9.4. Efectos del ruido sobre el rendimiento

Quizás el efecto más nocivo de la exposición a ambientes ruidosos en términos de rendimiento es que el ruido tiene la capacidad de atraer involuntariamente nuestra atención y, por lo tanto, tiene un efecto disruptivo en relación con las tareas que podemos estar realizando en un determinado momento. Entre los efectos negativos destacan, además de déficit de atención, aumento de la tasa de errores, imprecisión y falta de calidad en las respuestas emitidas, estados generales de ansiedad y sensación global de cansancio.

Además, la “lucha” contra el ruido en situaciones de rendimiento tiene efectos acumulativos, es decir, su impacto en términos de fatiga atencional continua presente incluso cuando la situación ruidosa desaparece.

En un estudio realizado en aulas de generaron dos grupos de escolares para realizar una actividad de cálculo durante 60 minutos. En el grupo control se mantuvo el nivel acústico habitual durante toda la sesión. El grupo experimental trabajó en situación de ruido durante la primera media hora. Los resultados fueron que, en la primera media hora el grupo experimental rindió mejor que el grupo control, pero este rendimiento cayó en picado durante la segunda media hora, a pesar de que la situación ruidosa había desaparecido. En esa segunda parte el grupo control obtuvo mejores resultados. Una explicación posible es que la bajada de rendimiento en el grupo experimental se debió a los efectos acumulativos de la fatiga atencional.

Además, estos efectos disruptivos pueden acentuarse o atenuarse en función de toda una serie de variables. Repasemos algunas:

 

•    Si el ruido es intermitente resulta más molesto que si es continuo.  
•    Si, además, el ruido es aperiódico (imprevisible) resulta más molesto que si es regular. 
•    La imprevisibilidad es el determinante de buena parte de los efectos aversivos ya que se suele asociarse con amenaza, desvía con más intensidad la atención dedicada a la tarea y genera situaciones donde se hace mucho más difícil la adaptación. Mucha gente que confiesa tener miedo a los petardos, en el fondo a lo que tiene miedo es a la imprevisibilidad del ruido que generan, lo cual los convierte en una amenaza para su integridad física. La intensidad, a su vez, incrementa exponencialmente este efecto. Por esas mismas razones, los perros son, muchas veces, las principales víctimas de una noche de verbena.
•    Ruidos de intensidad o ritmo desconocido incrementan la curiosidad y distraen la atención.  
•    Cuanto más alto es el ruido con respecto al fondo acústico ambiental, más despierta nuestra atención y más distrae.
•    Pero, por otra parte, los ruidos cercanos al umbral de inteligibilidad son más disruptivos porque concentran nuestra atención en su desciframiento y, por lo tanto, captan y focalizan nuestro esfuerzo en detrimento de la tarea o de la interacción social que estamos manteniendo. El llamado efecto de “poner las antenas” es un claro ejemplo de este fenómeno: nuestra atención se activa y focaliza ante conversaciones ajenas que, con un poco de “esfuerzo” permiten ser escuchadas. Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra.
•    Los ruidos de origen desconocido provocan más ansiedad ya que resulta más difícil el control cognitivo de la situación.
•    Ruidos con espectros de altas o bajas frecuencias son más molestos que los que se sitúan en frecuencias medias.
•    Los ruidos no producidos por nuestro trabajo son más molestos que aquellos que nosotros mismos generamos. Las obras en la calle son una de las situaciones más molestas en términos de contaminación acústica: las frecuencias extremas de las herramientas mecánicas y la distinta percepción del ruido entre trabajadores y vecinos son algunas de las variables que contribuyen a ello.

 

Efectos del ruido en ambientes escolares  

Efectos del ruido en ambientes laborales 

Efectos del ruido en ambientes residenciales 

 

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