Sobre el estilo tardío

Francis García Collado

Schopenhauer, Arthur. Senilia. Traducción de Roberto Bernet. Barcelona: Herder, 2010, 464 páginas

Tras una fuerte dolencia que condujo al hospital a un ya centenario filósofo contemporáneo, un colega de profesión me explicó que al ir a visitarlo había quedado sorprendido porque no había visto un solo libro en su casa. Tras preguntarle la razón por la que un profuso lector como él no tenía ni un solo ejemplar obtuvo una sencilla respuesta:

—En mi testamento consta la donación de mis libros a la biblioteca, y tras mi último achaque nadie creyó que fuera a salir vivo; de manera que empezaron el traslado de todos mis volúmenes. Desde entonces me han hecho un despacho en la biblioteca y así todos tan contentos.

Esta historia, atestigua algo consabido: en la vejez acechan más los buitres que la propia muerte. Tal vez sea ese uno de los motivos que hacen que el hombre de espíritu prefiera, como señalaba María Zambrano, defender su soledad mediante la escritura y entregarse a la reflexión. Si el sujeto en cuestión está repleto de vitalidad e inteligencia, sus reflexiones serán enjundiosas, de lo contrario serán un compendio que en lugar de centrarse en el beneficio que puede obtenerse del tiempo libre en la ancianidad, terminará por ser una retahíla de comentarios sobre la vejez misma. Sobre esta cuestión albergo la ligera sospecha de que quienes reflexionan sobre la vejez lo hacen, o bien para constatar algo obvio: que los viejos son viejos y se encuentran a merced de las limitaciones físicas propias de la edad, o por otro lado, lo hacen para dar lástima y llamar la atención a su entorno. En este sentido, la obra publicada por Herder, Senilia, goza de buena salud puesto que no trata sobre la senectud sino como indica el subtítulo, compendia las “reflexiones de un anciano”. El presente volumen es la suma correspondiente al tomo XI del legado manuscrito de Arthur Schopenhauer de la Biblioteca del Estado de Berlín, cuyo contenido reunía además de esbozos de prólogos para sus obras, una gran cantidad de breves escritos y adagios de diversa temática que el autor escribió entre 1852 y 1860, es decir, ocho años antes de su muerte.

El hecho que Schopenhauer reflexione sobre la lengua alemana, la universidad, religión, física y filosofía, hace que el libro adquiera interés por sí mismo, resultando una muestra de ese espíritu inquieto que fue el filósofo y cuya actitud de dejar la muerte para los muertos e intentar extraer el meollo al pensamiento, me hace recordar otra anécdota narrada por mi colega sobre el nombrado pensador centenario: cuando visitó el despacho de la biblioteca del aludido filósofo, encima de la mesa de su despacho se encontró con un grueso volumen que aquel acababa de empezar a leer. De manera que mientras los otros daban por muerto al viejo… a este no le amedrentaba y eso le hacía estar tan vivo que se sentía con valor de empezar la lectura de un libro que probablemente no acabaría de leer dada su edad, cosa que así sucedió.

Pues bien, esa es la actitud de Schopenhauer, sus reflexiones vitales sobre los temas ya mencionados no colocan a Senilia en la cima del conjunto de su obra filosófica, pero sí la convierte en el colofón de toda una vida entregado a la reflexión, a la crítica mordaz y a la vieja tradición que hacía del filósofo un pensador erudito cuyo saber en ciencia era equiparable a su capacidad reflexiva, lo que en él resulta más claropuesto que realizó estudios de medicina.

La vitalidad de Schopenhauer, un tanto aquejada por cierto optimismo socrático que le llevaba a decir lo que pensaba sobre su entorno sin tapujos, hace que la mayoría de los escritos de esta obra estén redactados con un estilo un tanto simplón en ocasiones, y en otras, adornados con latinismos y helenismos. Este volumen, correspondiente al manuscrito de Schopenhauer, se encuentra próximo a Parerga y Paralipómena en cuanto a que se compone de escritos secundarios, sin embargo, el contenido se aleja de los aforismos relacionados con saber vivir que tanto recuerdan a Gracián y que fueron los textos que mayor popularidad darían al filósofo alemán. Como volumen recopilatorio de temas variados, el lector podría terminar aburriéndose por la repetición casi literal de algunas cuestiones y por la dispersión temática no indexada que se limita a seguir el orden del manuscrito original. Las dificultades que hubo de pasar Schopenhauer para enseñar en la universidad están presentes este volumen, donde destaca la inquina y menosprecio que Schopenhauer profesa hacia Hegel, sumadas al desprecio por los profesores de filosofía y la crítica constante a la universidad. Para el autor de Senilia la filosofía no debe ser un complemento para la educación de licenciados en otras especialidades sino un modo de mirar y entender. Los profesores de filosofía serían entonces los responsables de que el pensamiento crítico se haya convertido en teología.

Para Schopenhauer. más preocupante que la inminencia de la muerte y los gusanos que habrán de devorarlo, es el mal uso y la interpretación de su pensamiento en el mundo universitario.

Sus críticas están dirigidas no sólo al pensamiento, sino también a la escritura. Schopenhauer teme por la situación de la lengua guiada por pseudo-intelectuales más preocupados por hacer más asequible la lectura para poder llegar a un público más amplio que en escribir textos con alguna sustancia, los que denomina como la “germanía miserable del noble tiempo actual” parecen ser los causantes de un declive del que Spengler hará su bandera en La decadencia de Occidente y a los que Schopenhauer corregirá y criticará para combatir los barbarismos y solecismos que tanto mal hacen a la lengua alemana. En este punto que ocupa aproximadamente una tercera parte de la obra podrán recrearse los amantes de la filología, y centrarse en cuestiones lingüísticas, en su mayoría de tipo léxico.

Como resumen de la actitud del pensamiento esgrimido en la obra de este amante de Kant y de la filosofía, valga el siguiente escrito:

He buscado la VERDAD, y no una cátedra. En esto estriba, en el fondo, la diferencia entre yo y los llamados filósofos poskantianos. Esto se irá reconociendo cada vez más con el tiempo. (p, 189).

Si bien no es este un libro esencial, lo cierto es que goza de una condición superior, la de lo innecesario, la de todo aquello hecho para el goce, como una zambullida en el jacuzzi de las letras y el pensamiento. Una obra en la que el buen lector sabrá detenerse y disfrutar sin prisa de la escritura meditada y pausada.

Por ello es de agradecer a Ernst Ziegler y Franco Volpi la edición de este volumen y hacer mención especial a este último, hombre entregado al estudio de la filosofía que a sus cincuenta y seis años y poco después de acabar este trabajo falleció atropellado por un coche mientras iba en bicicleta.

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