BATTERSEA

Esta es la antigua central de producción eléctrica de Battersea, en Londres:

Battersea

Supe de ella por primera vez hace muchos años a través de la portada de un disco de Pink Floyd y nunca pensé que llegaría a verla tal cual es. Más aún, nunca imaginé que lograría retratarla desde el mismo ángulo de enfoque de aquella fotografía que me impresionó de forma inolvidable. Hice esta toma casi sin pensar, con el teléfono móvil y a través del cristal de la ventanilla del tren que me llevaba a Brighton. Tuve poco más de un segundo para tomar la decisión y disparar, pero esos instantes quedaron extraordinariamente coordinados con mi memoria. Lo que veía por la ventanilla del tren de pronto encajó de forma perfecta con el recuerdo de una imagen. de tal modo que supe exactamente cuándo tenía que disparar y, cuando lo hube hecho, no fue necesario comprobar la toma que, por otra parte, no se podía repetir porque el tren seguía su marcha. Daba igual, porque yo estaba seguro de que había logrado atrapar el bucle que a veces se establece en el continuo espacio-tiempo y, en forma de extraño orden, anuda circunstancias irrepetibles.

La central de Battersea está hoy en día desmantelada pero sigue siendo un edificio de forma prodigiosa, única. De la planta original solo queda esta carcasa vacía, construida con ladrillos regulares y perfectamente apilados que sirven de soporte a las cuatro chimeneas blancas que, como pilares, parece como si sostuvieran la bóveda del cielo. No importa el ángulo desde el cual la mires. Siempre resulta un edificio asombroso y tan singular que cuesta pensar que sus arquitectos no la diseñaran para ser una construcción eterna. Y de hecho, actualmente Battersea parece el fósil de un animal de proporciones míticas.

Pero no son esas proporciones lo que ahora me interesa. Battersea y la manera en que se anudaron –no casualmente– dos momentos de mi vida a través de una imagen fijada por un artefacto, ilustran una desconocida función imaginaria que todos tenemos. Así escogemos a una persona, entre millones, por una comparación imaginaria que no podríamos reproducir ni simular; así determinamos el lugar donde queremos vivir o morir, o la forma y el acorde perfectos. Algo encaja en el espacio y el tiempo, claramente, para nuestros sentidos.

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