3. 4. 1. El simbolismo espacial

En líneas generales, el tema del simbolismo del espacio puede contemplarse desde dos grandes perspectivas. La primera considera el significado simbólico como una propiedad del espacio. Desde este punto de vista, todo espacio tiene un significado propio y ésta es una característica inherente a él. Este significado puede derivarse de las características físico-estructurales, de la funcionalidad ligada a las prácticas sociales que se desarrollan en él o bien ser fruto de las interacciones que, a nivel simbólico, se dan entre los sujetos que ocupan o utilizan ese espacio. Asimismo, el significado espacial puede mantenerse en un nivel individual (significación personal) o puede ser compartido por un grupo de individuos o por toda una comunidad (significación social).

Dentro de esta primera perspectiva pueden incluirse trabajos como el de Lynch (1960, 1984) según el cual toda imagen ambiental consta de tres elementos: identidad estructura y significado. O la perspectiva ecológica de Gibson (1979) según la cual el significado es un aspecto indisociable de los patrones ambientales de estimulación que percibe un individuo. O, finalmente, desde un posicionamiento interaccionista simbólico, la idea de que el significado de un objeto es el que le confiere su naturaleza ontológica, de manera que el individuo orienta sus actos hacia los objetos de su mundo en función de lo que éstos significan para él (Blumer, 1982).

Cualquier espacio requiere ser significado para poder existir psicológicamente. Este vestíbulo de la Facultad de Arquitectura en Santa Fe, Argentina es, a la vez, lugar de reunión, de reivindicación, de exposición de trabajos y de distribución de la actividad en el edificio. Los múltiples significados que puede adquirir a lo largo del día para las diferentes personas es una forma de definir y diferenciar este espacio de otros.

La segunda perspectiva considera que hay determinados espacios o entornos que tienen la capacidad de aglutinar determinados significados en su seno, es decir, tienen la capacidad de cargarse de significado simbólico. Éste se define como un significado social, es decir, reconocido y compartido por un amplio número de individuos y, en la medida en que un espacio físico represente un significado o conjunto de significados determinados socialmente, este espacio puede ser considerado simbólico para el grupo o la comunidad implicada.

Así, por ejemplo, los espacios de una determinada área urbana pueden ser ordenados jerárquicamente en base a su carga simbólica, es decir, a partir de espacios carentes de significado simbólico relevante a nivel social (aunque puedan tener una significación personal), pasando a espacios cuyo significado atañe a un grupo reducido de sujetos (familia, grupo de amigos,...) hasta llegar a espacios con un significado ampliamente reconocido por la mayor parte de sujetos de la comunidad que ocupa el área en la que el lugar en cuestión se inscribe.

En muchos puentes y verjas de nuestras ciudades se acumulan los llamados “candados de amos” o candados que los enamorados colocan con sus iniciales para manifestar al mundo sus sentimientos. A pesar de que para cada pareja este acto cobra un significado idiosincrático, propio y personal, podemos claramente llegar a la conclusión de que estos candados no suelen ponerse “en cualquier sitio”. Normalmente son lugares que tienen algún tipo de carga simbólica a nivel social sea por su ubicación, su historia, su relevancia arquitectónica, etc. Este sería, pues, un buen ejemplo de que determinados espacios son más susceptible que otros de atraer significado simbólico, sea como sea que éste se manifieste. En este caso, el “gesto de amor colectivo” supone un importante gasto para el municipio debido a los daños que genera, siendo considerado en algunas ciudades un acto vandálico.

 

Estas dos perspectivas, sin embargo, no han de ser consideradas excluyentes. Al contrario, pueden ser integradas y complementadas mutuamente. Así pues, es compatible considerar que todo espacio urbano está dotado de un determinado significado, sea personal o social, y constatar a su vez que determinados espacios urbanos ostentan un valor simbólico mayor que otros por el hecho de que el significado subyacente es más ampliamente reconocido o conlleva una más alta implicación emocional o afectiva para la comunidad de referencia. Por otro lado, también puede establecerse una jerarquía simbólica de los espacios o entornos directamente relacionados con la vida de un determinado individuo, es decir, a nivel personal hay espacios que tienen una mayor relevancia simbólica que otros.

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