A veces, el sueño adquiere la forma de una visita a una casa nueva o a una versión bizarra de alguna casa antigua o imaginada. Otras veces todo sucede como en un encuentro en la escena de una encrucijada y –más a menudo– un desencuentro. Uno se pasa la vida desencontrándose con los demás, como el joven Fellini y Gradisca en la plaza nevada de Rimini, en Amarcord.
En sueños de pronto alguien comparece de forma imprevista, como una exhalación; pero así como comparece, se va.
(No te vayas. Maravillosa –y cruel– poética de la memoria que no puedes controlar y te deja perplejo.)
Ay, si pudieras volver a Epidauro, echarte a dormir, soñar y aguardar por la mañana la voz autorizada de los servidores de Asclepio que te dan los nombres de las sombras amigas llegadas durante la noche.
No estarías tan solo, no.