Perspectives

Las “Manic Pixie Dream Girl”: Un arquetipo de lo más tóxico

“Realmente deberíamos avergonzar a los hombres que pusieron a la Manic Pixie Dream Girl (MPDG) en un pedestal para evitar tener que amarla realmente por lo que es”: así, de manera tan contundente, Akilah Hughes, en su artículo “Being A Manic Pixie Dream Girl is Not A Bad Thing”, ponía de manifiesto su opinión sobre esa figura cinematográfica de mujer idealizada que, en las últimas décadas, se ha hecho con un asiento reservado en la cultura popular. El término Manic Pixie Dream Girl (MPDG) nació hace más de quince años en la crítica de Nathan Rabin a la película Elizabethtown. En ella definía a la MPDG como “una criatura del mundo del cine, poco profunda y que existe solo en la febril imaginación de sentimentales escritores y directores que animan así a jóvenes melancólicos a abrazar la vida y sus infinitos misterios y aventuras”. Aunque el término se creó en 2007 y se ha traducido al español como “duendecilla chiflada de tus sueños” o “chica mona y alocada de ensueño”, está claro que ese discurso llevaba décadas en la gran pantalla y encontramos este tipo de personaje hasta en películas de los años 30 como La fiera de mi niña (1938) de Howard Hawks.

 
Elizabethtown / Fuente Paramount Pictures

Las MPDG son, por norma general, mujeres blancas, heterosexuales, de clase media-alta y “diferentes” a las demás chicas. Tienen un punto de locura, en muchos casos llegando a romantizar las enfermedades mentales y, sobre todo, son atractivas físicamente y muy entrañables. Son chicas que no pasan desapercibidas, que se conocen por casualidad y a las que no se olvida fácilmente: son la viva imagen de lo que se categoriza como “la chica de tus sueños”. Se trata de personajes que, presentados en un bello envoltorio, esconden una gran misoginia, ya que son mujeres creadas por y para el hombre y de las que no se espera nada más. Resultan ser una clara fantasía masculina que se ha reproducido en el cine, la televisión y la música, y que llevan en sí un mensaje bastante cancerígeno que perpetua el desprecio hacia la mujer y lo femenino.

Estas chicas de ensueño son un tipo de personaje que se encuentra en las comedias románticas y que solo aparece para apoyar al joven blanco, heterosexual, de clase media-alta, solitario, deprimido y en un momento de estancamiento vital. Ella pasa a estar siempre con él y le ayuda a conseguir que evolucione y se convierta en una mejor versión de sí mismo. En parte, lo saca de su zona de confort y le hace entender lo mucho que vale. Hasta aquí todo bien, el problema viene cuando el personaje femenino, la MPDG, no evoluciona y, mientras él crece y se hace más fuerte, ella simplemente va desapareciendo del mapa. Literalmente, el propósito de su participación en la trama es que evolucione el personaje masculino. Así, se proyecta el mensaje subliminal de que las mujeres en la pareja (y en la vida misma) solo pueden ejercer un rol secundario porque simplemente están ahí para sostener y favorecer el desarrollo personal y el éxito de los hombres.

Blade Runner 2049 / Fuente: Warner Bros

Por desgracia, este tipo de personajes no solo son muy atrayentes para los hombres, sino que, al haber sido interpretados por actrices tan bellas como Audrey Hepburn, Zooey Deschanel, Natalie Portman o Kirsten Dunst, muchas mujeres desean (o han deseado alguna vez) seguir sus pasos. Por esta razón se podría afirmar que las MPDG se han convertido en un arquetipo de mujer omnipresente en nuestra sociedad. Hasta han originado un tipo de estética quirky de vestir muy femenino y vintage, a la vez que aniñado. Las MPDG que considero más representativas son siete: Sugar (Marilyn Monroe) en Con faldas y a lo loco (1959), Holly (Audrey Hepburn) en Desayuno con diamantes (1961), Sam (Natalie Portman) en Algo en común (2004), Claire (Kirsten Dunst) en Elizabethtown (2005), Summer (Zooey Deschanel) en (500) días juntos (2009), Ramona (Mary Elizabeth Winstead) en Scott Pilgrim contra el mundo (2010) y Joi (Ana de Armas) en Blade Runner 2049 (2017).

En la mayoría de comedias románticas donde aparece este arquetipo se suele seguir una narrativa muy clara que pasa por cinco etapas: el comienzo, donde se nos presenta al chico deprimido y con la ilusión de ser amado; después, el primer encuentro de la MPDG con el protagonista: una aparición de la nada con mucha intriga porque, como se irá descubriendo, ella, aunque perfecta en la mente del chico, esconde algo; en tercer lugar, la etapa en la que el protagonista y la chica son amigos, pero actúan como si fueran pareja, haciendo todo juntos y donde se aprecia claramente como él está muy enamorado de ella; la cuarta etapa es la (gran) pelea, donde él descubre el secreto de la MPDG o, simplemente, hay una declaración, ella no está enamorada y él se siente traicionado (en ese momento ella desaparece de la trama); por último, un reencuentro con un adiós final. La MPDG sale definitivamente de la historia y de la vida del chico, y la película termina con un monólogo a modo de reflexión del protagonista. En (500) días juntos se aprecia a la perfección este esquema.

Es preciso dejar claro que hay muchos personajes femeninos que cumplen con algunas de las características de la MPDG y que pueden parecerlo, pero que no lo son: como ejemplo de ello, el de Kate Winslet en ¡Olvídate de mí! y el de Diane Keaton en Annie Hall, dos figuras femeninas que, aunque físicamente compartan muchos rasgos con una MPDG, son independientes y sus roles en las respectivas películas van más allá del protagonista masculino. En relación a esta cuestión, el propio Nathan Rabin, creador del término, escribió una carta de disculpas en 2014 al darse cuenta de que haber denominado a este arquetipo multiplicaba su presencia en la cultura pop y también se malinterpretaba porque incluía bajo un mismo concepto a personajes femeninos que, como los indicados antes, no tenían nada que ver con las MPDG.

En definitiva, ni siquiera las buenas intenciones y contundencia del autor por deshacerse del término, y así propiciar la creación de mujeres ficticias multidimensionales e independientes, han bastado, ya que este ha quedado inmortalizado en el imaginario colectivo. Por lo que, quizás, en vez de intentar acabar definitivamente con ellas, es más beneficioso dejarlas vivir y que sirvan como ejemplo de lo que no debería ser.

Imagen de portada: Escena de la película Algo en común / Fuente: Fox Searchlight Pictures

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