Tinta

Tintas para imprenta. Las primeras que se utilizaron en Europa estaban hechas de negro de humo mezclado con barniz o aceite de linaza hervido. El desarrollo de las tintas de color tuvo lugar a finales del siglo XVIII; en el siglo siguiente se consiguió incorporar a la fabricación de estas intas una gran variedad de pigmentos, gracias a la aplicación de secantes. Más tarde, y para obtener tintas que pudieran ser utilizadas en diferentes clases de papel y de prensas, se incorporaron barnices con diferentes grados de rigidez. Con la introducción de las prensas para periódicos, con bobinas de papel continuo, se sustituyeron los barnices por aceites minerales. La manufactura de la tinta no alcanzó hasta el siglo XX el grado de complejidad que el proceso tiene en la actualidad: "mezclar el pigmento con el aglutinante, moler la mezcla entre rodillos, añadir secantes y, cuando los pigmentos son químicos en lugar de naturales, filtrar". Las tintas de imprenta se parecen más a la pintura que a la tinta para escritura, pues se componen de pigmentos sólidos dispersados en aceite y son, por lo tanto, menos fluidas. Existen varias clases de tinta para imprenta; la elección depende de las técnicas de impresión, de la velocidad con que se vaya a hacer ésta y de la clase de papel que se vaya a utilizar. La tinta de imprenta negra más simple, que se emplea en las prensas tradicionales de baja velocidad, está hecha de negro de humo en aceite de linaza, al que generalmente se ha añadido un secante. Los métodos de impresión complejos requieren tintas que a veces tienen hasta 15 ingredientes, incluyendo modificadores o aditivos que afectan su rendimiento, su aspecto y su duración. En muchas tintas modernas los aceites utilizados como aglutinantes son seniisintéticos, ya que tienen la ventaja de un secado más rápido que permite una mayor velocidad de impresión.

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Guerrero, Carlos. Manual de artes gráficas.Editorial Fragua. 2003 ISBN 84-95903-34-2