UNA SEMBLANZA

En su sobrecogedora crónica de los años de guerra contra el indio en las pampas argentinas (Guerra en las pampas. Buenos Aires: Corregidor, 1994.), Alberto Azcona hace una breve semblanza del coronel Sosa, apodado “Pancho, el Ñato”. Lo describe así:

Era el coronel Sosa un puntano, marcado por un chuzazo en la cara, que le valía ese apodo por el cual era conocido entre indios y gauchos de la frontera. Desde el 1816 tenía mentas en los Montes Grandes de hombre gaucho, corajudo y diablo con el cuchillo. (p. 61)

Azcona no es muy eficaz como prosista pero la semblanza me permite imaginar con toda precisión el rostro de Sosa desfigurado por la herida de lanza. Reconozco esa bravura compartida con todos los de Córdoba, de estampa fiera y seca y habla tan sincopada como escueta; tanto como puedo imaginar cuán diestro era Sosa al usar el arma blanca en el entrevero y el respeto que despertaba a su alrededor, un respeto que enseguida comparto. La suya es un tipo de virilidad idealizada por mí y está retratada sin ambigüedades en las breves líneas de Azcona, de deliberadas maneras criollas.

Y al mismo tiempo esta simple identificación que experimento y que es muy literaria, hace que me sienta muy solo y absurdamente anacrónico.

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