo, o bien de que puede pedir todo lo que desea marcándolo en un catálogo —porque ahora se editan enormes catálogos que inducen a los niños a soñar que pueden tenerlo todo— y además, en la realidad, conseguirlo de inmediato.

 
Ahora, en el contexto actual de crisis, ¿ha cambiado algo?
 
Tenemos la impresión de que por parte de los adultos el consumo ha bajado en lo referente a ellos mismos. Pero cuando se trata de los niños y jóvenes, las cosas no están tan claras. En un gran porcentaje de familias, la crisis se esconde a los niños, y mientras los mayores renuncian a muchas cosas, los pequeños de la casa y los adolescentes no. Este panorama puede provocar situaciones de conflicto permanente de difícil manejo.
 
 
¿Entonces no podemos afirmar que la crisis haya racionalizado el consumo?
 
No es fácil revertir la situación cuando durante décadas hemos desarrollado habilidades consumistas basadas en valores de consumo desmesurado. Sí que se aprecia una enorme preocupación por no poder dar a los hijos todo lo que se merecen. Nuestra duda es si realmente hay que dar tanto e indiscriminadamente. A nuestro modo de ver, este momento es propicio para plantear, reflexionar y transmitir unos valores que durante casi tres décadas hemos olvidado: la moderación, el esfuerzo, los afectos, el valor de las cosas y no su precio, entre otros. Es probable que se racionalice verdaderamente el consumo cuando dentro de las familias se tenga un verdadero diálogo, se comparta más tiempo y de más calidad y nos interesemos e interesemos a los otros en que lo más importante es poseer afectos y no cosas.
 
 
Y cuando haya pasado la crisis, ¿habremos aprendido algo o esta tendencia de consumo desmesurado volverá a imponerse?
 
Si se hace verdaderamente una gestión adecuada y real de la crisis, creemos que nada volverá a ser igual, al menos para las clases medias. En cualquier caso, se impone una reprogramación del consumo, es decir, reeducar y reeducarnos en el no consumo, hasta llegar a conseguir el ansiado consumo responsable.
 
 
¿Cómo podemos, pues, conseguir una gestión adecuada y real de la crisis?
 
Hay que pensar, valorar, comparar, prever y finalmente tomar una decisión. Consumir solo aquello que realmente sea necesario. Consumir y disfrutar bienes más intangibles pero muy enriquecedores. Desde hace años, recomiendo a las familias salir sin dinero, sin tarjetas, a dar un paseo. A mirar y ver, a disfrutar de lo que nos ofrecen las ciudades. Otra recomendación es hacer más familia, más amigos, compartir más en distancias cortas y escuchar a los sabios de la casa, las personas mayores: ellos sí que saben de crisis y de cómo superarlas. Seguro que todos podemos aprender algo hablando con ellos, antes de que nos falten y antes de que vuelvan las vacas gordas.