Bernabé López García, catedrático de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, especialista en historia contemporánea del mundo árabe.
1.Usted como catedrático en un Departamento de Estudios Árabes e Islámicos en un país occidental, ¿cómo definiria el Orientalismo?
Existe más de una definición de Orientalismo. Hay que distinguir, por un lado, la definición que se refiere al mundo del arte y la literatura. Orientalistas son Delacroix, Fortuny, en el mundo de la pintura o Lord Byron, Chateaubriand, Loti o Rubén Darío en el de la literatura. Idealizan, inventan, un Oriente imaginario, poco en contacto con la realidad que dibujan, aunque a veces, como en ciertos cuadros de Tapiró, la describen o imitan. Por otro lado, está la definición que da el mundo de la investigación histórica o arqueológica. Desde 1873 tuvieron lugar reuniones científicas que congregaban periódicamente a los estudiosos en temáticas relacionadas con el “Oriente”, los Congresos de Orientalistas, que reunían a especialistas desde los estudios islámicos a los bíblicos y hasta los dedicados al Extremo Orienta, como Japón o China, y que definían ese “Oriente” de manera claramente eurocentrista incluyendo todo lo que estaba al Este de Europa. Y por último la definición de orientalismo que se refiere al mundo de la ideología y que ha llegado a tomar un significado político. Edward Said lo define así: “Es un estilo de pensamiento que se basa en la distinción ontológica y epistemológica que se establece entre Oriente y -la mayor parte de las veces- Occidente”.
Son definiciones encontradas, contradictorias, una que puede decirse positiva, en tanto creadora de obras de arte que han pasado a la posteridad, otra no necesariamente neutral, en la medida en que detrás de muchos trabajos científicos de calidad quedaba un poso de eurocentrismo que los desnaturalizaba en parte. Y otra que ha llegado a ser percibida como negativa, a través de un cliché que ha terminado en la deriva “decolonial”.
Dado que los orientalistas en el mundo del arte o de la investigación científica han dado lugar a obras memorables que han ayudado a ilustrar múltiples aspectos de la diversidad del mundo, creo que hay que reivindicar y defender el trabajo de cuantos orientalistas creadores hayan existido, si bien conviene ser consciente de que detrás de las obras de algunos la mirada eurocéntrica pudo esconder y escondió intenciones de dominación.
2. Es granadino. Granada es -como Estambul- una de las ciudades-escenario importantes para el mundo artista y literario orientalista.
Granada es, en efecto, un escenario orientalista por excelencia. Se puso de moda en pleno romanticismo por los relatos y dibujos de viajeros ingleses como Richard Ford o de escritores y diplomáticos americanos como Washington Irving que visitaron y vivieron en la ciudad hacia 1830 y contribuyeron a difundir una imagen de la ciudad como una de las esencias del Oriente. La Alhambra, su principal monumento, en donde llegaron a vivir tanto Ford como Irving, o el Albaicín, la antigua “medina” o barrio árabe de la ciudad, atrajeron a artistas y escritores a lo largo de siglo XIX y XX que siguieron ilustrando esa imagen orientalista de la ciudad. El más representativo fue Mariano Fortuny, probablemente el más grande pintor orientalista de España, que también vivió unos años en la ciudad.
3. El Diván del Tamarit de Federico García Lorca es una colección de poemas, denominados “casidas” y “gacelas”, en homenaje a los poetas árabes de Granada. Pero, su poesía supongo que no se puede incluir dentro del orientalismo…
Este es un libro que Federico no pudo ver publicado. Su primera edición es póstuma, en Buenos Aires y Nueva York en 1940. Originariamente debía haberse publicado en Granada en 1934. La historia de este libro tiene mucha relación con el orientalismo, pues en el título del libro y de los poemas, las palabras “Diván”, “Casida” y “Gacela” nos evocan el mundo oriental del que Lorca había quedado fascinado desde la lectura de los Poemas arábigoandaluces publicados por el arabista Emilio García Gómez en 1930, una edición y traducción de poetas andalusíes. García Gómez, profesor en la Universidad de Granada, debía haber publicado el prólogo de la edición que nunca llegó a hacerse. El título del libro evoca la Huerta del Tamarit, en la Vega de Granada, una finca muy cerca de la ciudad, propiedad de un hermano del padre de Lorca, Francisco García Rodríguez, mi abuelo materno, próxima de la Huerta de San Vicente, finca de verano de la familia de Federico.
El libro, aunque con esas evocaciones orientales, no es un libro propiamente orientalista, sino de temática amorosa.
4. De la poesía a la pintura: durante muchos años trabajó entre España y Marruecos. Y vivió en Tánger. Uno de los grandes pintores orientalistas españoles es Josep Tapiró. Describía el aspecto más chocante de la sociedad tradicional tangerina. ¿Nos podía hablar sobre a través de la pintura Tapiró la relación estrecha entre pintura y orientalismo?
La pintura de este pintor, amigo íntimo de Fortuny, instalado en Tánger hacia finales del siglo XIX, es orientalista por su temática, pero en realidad era de un hiperrealismo máximo.
Una buena parte de sus acuarelas eran retratos de tipos de la ciudad de Tánger, utilizando modelos naturales pero también fotografías de fotógrafos como Antonio Cavilla, que le permitían ser detallista al máximo. Tapiró pintaba sobre todo para una clientela extranjera, prioritariamente anglosajona, pues su pintura era muy cotizada en Inglaterra y Estados Unidos donde el exotismo orientalista seguía ejerciendo un gran atractivo. Quizás por ese hecho su pintura es menos conocida en España, pues vivió retirado en su taller de Tánger con poca relación con España. El edificio del taller de Tapiró sigue existiendo en Tánger, en una casa de estilo tradicional marroquí en plena medina árabe en la que he tenido la suerte de haber vivido.
Queremos agradecer al profesor Bernabé López García que haya respondido tan amablemente a las preguntas de nuestra entrevista.
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