Perspectives

Si el mundo se acabara, tú vendrías, ¿verdad?

Rosa Berbel presenta Los planetas fantasma: una reflexión sobre la supervivencia del amor en medio de la crisis climática

“Cuando paró la lluvia, regresamos a casa. / La fiesta había acabado para siempre” (Berbel, 2022, p. 15): quizás todo había acabado para siempre. Así, sin darnos cuenta. O, más bien, sin querérnosla dar. Las fiestas habían acabado, el calor había matado las flores, las estaciones se habían solapado y el tiempo se había acelerado. Pero, en medio de la pandemia de COVID-19, en la tierra de Lorca, una joven escritora volvió a encontrar en la poesía su trinchera delante de una guerra que empieza a estar perdida: la del cambio climático. Rosa Berbel se refleja en el universo para navegar entre el abismo del amor y la devastación, el de la belleza y la muerte, el de los planetas y los agujeros negros.

Tras su exitosa ópera prima, Las niñas siempre dicen la verdad (Hiperión, 2018), Berbel presenta Los planetas fantasma (Tusquets, 2022) que dibuja una alternativa política y afectiva ante la imposición de un futuro apocalíptico y terrorífico. Por eso, el título alude a unos astros hipotéticos que, pese a existir científicamente, no pueden ser observados, no son visibles: los planetas fantasma. No obstante, la sevillana defiende que el discurso poético tiene la capacidad de enunciar nuevas realidades: puede hacer visibles estos etéreos planetas y hasta construir algunos nuevos. Incluso, en una sociedad que parece falta de futuro, hay una esperanza latente que necesita ser escrita.

A través de una treintena de poemas, la escritora establece un hilo cronológico vertebrado alrededor de una crisis sanitaria que remite a la climática. Berbel parte de una visión escéptica que progresa hacia la luminosa esperanza de confluir lo político y lo lingüístico: la poesía puede ayudar a sobrellevar los duelos, tanto los posibles como los que no. Por eso, recoge esta cita de Ron Padgett al iniciar su poemario: “In literature and song / love is often expressed / in the imagery of / weather”, que plantea cómo la literatura tratará el amor cuando el habitual imaginario del clima ya no puede existir: ¿qué nombre recibirán las muestras de afecto mientras todo se hunde?, ¿cómo se hablará de la eternidad del amor cuando existe la imposibilidad de que el mundo continúe?

Una mano manchando un globo terráqueo. / Fuente: Pexels / Lach, R. (2021).

Ya lo decía Bauman

Además, Berbel acompaña la cita de Padgett con otra de Juan Luis Guerra: “El amor que contamina”, ya que, tanto Guerra como Berbel, crean una metáfora del amor posmoderno a partir de la contaminación. Se ha introducido una sustancia ─el individualismo neoliberal─ que ha desequilibrado nuestro ecosistema y nuestra manera de amar. Ni Guerra ni Berbel pretenden buscar la causalidad de la devastación, simplemente quieren intentar explorar posibilidades para sanar la Tierra y el amor, porque El amor líquido (2003) de Zygmunt Bauman se ha evaporado a causa de la aceleración del tiempo a través de las pantallas. Tal como comenta la escritora en una entrevista para El Español: “Tenemos una relación muy deformada, muy extraña, con el tiempo”. La deformidad del tiempo posmoderno parte de la ruptura de su linealidad, que ha derivado en una simultaneidad temporal o tiempo cronoscópico, como apunta Ingrid Guardiola en “Releer a Debord”, superponiéndose sobre el biológico y el afectivo.

En la era de la inmediatez, abunda el amor confluente que solo puede formularse en el aquí y el ahora: un amor gaseoso y tóxico para un tiempo fantasmal. Hay que luchar contra el ciberamor “a la carta” que busca mercantilizar el afecto. Es más, se debe construir un amor lejano a la virtualidad y al individualismo porque simplificar el amor es deteriorar y anular los vínculos interpersonales de la comunidad.

Pareja con gafas de realidad virtual/ Fuente: Pexels / Buonarroti, M. (2021).

Avui les fades i les bruixes s’estimen

“No dormiremos solos esta noche. / No viviremos solos” (Berbel, 2022, p. 19) porque la vida y el amor están ligados a la comunidad, que no siempre ha tenido tan presente a las mujeres, representadas demasiadas veces como musas enjauladas en un amor romántico y tóxico. Por eso, la sevillana reivindica el amor y la poesía como un aquelarre donde las mujeres escriben cómo quieren ser amadas. Berbel, al igual que Maria Mercè Marçal en Bruixa de dol (1979), defiende la irracionalidad de la poesía a través de la exploración política de referentes esotéricos del pasado que predicen el presente y limitan el futuro: el legado de las brujas y los fantasmas.

Ambas escritoras han abogado por la emotividad en su obra, aunque tradicionalmente se haya penalizado a muchas autoras por esta razón. Históricamente, se ha contrapuesto la contención emocional de la literatura femenina con la racionalidad y la abstracción de la masculina. Pese a ello, escritoras como Berbel o Marçal enseñan que las dos realidades no se excluyen, sino que se complementan: se puede establecer un diálogo entre el cuerpo y la razón. Asimismo, la pandemia de covid-19 resaltó que las crisis tienen la capacidad de generar nuevas maneras de pensar, de amar y de crear.

Dos personas saludándose en la pandemia del COVD-19. / Fuente: Pexels / Angoluk, E. (2020).

Además, la sevillana explora la cuestión de la burbuja comunitaria: quiénes residen en nuestra zona social y qué duelos deben suceder dentro de la comunidad (El Español, 2021). La reclusión del confinamiento recalcó que el imperativo de interconectividad está ligado a la soledad del ciudadano posmoderno. Por eso, no es de extrañar que haya proliferado la cultura del self-care, el mindfulness y la autoayuda, que muestran la simpleza de la tirita capitalista ante la falta de pertenencia del individuo a una comunidad.

Pese a esto, Berbel y Marçal creen en la dimensión profética de la poesía porque, como advertía Gabriel Celaya en Cantos iberos (1955): “la poesía es un arma cargada de futuro”, que rehúsa vanagloriar el pasado y anclarse en el presente para construir un utópico lugar común cuyo destino no puede ser asegurado. Ante lo apocalíptico, debe reivindicarse el amor: por una cama compartida a cuarenta grados, por cada rosa reglada en un Sant Jordi sin primavera y por cada niño buscando estrellas en un cielo contaminado. Pero, sobre todo, por cuando estés en medio de una cuenta atrás y preguntes desconfiado: “If the world was ending, you’d come over, ¿right?” (2019, 3:30), que haya alguien que te abrace el alma como Julia Michaels a JP Saxe.

Pareja abrazándose. / Fuente: Pexels / Ticozzelli, J. (2020).
Imagen destacada: Rosa Berbel / Fuente: @rosa_berbel (Instagram)

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