Excavaciones arqueológicas del santuario de Can Modolell, Cabrera de Mar.
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Introducción:
Can Modolell se encuentra en las afueras de Cabrera de Mar, un pueblo situado a 27 km al noreste de Barcelona. El yacimiento ocupa una plataforma en la ladera de una pequeña elevación que aprovecha unas condiciones topográficas ideales: un relieve de suave pendiente, una posición elevada en la cabecera de un valle y dos torrentes que delimitan el asentamiento. Estas condiciones proporcionaban al lugar y a su entorno inmediato un control visual sobre el valle. El yacimiento estaba bien comunicado, ya que se encontraba cerca del tramo costero de la Vía Augusta que enlazaba los oppida civium Romanorum de Blandae, Iluro y Baetulo (Plin., NH 3.4.22) con la colonia de Barcino. La segunda de estas, Iluro (Mataró), una de las ciudades fundadas en el contexto de la reorganización territorial y administrativa de esta zona costera promovida por Roma a finales del siglo II / comienzos del I a.C., se encuentra a 5 km. Como en otros casos, se trataba de una fundación ex novo, definida por un plano ortogonal. A partir de la época de Augusto, la ciudad experimentó un notable desarrollo urbano y arquitectónico, mientras que su territorio fue ocupado por una densa red de asentamientos rurales.
Se conocen restos arqueológicos en Can Modolell desde la primera mitad del siglo XX. Entre 1974 y 1984, el sitio fue objeto de una serie de campañas de excavación motivadas por su estado de degradación y expolio clandestino. Las excavaciones identificaron un conjunto de edificaciones distribuidas en una amplia área, sin una organización clara, y que fueron reconstruidas en distintos momentos. El complejo incluía varias estancias decoradas con un programa ornamental sofisticado, compuesto principalmente por pinturas y revestimientos de mármol. Un acceso monumental estaba flanqueado por una estructura semicircular en forma de torre conservada hasta una altura de 4 metros. También se recuperó una serie de altares, algunos grandes y de piedra local, y otros pequeños y de mármol. Se hallaron también otros objetos votivos.
Una larga tradición investigadora
Los restos arqueológicos de Can Modolell se conocen desde la primera mitad del siglo XX. Las vicisitudes de su descubrimiento y excavación constituyen un excelente ejemplo de los problemas de la investigación arqueológica en España durante la segunda mitad del siglo XX. Entre 1974 y 1984, el lugar fue objeto de una serie de campañas de excavación, motivadas por su estado de degradación y el saqueo clandestino. Esta notable iniciativa fue llevada a cabo por aficionados locales sin formación científica, de manera totalmente voluntaria. Sin embargo, el proyecto se integró en una asociación cultural, la Secció Arqueològica del Museu de Mataró, dedicada a la protección del patrimonio arquitectónico y arqueológico. Este tipo de asociaciones cuenta con una larga tradición en la región y ha llevado a cabo su labor durante décadas al margen del mundo académico, generando sus propias iniciativas de difusión (congresos locales) y publicaciones.
Estas iniciativas arqueológicas sacaron a la luz un conjunto de edificaciones distribuidas sobre una amplia área sin una organización clara y reformadas en diferentes momentos cronológicos. El complejo incluía varias estancias decoradas con un programa ornamental sofisticado compuesto por pinturas, esculturas, revestimientos de mármol y un acceso monumental flanqueado por una estructura semicircular en forma de torre conservada hasta cuatro metros de altura. También se recuperaron una serie de altares, algunos de grandes dimensiones y realizados en piedra local, y otros de pequeño tamaño y en mármol. Se hallaron otros objetos votivos, aunque la mayoría carece de contexto arqueológico. Esta evidencia, en especial algunas inscripciones relacionadas con Mitra, ha dado pie a diversas hipótesis sobre la función religiosa del lugar.
Las excavaciones permitieron fechar la ocupación de Can Modolell desde la época imperial temprana hasta la Antigüedad tardía, e incluso parecen indicar su continuidad como lugar de culto durante la Edad Media y hasta época moderna. Sin embargo, la falta de una metodología adecuada en las primeras excavaciones ha impedido identificar correctamente ciertas estructuras y ha generado interpretaciones erróneas.
La arquitectura del complejo
La zona conocida supera los 350 m², pero los restos sugieren una extensión de hasta unos 1.000 m². El sitio fue ocupado desde comienzos del siglo I d.C. hasta un momento indeterminado del siglo III o IV. Dentro de este amplio intervalo se han identificado dos fases, con una reconstrucción monumental datada en el siglo II, mientras que una fase posterior (siglos IV/V) presenta características completamente distintas. El primer asentamiento consistía en varios edificios organizados en torno a una serie de espacios abiertos. Estos elementos siguen la topografía de la colina y se organizaban según dos ejes principales que determinaban la circulación: el más importante, que incluía la entrada principal, tiene orientación N–S; el otro discurre en dirección aproximada E–O. A cada lado del eje N–S se erigió un edificio. Al oeste se hallaba un edificio rectangular cuya construcción cortaba la roca natural hasta una profundidad de unos 5 m; en esta primera fase estaba dividido en al menos dos estancias y pudo haber tenido un piso superior. Al este se encontraba un edificio trapezoidal al que se accedía por un pasillo de 2,4 m de ancho, creando un eje E–O. El edificio estaba dividido en varias estancias: dos, orientadas hacia el este, conservan restos de un elaborado programa pictórico; las otras dos, intercomunicadas, se abrían directamente al pasillo. Esto sugiere un edificio concebido para servir y quizás controlar las actividades realizadas en la zona occidental. El estrecho espacio entre ambos edificios podría haber funcionado como vestíbulo. Este espacio conecta directamente con lo que parece ser el acceso principal del complejo, una abertura de 3 m de ancho orientada hacia el sur. Esta entrada estaba delimitada por el edificio occidental y una estructura poligonal excavada en el suelo, construida con grandes bloques de granito y recubierta con un grueso enlucido pintado de rojo.
Pese al esfuerzo necesario para su construcción, esta zona parece ser solo la periferia de un asentamiento mayor que debió extenderse hacia el lado este de la colina. Aquí se encuentran dos grandes muros perpendiculares que parecen delimitar un gran espacio (quizás un patio) articulado en dos terrazas. En la misma zona se descubrió un gran canal de mortero que corre desde el norte. Este sector oriental muestra, por tanto, una topografía adecuada para su ocupación. Una amplia superficie permitiría la disposición de otros edificios. Una rampa de 20 m de longitud, definida por el curso de un torrente, aseguraba la separación de este sector de su entorno inmediato. La elaborada articulación de espacios y edificaciones que puede reconstruirse puede haber surgido de la necesidad de regular actividades relacionadas con el culto a varias divinidades conocidas por inscripciones (véase más abajo). Los cultos debieron tener ciertos requerimientos (accesibilidad, formas rituales, residencia?) que hoy son imposibles de precisar, pero que estuvieron relacionados con la capacidad del lugar para atraer devotos de los alrededores. Sin embargo, la construcción de Can Modolell debe entenderse probablemente también en el contexto más amplio de la primera mitad del siglo I d.C., cuando Iluro experimentó importantes transformaciones que parecen indicar un programa urbanístico monumental, quizás relacionado con su promoción a municipium.
Durante el Alto Imperio el complejo fue reconstruido a mayor escala. La entrada principal fue redefinida y convertida en un pasillo al añadirse nuevos muros al edificio occidental y a la estructura poligonal. Estos muros presentaban grandes pilares rematados con mensulae a intervalos regulares. Se colocó un pavimento de grandes losas y sobre él se erigió una estructura para sostener una cubierta abovedada. La gran construcción semicircular situada en el interior del edificio occidental pertenece a esta misma fase. La reconstrucción de la entrada principal y la estructura semicircular podrían estar relacionadas con la erección de una superestructura a modo de fachada, prolongada en el edificio occidental con un piso superior. A esta fase pertenece la mayor parte del material decorativo recuperado en las primeras campañas de excavación, todo indicativo de un programa ornamental sofisticado, aunque la mayoría se encontró fuera de contexto, reutilizado en construcciones tardías o dispuesto para su transformación en cal. Incluyen elementos arquitectónicos (placas de revestimiento, cornisas), mobiliario (algunos altares, patas de mesa, una mensa o banco), y fragmentos de estatuas y objetos votivos. Se han recuperado materiales procedentes de todo el Mediterráneo (giallo antico, alabastro egipcio, mármoles del Egeo y de Luni), así como de Tarraco y Dertosa. Estas piezas están relacionadas con una serie de inscripciones que en algunos casos indican una función votiva. La arquitectura, ornamentación y ofrendas apuntan a la función del lugar y la naturaleza de las actividades (individuales o colectivas, públicas o privadas) que allí se desarrollaban, pero no permiten determinar la organización de las prácticas religiosas ni el estatus particular del sitio.
Cronología
Los problemas metodológicos, así como el carácter incompleto de las sucesivas excavaciones, dificultan la propuesta de cronologías precisas para las dos fases. Las primeras publicaciones indicaron una fundación en la primera mitad del siglo I d.C., y finalmente la cronología se fijó en el reinado de Claudio. La secuencia estratigráfica obtenida en la excavación del edificio oriental ha proporcionado una importante colección de vajilla de mesa, casi exclusivamente sigilata italiana que data del final de la época de Augusto o inicios de la de Tiberio hasta mediados del siglo I d.C. Otras cerámicas, especialmente las de paredes finas tipos XXXIII y XXXVII de Mayet, abarcan un periodo más amplio. Por el momento, y en ausencia de nuevos datos arqueológicos, parece adecuado proponer una cronología tentativa que abarque los reinados de Tiberio y Claudio. Respecto a la fecha de la reconstrucción, la excavación de la zona occidental había sugerido diferentes cronologías dentro del siglo II. La secuencia estratigráfica en el edificio oriental, relacionada con la reparación de suelos y accesos a algunas estancias, produjo un conjunto pequeño pero homogéneo de cerámicas norteafricanas.
La evolución del complejo deja abiertas diversas cuestiones, sobre todo la cronología exacta de cada estructura. Las variaciones en las fechas sugeridas podrían deberse a una serie de iniciativas arquitectónicas que completaron gradualmente un proyecto original, más que a una única intervención a gran escala. Además, el complejo formado en el siglo II d.C. podría ser simplemente el resultado de obras realizadas en distintos momentos. Las primeras publicaciones databan de manera distinta las modificaciones de la entrada y la construcción semicircular, entre mediados del siglo II y comienzos del III. Las diversas posibilidades implican una relación distinta entre el complejo y los individuos o grupos que lo frecuentaban, o con alguna autoridad pública. Esta cuestión también está relacionada con el impacto del lugar en el territorio, un tema que debe abordarse desde el contexto de la evolución de la sociedad local, y especialmente de sus élites, entre los siglos I y III —tema sobre el que disponemos de escasa información. En algún momento del siglo III o IV d.C., el complejo dejó de usarse. Las excavaciones iniciales no pudieron determinar si se trató de un abandono progresivo o repentino. En la zona occidental es evidente el colapso del piso superior, pero no hay señales de destrucción violenta. Muchos edificios quedaron cubiertos por un grueso estrato de tierra y materiales de construcción. Las nuevas estructuras construidas sobre este estrato en la segunda mitad del siglo V reproducían en gran parte la organización previa del espacio. El edificio occidental, mejor conservado y erigido sobre un terreno irregular, fue reutilizado para sostener nuevas construcciones. En esta misma área se construyó un horno para reciclar elementos de mármol y convertirlos en cal. En la zona oriental se construyeron nuevas estancias, quizás con un pequeño patio al frente. Los muros de estos nuevos edificios reutilizaban sistemáticamente materiales de construcción anteriores; no presentan elementos técnicos u ornamentales que puedan considerarse monumentales. Se ha recuperado parte de una mensa de altar cristiano primitivo, así como una colección significativa de cerámica importada de los siglos V-VI, lo que sugiere la existencia de un nuevo centro de culto. No puede fijarse el momento final de esta fase. Documentos de los siglos XI-XII mencionan una capilla dedicada a San Juan. Excavaciones sucesivas han hallado evidencias de estructuras y algunas inhumaciones muy modestas superpuestas a la fase tardoantigua, pero esta evidencia no puede fecharse con precisión ni relacionarse con la capilla cristiana.