Filosofía, arte, literatura

 
 
 

Los Ensayos de Montaigne son una fuente inagotable de sabiduría y de inteligencia aplicada a la introspección, obra tan profunda e imprevisible como los recodos de ese territorio infinito que forma el espíritu de un hombre cuando se pierde en ellos. Hemos recopilado un puñado de observaciones a partir de la edición de 1595 de Marie de Gournay, con edición y traducción de J. Bayod Brau y un prólogo de Antoine Compagnon (Barcelona: Acantilado, 2007).


------------------------------------------------------------------------------------------------- MORAL

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Censurar en otros mis propias faltas no me parece más contradictorio que censurar, como hago a menudo, las de otros en mí.
La formación de los hijos. I, XXV.
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El bien que yo puedo realizar contento es tanto más meritorio, cuanto que no me siento obligado a practicarlo
La formación de los hijos. I, XXV.
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No debe dejar de practicar el mal ni por falta de fuerzas ni por falta de capacidad, sino por falta de voluntad.
La formación de los hijos. I, XXV.
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No hay mal posible en la vida para aquel que ha comprendido que la privación de la misma no es un mal.
La formación de los hijos. I, XXV.
------------------------------------------------------------------------------------------------- [Acerca de los caníbales] No me enoja que señalemos el bárbaro horror que hay en tal acción, pero sí que juzguemos bien acerca de sus faltas y estemos tan ciegos para las nuestras.
Los caníbales. I, XXX.
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En general todo lo que llamamos bien, se convierte en bien para el justo y en mal para el injusto.
La desigualdad que hay entre nosotros. I, XLII.
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La principal tarea que cada cual tiene es su propia conducta; y para esto estamos aquí.
Reservar la propia voluntad. III, X.
------------------------------------------------------------------------------------------------- La cólera no sólo turba, sino que, de por sí, cansa también los brazos de aquellos que castigan. Ese fuego aturde y consume su fuerza. Así como la precipitación “produce el retraso”, la prisa se pone a sí misma la zancadilla, se estorba y se detiene.
Reservar la propia voluntad. III, X.
-------------------------------------------------------------------------------------------------Aquel que va más moderadamente a ganar o a perder siempre está en sí; cuanto menos se pica y apasiona con el juego, más ventajosa y seguramente lo dirige. Además, no dejamos que el alma agarre y apriete, dándole tantas cosas que coger. Ha de mirar solamente unas, atar otras e incorporarse las demás. Puede ver y sentir todo, mas no ha de alimentarse sino de sí misma, y ha de conocer lo que la atañe propiamente.
Reservar la propia voluntad. III, X.
-------------------------------------------------------------------------------------------------Júzgome sólo por lo que verdaderamente siento, no por lo que discurro.
La experiencia. III, XII.
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FILOSOFÍA
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La filosofía es la que nos enseña a vivir.
La formación de los hijos. I, XXV.
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La filosofía nos presenta también en lo demás no lo que es o lo que cree, sino aquello que forja con mayor verosimilitud y elegancia.
Apología de Ramón Sibiuda. II, XII.
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Es muy notable que las cosas en nuestro siglo hayan llegado al punto de que la filosofía sea, aun para la gente de entendimiento, un nombre vano y fantástico, que se considera de nula utilidad y nulo valor.
La formación de los hijos. I, XXV.
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La filosofía no es más que una poesía sofisticada.
Apología de Ramón Sibiuda. II, XII.
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Los misterios de la filosofía comparten muchas cosas extrañas con los de la poesía.
Apología de Ramón Sibiuda. II, XII.
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La dificultad es una moneda que los doctos emplean, como los prestidigitadores, para no descubrir la vanidad de su arte, y merced a la cual la necedad humana se contenta fácilmente.
Apología de Ramón Sibiuda. II, XII.
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No necesito golosinas ni salsa; la comida, me la como cruda […], los diálogos del mismo Platón son cansinos y ahogan en exceso su materia, y de lamentar el tiempo que emplea en largas interlocuciones, vanas y preparatorias.
Los libros. II, X.
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Que juzguen a su antojo; pero que nos dejen también con qué juzgar después de ellos.
Los libros. II, X.
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¿Para qué sirven esas elevadas cimas de la filosofía en las cuales ningún ser humana puede asentarse, y esas reglas que exceden nuestra práctica y nuestra fuerza? Veo con frecuencia que nos proponen imágenes de vida que ni el que las propone ni los oyentes tienen espereza alguna de seguir, ni peor aún, deseo de hacerlo.
La vanidad. III, IX.
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En comparación con el común de los hombres, pocas cosas me afectan o, por decirlo mejor, me dominan. Porque es razonable que afecten, con tal de que no nos posean. Pongo un gran empeño en aumentar, con el estudio y la razón, el privilegio de insensibilidad que, por naturaleza, tengo muy desarrollado. Abrazo pocas cosas y, por consiguiente, me apasiono por pocas. […] ciertamente, me opongo con todas mis fuerzas a aquellas pasiones que me distraen de mí y me apegan a otras cosas.
Reservar la propia voluntad. III, X.
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Se invierte más trabajo en interpretar las interpretaciones que en interpretar las cosas, y hay más libros sobre libros que sobre cualquier otro asunto. No hacemos sino glosarnos los unos a los otros.
La experiencia. III, XIII.
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Sé mejor qué es un hombre de lo que sé que es un animal, o qué es mortal, o qué es razonable. Para satisfacer una duda, me dan tres; es la cabeza de la hidra.
La experiencia. III, XII.
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No hacemos sino glosarnos a nosotros mismos.
La experiencia. III, XII.
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Preferiría ser un entendido en mí mismo que serlo en Cicerón.
La experiencia. III, XIII.
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Las leyes más deseables son las menos numerosas, las más simples y generales; y creo incluso que sería mejor no tener ninguna que tenerlas en el número que nosotros las tenemos.
La experiencia. III, XIII.
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POESÍA
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Me gusta la forma de andar poética, a saltos y a zancadas.
La vanidad. III, IX.
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La poesía es el lenguaje original de los dioses.
La vanidad. III, IX.
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El poeta, dice Platón, sentado sobre el trípode de las Musas, vierte, movido por la furia, todo cuanto le viene a la boca, como el caño de una fuente, sin rumiarlo ni sopesarlo, y se le escapan cosas de color distinto, de sustancia contraria, y con un curso interrumpido.
La vanidad. III, IX.
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Estimamos que tiene grande e incomparable preferencia el honor de la invención sobre el honor de la citación.
La fisonomía. III, XII.
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VIDA
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No busco otra cosa que la ciencia que trata del conocimiento de mí mismo y que me enseña a morir bien y a vivir bien.
Los libros. II, X.
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Hay que acostumbrar se a las acciones, no a las palabras.
La formación de los hijos. I, XXV.
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«Que se atrevan todos a venir, y que se reúnan para comer con él, pues comerán a la vez a sus propios padres y abuelos, que sirvieron de alimento y nutrición a su cuerpo. Esos músculos» dice, «esa carne y esas venas son los vuestros, pobres insensatos; no caéis en la cuenta de que todavía se conserva en ellos la substancia de los miembros de vuestros ancestros. Saboreadlos bien, hallaréis el gusto de vuestra propia carne.»
Los caníbales. I, XXX.
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Uno puede detenerse en la corteza, pero tras haber extraído la médula. De la misma manera que, tras haber bebido el buen vino de una bella copa, examinamos sus grabados y su arte.
La vanidad. III, IX.
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La sabiduría humana nunca alcanzó hasta los deberes que ella misma se había prescrito. […] El hombre se ordena a sí mismo encontrarse necesariamente en falta. No es muy astuto asignarse una obligación acorde con la razón de otro ser que el propio.
La vanidad. III, IX.
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Hay quien efectúa ensayos y no sabría efectuar acciones.
La vanidad. III, IX.
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Me entrego al cambio de una manera imprudente y turbulenta. Mi estilo y mi espíritu vagabundean de la misma manera. Hay que tener un poco de locura si no quiere tenerse más necedad.
La vanidad. III, IX.
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Los males más graves y corrientes son aquellos con los que nos carga la imaginación. […] Quien teme sufrir, sufre ya por lo que teme.
La experiencia. III, XIII.
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MUERTE
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La existencia de que disfrutáis pertenece por partes iguales a la vida y a la muerte. El primer día de vuestro nacimiento os encamina tanto al morir como al vivir.
Que filosofar es aprender a morir. I, XIX.
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Vivamos y riamos entre los nuestros; vayamos a morir y a rechinar junto a los desconocidos.
La vanidad. III, IX.
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No me aterra tanto morirme como entrar en confidencia con el morir.
La vanidad. III, IX.
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AMISTAD
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La perfecta amistad de que hablo es indivisible: cada uno se entrega tan totalmente a su amigo, que nada le queda para distribuir a los demás.
La amistad. I, XXVII.
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La amistad a nada le pone trabas por ser su fin ella misma en definitiva.
La amistad. I, XXVII.
------------------------------------------------------------------------------------------------- Ninguno me sigue, ama, ni respeta, por la amistad particular que pueda haber entre él y yo, pues la amistad es difícil donde falta la relación y correspondencia.
La desigualdad que hay entre nosotros. I, XLII.
------------------------------------------------------------------------------------------------- Más busco yo la amistad de los que me amonestan que la de los que me temen.
El arte de la discusión. III, VIII.
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AMOR
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Debemos más amor a Dios que a nosotros mismos, conociéndolo menos; a pesar de ello, hablamos de Dios a nuestra total satisfacción.
La vanidad. III, IX.
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Probablemente el amor no es más que el deseo furioso de algo que nos abandona.
La amistad. I, XXVII.
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Cuando nos ordenan amar antes que a nosotros, tres, cuatro y cincuenta órdenes de cosas, imitan el arte de los arqueros, los cuales, para dar en la diana, apuntan muy por encima de ella.
Reservar la propia voluntad. III, X.
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