8.4.1. Teorías del control

Como hemos visto, las personas somos capaces de adaptarnos a una amplia variedad de condiciones y estímulos ambientales. Pero una consideración importante a tener en cuenta al analizar los efectos de tal adaptación es discernir cuanto control tenemos (o creemos tener) sobre la situación.

El principio general por el que se rigen las llamadas "teorías del control" es que los efectos negativos producidos por el estrés ambiental serán más o menos severos en función del grado de control, real o percibido, sobre el estímulo estresor y, sobretodo, sobre la fuente productora del estímulo. Cuanto más control se ejerza o se crea ejercer sobre la situación más éxito sobre la reducción del estresor o sobre la capacidad de tolerar y adaptarse a la situación estresante.

Averill (1973) distingue entre 3 tipos de control:

Control de conducta, o disponibilidad de una respuesta capaz de modificar una situación que se percibe como estresante, amenazante, etc.

Control cognitivo, o forma en que una persona interpreta la información ambiental para entenderla mejor la situación y ejercer mayor control sobre ella. La capacidad de predecir efectos y consecuencias está directamente vinculada con el control cognitivo.

Control decisional, o posibilidad de poder escoger entre diversas opciones aquella que mejor permita afrontar la situación.

Thompson (1981) añade otra categoría:

Control retrospectivo, por el cual percibimos control en el presente sobre situaciones adversivas pasadas ("ahora esto ya no me volvería a ocurrir").

Por su parte, Weisz, Rothbaum & Blackburn (1984) distiguen entre control primario o control sobre las condiciones existentes y control secundario o acomodación a las condiciones existentes y estado de satisfacción por las cosas tal y como son. Los autores hacen notar que existen diferencias culturales a la hora de enfatizar más o menos el control primario sobre el secundario o viceversa.

En principio, la cantidad de control que tenemos es un factor importante. En numerosas ocasiones, la percepción de control, es decir, la creencia de que en un momento dado podemos ejercer control de manera efectiva, puede ser suficiente para reducir los efectos negativos derivados de una situación de estrés, aunque el control real no se llegue a ejercer. Sin embargo, tampoco podemos caer en la simplificación de creer que cuanto mayor sea la percepción de control mejor nos adaptamos a la situación. De hecho, en algunas circunstancias, el control puede llevar a incrementar la sensación de amenaza, la ansiedad o el comportamiento desadaptativo.

 

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