Historia

El inicio regulado de los estudios de medicina en Cataluña se puede situar en la creación del Estudio General de Lleida, en el año 1300. Se conocen algunos datos anteriores y parece que durante el siglo XIV no siempre fueron continuos. A partir de 1401 se empezaron a impartir estos estudios sin interrupción, cuando el rey Martín fundó el Estudio General de Medicina y Artes, aunque quería haber creado un estudio general completo —equivalente al actual concepto de universidad—, pero no se llegó a ningún acuerdo entre la Corona y las autoridades barcelonesas. En consecuencia, la creación de la Universidad de Barcelona se retrasó oficialmente hasta el 1450 y, en la práctica, hasta el 1539.

Estos primeros estudios se desarrollaron en el Hospital de la Santa Cruz. Este hospital fue creado casi al mismo tiempo reuniendo otras instituciones menores de la ciudad que tenían una vida difícil. Se impartieron de manera continua durante más de tres siglos, hasta 1717, cuando la Universidad de Barcelona fue clausurada, junto con todas las demás de Cataluña, y se creó una nueva universidad en Cervera. A pesar de la disposición abolicionista, los estudios de medicina se quedaron en Barcelona, si bien en una situación legal mal definida: los estudios de medicina proseguían en una ciudad que no tenía universidad y que tampoco dependían de Cervera. Esta situación duró relativamente poco. En 1760 se iniciaron nuevos estudios oficiales de buen nivel, con la creación del Real Colegio de Cirugía, ya que entonces la medicina y la cirugía eran profesiones diferentes. La creación de estos colegios se debe principalmente al esfuerzo  de Pere Virgili, que fue el impulsor de los dos primeros colegios de cirugía españoles, el de Cádiz (1748) y el de Barcelona (1760), para cubrir una necesidad sanitaria importante, la falta de cirujanos y el bajo nivel de formación de los médicos en las universidades «literarias».

Inicialmente el Colegio se instaló en las dependencias del hospital, lo cual creó graves problemas de convivencia. A los pocos años se construyó un edificio propio para la docencia no clínica con una gran sala de anatomía: el actual edificio de la Real Academia de Medicina en la calle del Carmen. Pocos años más tarde, se constituyó la Academia de Medicina Práctica. Hacia finales de siglo XVIII hubo un intento de unir ambas profesiones en una facultad conjunta. La Academia se encargó de dos cátedras de clínica —cuyos primeros titulares fueron Francisco Salvà y Vicenç Mitjavila— y desde entonces se pudieron volver a cursar los estudios completos de medicina en Barcelona. En el periodo intermedio, en Barcelona solo se impartían estudios de cirugía, de modo que para ser médico se tenían que completar determinados estudios en Cervera. Había quien optaba por cursar la carrera entera fuera de Cataluña, principalmente en Huesca, o bien en Zaragoza, Valencia, Gandía o, incluso, en Toulouse o Montpellier.

El Colegio de Cirugía duró hasta el año 1843, en el que un plan de estudios revolucionario, concebido por Pere Mata, reformó profundamente la estructura de los estudios de medicina. El artículo primero del plan abolía la enseñanza de la medicina en los colegios de cirugía y en todas las universidades del Estado. El segundo creaba las facultades de Ciencias Médicas de Madrid y Barcelona, y varias escuelas de segundo orden. También organizaba, por primera vez, un plan de estudios estructurado y coherente, único para todas las facultades. Al poco tiempo hubo algunas concesiones, sobre todo en la ubicación geográfica de las facultades.

La Facultad de Medicina de Barcelona, con su actual estructuración, data de 1843. De hecho, era la transformación del Colegio de Cirugía con algunos añadidos. Se había mantenido en el mismo local y la mayor parte de los profesores provenían del Colegio, que pasaron de ser catedráticos del Real Colegio a ser catedráticos de la Facultad de Medicina. También se incorporó, aunque transitoriamente, el profesorado del Colegio de Farmacia, que al cabo de dos años se volvió a separar en una facultad independiente. Lo mismo sucedió con parte del profesorado del Colegio  de Cádiz, que inicialmente quedaba suprimido, pero más adelante las presiones hicieron que la medida no se llevara a cabo y su nombramiento quedó solo sobre el papel. También se incorporaron a la facultad dos profesores del Colegio  de Pamplona.

Los primeros años de funcionamiento de la nueva facultad fueron bastante grises, ya que el nivel de nuestra medicina era bajo. Pero en el último tercio del siglo XIX la vida catalana experimentó un gran despertar. Las muestras más claras de ello fueron el crecimiento económico, la Exposición de 1888 y la anexión de los pueblos del llano de Barcelona, y el renacimiento de la lengua catalana. Para nuestra medicina también comenzó un periodo de prosperidad. Coincidiendo con la década de los años setenta del siglo XIX, llegaron a lugares clave de la facultad un conjunto de profesores jóvenes y con mucha iniciativa, llamado generación médica catalana del 88, que mejoró el nivel y el entusiasmo en los estudios. Algunos jóvenes, aunque pocos, ampliaron estudios en Europa; también se consolidaron algunas revistas médicas y hubo bastante crítica interna. Una de las consecuencias de todo este movimiento renovador fue el cambio del edificio viejo y pequeño de la facultad por uno nuevo en la zona del Ensanche de Barcelona, que acababa de derribar sus murallas. También se construyó un hospital nuevo. La lucha por una nueva facultad y un nuevo hospital duró casi treinta años, desde el primer proyecto hasta su inauguración, en 1906. Los profesores más importantes de este periodo fueron Joan Giné y Partagàs, quizás su motor  más efectivo; Bartomeu Robert, gran clínico y también político, y Santiago Ramón y Cajal, que aunque estuvo menos de cinco años (1887-1892), fue el periodo en que realizó su obra capital . El mismo Cajal dice que 1888 «fue mi año cumbre».

Cuando se inauguró la nueva facultad, ya no quedaba ninguno de sus impulsores. De hecho, se duplicó el hospital, que estaba ubicado en un campo abierto del extrarradio, justo en el límite entre los municipios de Barcelona y las Corts. Mientras se realizaban las obras, se anexionaron pueblos vecinos, y pronto se construyó en los alrededores. Continuaba el impulso vital de la medicina catalana. Pocos años después, el antiguo Hospital de la Santa Cruz también fue trasladado, todavía más lejos del centro, y dio lugar al actual Hospital de la Santa Cruz y San Pablo. Entonces, mucha gente creía que los hospitales se construían demasiado lejos y que allí no iría nadie. Cuando la facultad tuvo hospital propio, se resolvieron las tensiones. Algunas cátedras alcanzaron un gran nivel y, de entre los profesores que desarrollaron una labor más importante, cabe recordar el nombre de August Pi i Sunyer, creador del Instituto de Fisiología, que, de hecho, fue el primer servicio médico catalán que, como grupo de trabajo, tuvo un eco importante en el mundo científico de su tiempo. Pere Nuviola fue el impulsor de una buena escuela catalana de obstetricia, siguiendo el camino abierto por Miquel Fargas como cirujano ginecológico. También Francisco Ferrer Solervicens fue uno de los maestros de clínica más recordado.

La década de los años treinta del siglo XX fue la que trajo cambios más trascendentes, y de signo muy diverso, a la Facultad. Después de la República de 1931 y del Estatuto, se constituyó la Universidad Autónoma (1933). Hubo cambios profundos de estructura, sobre todo en las facultades de Medicina y Letras. El más importante fue la incorporación de un gran número de profesores que, sin pertenecer inicialmente a los escalafones docentes, gozaban de un gran nivel médico. De hecho, la Facultad de Medicina incorporó los jefes de servicio de San Pablo. Así, la Facultad casi duplicó sus efectivos docentes, aunque la introducción de estos cambios tuvo que vencer algunas resistencias. Otra medida adoptada fue la de limitar el número de alumnos, por lo que la Facultad multiplicó su eficacia docente. Quienes fueron alumnos de aquella facultad, guardaron un muy buen recuerdo de ella. Los principales impulsores del cambio fueron August Pi i Sunyer y Jesús Bellido i Golferichs, desde el Instituto de Fisiología, y los hermanos Joaquim y Antoni Trias i Pujol, catedráticos de cirugía. Todos ellos tuvieron que exiliarse en 1939.

Tras la guerra civil se produjo un gran cambio de mentalidad y una bajada del nivel académico. Sin embargo, hubo algunos focos de trabajo importantes y persistentes. Quizás el ejemplo más claro fue la Escuela de Clínica Médica, dirigida por Agustí Pedro i Pons, catedrático desde 1927 hasta 1968, que impulsó la revista Medicina Clínica, 1943, que aún se edita. Además, coordinó un gran tratado de patología médica, facilitó el desarrollo de dispensarios de especialidades y fue un maestro creador de escuela.

La apertura de otros grandes hospitales de la Seguridad Social y, sobre todo, la creación de una segunda universidad en Barcelona, con otra facultad de medicina (1968), eran signos de cambios de la sociedad a los que la Facultad se adaptó con dificultad, porque en buena parte no tenía capacidad para resolver los problemas que se le planteaba. El aspecto más grave fue la masificación: se llegó a cursos con más de tres mil alumnos en el primer año y casi dos mil en el último. La eficacia docente disminuyó. Esto obligó a tomar medidas de eficacia parcial: un concierto con el Hospital de Bellvitge, que costó mucho poner en práctica; la creación de estudios de medicina en las delegaciones de Lleida y Tarragona —transferidas después a Reus—; la reintroducción de la limitación del número de estudiantes. También, y por primera vez de manera extensa, se planteaba el problema de la estabilización del profesorado, de la ampliación de las plantillas del profesorado estable —catedráticos, profesorado agregado, profesorado adjunto y titulares.

La Facultad sufrió dos problemas básicos. Uno fue la aparición de nuevas organizaciones administrativas, que aumentaban la complejidad de muchos aspectos de la actividad diaria. Y el otro, y más importante, fue consecuencia del mal estado de un edificio, inaugurado en el siglo XIX pero con señales de envejecimiento, que obligó al traslado, excesivo en el tiempo y muy por encima de las previsiones iniciales, de la mitad de las cátedras o de los departamentos. Esto dificultó extraordinariamente la continuidad de muchas tareas y retrasó el inicio de otras.

El edificio de la Facultad fue evacuado en los años 1984-1985. Finalmente, en el mes de agosto de 1996 se realizó el traslado de Pedralbes al edificio de Casanova, una vez finalizadas las obras de la primera fase, y el curso 1996-1997 se pudo iniciar en una facultad reunificada después de trece años. La remodelación de la Facultad se inauguró oficialmente el día 18 de octubre de 1996 en un acto presidido por el consejero de Presidencia de la Generalitat, Xavier Trias i Vidal de Llobatera, y en el que el investigador colombiano Dr. Manuel E. Patarroyo dio una conferencia.

A finales de la década de 1980 se creó el Campus de Bellvitge para ubicar la nueva Facultad de Odontología y la Escuela de Enfermería. Fue entonces cuando se creó la unidad docente de Medicina-Bellvitge.

En 1993, con la inauguración de la unidad docente del hospital pediátrico Sant Joan de Déu, en Esplugues de Llobregat, se incorporó el campus docente que lleva este nombre.

Finalmente, en 2016 se creó la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud, que fue el resultado de agrupar en un solo centro las facultades de Medicina y de Odontología y la Escuela Universitaria de Enfermería. De modo que la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud quedó estructurada en tres campus que conforman una única facultad, lo cual ha permitido más permeabilidad entre los estudios implicados en la salud, una conjunción de proyectos y, en definitiva, una mejora global en la docencia y la investigación.

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