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Mi oficio radica en la observación y la medida.

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Si tu trabajo es en cierta medida lo que haces, puedes llegar a sentir una especie de soledad (…) yo no puedo permitirme perder el contacto conmigo mismo, pues es realmente todo lo que tengo.

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(...) Es algo muy diferente de la idea de realizar, por ejemplo, un cuadro sobre la guerra, o de materializar una forma premeditada. [Mis obras] son más físicas que estéticas.

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Ahora tenemos una gran cantidad de información. Un pintor de hace cien o doscientos años sabía muy poco de lo que pasaba en el ámbito de la pintura en cualquier otro lugar, a excepción de su círculo inmediato de amigos o de algún acontecimiento señalado. Además para él no era natural tomar en consideración la pintura rupestre y asimilarla a su concepto particular del presente. A mi juicio, existen dos clases de artistas. Hay un grupo que trabaja independientemente, obedeciendo a sus propios instintos e impulsos; la obra se convierte en un producto, o en testigo, o bien en la prueba de un compromiso y una curiosidad personales. Casi se podría decir que el arte, ya sea la pintura, la música o cualquier otro, son los restos de una actividad. La actividad es el factor que más me interesa. Prácticamente todo lo que he hecho ha sido para ver qué ocurriría si actuase de esta manera en vez de aquella.

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Siempre me han atraído más las cosas comunes y familiares, porque las encuentro mucho más misteriosas. Lo exótico tiene tendencia a parecer enseguida extraño. Con los objetos normales y corrientes, soy bastante más libre; hacen volar más lejos mis pensamientos.

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[Monogram] Te olvidas de lo arbitraria que es una cabra en la composición; una finalidad que, a fin de cuentas, nunca tuvo. Fue uno entre múltiples desafíos, pero no era una función de la obra exhibir un animal exótico bajo una óptica interesante. Además, el neumático que ciñe su cuerpo la devuelve al lienzo e impide que sea un objeto en sí misma. El espectador no dice “¿Qué pinta esa cabra en el cuadro?”, sino “¿Por qué hay un neumático alrededor de la cabra?”. Y ya se ha involucrado.

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Siempre he sentido un tremendo respeto por el trabajo de los demás, pero me he resistido deliberadamente a utilizar los estilos ajenos, aun a sabiendas de que nadie posee el monopolio de una técnica o una actitud. A mí me parece más válido pensar que el mundo es lo bastante grande como para que nadie tenga que seguir las huellas de sus iguales. Cuando te aprestas a hacer algo, jamás debes perder de vista no sólo que nada te obliga a hacerlo, sino que el resultado podría ser cualquiera; en ese instante comienza a ponerse interesante y te reconcilias con tus propias limitaciones.

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Es como si me hubiera metido en otra piel y me hubiera equivocado, una piel que da un poco de miedo. Quiero decir, si tu trabajo es en cierta medida lo que haces, puedes llegar a sentir una especie de soledad. Ahora empiezo a tener esa sensación, a preguntarme hasta dónde van a llegar las dificultades de mantenerse en contacto. Y yo no puedo permitirme perder el contacto conmigo mismo, pues es realmente todo lo que tengo.

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Yo suelo enfocar el trabajo como una especie de comunión con los materiales, y también como un interés específico que va cambiando.

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Era La Esperanza, una mujer sentada sobre un globo terráqueo con la cabeza envuelta en uno de esos lazos-vendaje y creo que una lira, mientras  el agua (...) borbotea a su alrededor. ¡Era de un verde que únicamente se ve en las reproducciones!

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Mi mente cambiaba al cabo de unos minutos y yo entresacaba todas las letras ‘o’, después todas las letras ‘a’ de una página. Todavía tengo problemas con la lectura y por eso no leo mucho. Probablemente la única razón de que yo sea pintor es que no podía leer; en cambio me gusta escribir, pero cuando escribo sé lo que escribo, cuando leo no lo veo, pues procede de todos los lados de la página a la vez. Pero eso es muy bueno para hacer grabados.

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Cualquier incentivo para pintar es tan bueno como cualquier otro. No hay tema malo. La pintura es siempre más fuerte cuando a pesar de la composición, el color, etc. aparece como un hecho, o una inevitabilidad, lo contrario de un recuerdo o una composición. La pintura tiene que ver tanto con el arte como con la vida. Ninguno puede ser hecho. Yo trato de actuar en el espacio entre los dos. Un par de calcetines no es menos adecuado para hacer una pintura que la madera, los clavos, la esencia de trementina, el óleo o la tela. Un lienzo nunca está vacío.

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En la autoconfesión y autoconfusión del expresionismo abstracto había algo –como si el hombre y la obra fueran lo mismo- que siempre me desanimaba porque en aquel tiempo mi interés iba en la dirección opuesta.
Era todo un lenguaje que yo nunca podría utilizar para mí mismo; giraba en torno a palabras como ‘torturado’,’lucha’, ‘dolor’... Nunca pude ver estos aspectos en la pintura. Pude verlos en la vida y el arte que ilustra la vida. Pero no pude ver tales conflictos en los materiales, y supe que eso tenía que estar en la actitud del pintor.

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No creo que ningún artista honesto se plantee hacer arte. Uno ama el arte. Uno vive el arte. Uno es arte. Uno hace arte. Pero sencillamente está haciendo algo. Está haciendo lo que nadie puede impedirle hacer. Así, no hace falta que sea arte, es la propia vida.

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