General Perspectives

Disney y feminismo: ¿causa o efecto?

En una sociedad cada vez más amplia y diversa, la representación en los medios se vuelve una herramienta clave de identificación y construcción del imaginario popular.

Siendo especialmente importante en el caso de los pequeños de hoy y adultos del mañana, cuyo criterio se halla aún en construcción, cabe preguntarse qué clase de referentes ha recibido y recibe este público. Con el feminismo como uno de los temas de mayor actualidad, analizamos la representación de la figura femenina y los roles de género a través de los años de la mano de The Walt Disney Company, el conglomerado de entretenimiento más relevante del mundo.

Si hablamos de la figura femenina en los grandes clásicos Disney, producciones innovadoras en lo técnico y poderosas en lo cultural, encontramos que ya la primera gran obra de Walter Elias Disney traía como protagonista y como título a una mujer. Al margen de su papel en la trama, la centralidad de un personaje femenino en una producción cinematográfica resultó ya una excepción que poco a poco iría convirtiéndose en norma. Blancanieves, la joven de catorce años amenazada de muerte por culpa de su belleza, emocionó al mundo allá en 1937, convirtiéndose en alegoría de las virtudes esperadas de una mujer de su tiempo: la bondad, la ternura, el perdón, el cuidado del hogar y las tareas culinarias, y el deseo de ser amada. 

Fan arts de diferentes personajes del estudio / Autor: AlyssGypsy

Tal arquetipo contemplativo se mantuvo posteriormente con Cenicienta (1950) y La bella durmiente (1959). Si bien todas ellas eran las protagonistas de sendas fábulas por ser el foco de la narración, no eran nunca el motor de la acción. Su posición pasiva daba pie a que la historia avanzase mediante personajes secundarios: príncipes dispuestos a pelear por su amor, hadas madrinas preocupadas por sus ahijadas, villanas con motivaciones pueriles pero dispuestas a todo… Los personajes femeninos no eran escasos, pero la importancia de la princesa radicaba y aún lo hace hoy en el hecho de ser el personaje joven y llamativo con el que el público de poca edad tenderá a identificarse, mucho antes que con figuras de autoridad bondadosas o malvadas. Paralelamente, la sociedad experimentaba sus propios cambios. Diferentes conflictos bélicos llevaron a los hombres al frente y los alejaron de ámbitos como el profesional y el deportivo, permitiendo -aunque fuese por pura necesidad productiva- que las mujeres comenzasen a asomar en ellos. Ante tales cambios sociales, los referentes cinematográficos del pasado se volvían insuficientes para representar este nuevo abanico de roles. 

Pero Disney, ya sin Walt a la cabeza, dejó reposar la figura de la “Princesa Disney” durante nada menos que treinta años. No fue hasta finales de los ochenta cuando La Sirenita (1989) emergió en las pantallas de todo el mundo. Una vez más, el mensaje visto anacrónicamente desde el prisma actual resulta problemático: una adolescente cambia su voz por un par de piernas para conquistar a un hombre con el que no ha intercambiado ni media palabra. Pero si cambiamos un poco nuestra perspectiva, nos encontramos con una protagonista con iniciativa cuya principal virtud es una curiosidad superior al miedo, y que en la búsqueda del amor se rebela contra la figura paterna y acaba logrando la concordia entre su pueblo submarino y la superficie. Ya entrados en una era de emancipación de la mujer, en que las tareas del hogar tímidamente empezaban a repartirse entre cuatro manos en lugar de concentrarse en dos, y con la mujer viendo cómo su presencia en el mundo académico y laboral se iba haciendo más común (no la igualdad de condiciones, cima más lenta aún de conquistar), Disney volvió a apostar con mayor asiduidad por protagonistas femeninas. 

Personajes Disney durante un espectáculo en el parque temático Disneyland Paris / Autor: Gilbert Sopakuwa

Así, la década de los noventa supuso un segundo punto de inflexión para la representación de protagonistas femeninas en películas destinadas al público infantil. Bella hizo acto de presencia como protagonista de La Bella y la Bestia (1991) como una joven inteligente y valiente que protege a su padre y es repudiada por un pueblo en el que solo ella lee. Si una niña quería ser como Bella ya no bastaba con ser dulce o llevar una corona: hacía falta enfrentar a sus miedos y leer. Jasmin (Aladdin, 1992) y Pocahontas (Pocahontas, 1995) fueron las siguientes, y en ambos casos Disney apostó por mujeres de férreo carácter llamadas a ser las líderes de su nación o tribu. El hecho de que ambas pertenecieran a etnias distintas del estereotipo caucásico y europeo hasta entonces visto, reflejó la voluntad de la empresa de expandirse y generar mayor identificación, coincidiendo con la apertura de parques de atracciones Disneyland fuera de Estados Unidos (incluyendo no uno sino dos parques en China, némesis ideológico de Estados Unidos y la propia Disney). El colofón de esta “segunda ola” culminó precisamente con Mulán (1998), una leyenda china sobre una muchacha que se traviste (y fue polémico el uso de la palabra en el film, pero se usó) para salvar a su padre de la guerra y defender a su país del invasor extranjero. El romance de la protagonista con su general, aunque existente, es irrelevante frente al entrenamiento militar que ambos llevan a cabo; y la resolución narrativa se vincula más al honor y a la patria que al amor verdadero. De las coronas habíamos pasado a los libros, ahora era el turno de las espadas. 

En la última década, Disney ha vuelto a apostar con fuerza por este tipo de narrativas. Las más célebres son, probablemente, Elsa y Anna de Arendelle, de inspiración escandinava y para las cuales el vínculo entre ambas como hermanas es más importante que cualquier amor romántico. Esta sororidad de la cual Disney ya nos había dado unas migas en su película Lilo y Stich (2002) no solo permitió a la compañía vender el doble de muñecas, sino que puso sobre la mesa vínculos afectivos que no requerían de la figura de un hombre para ser relevantes. La empatía con el público fue apabullante, y hoy cuesta encontrar a una niña que jamás haya entonado Let It Go, ganadora del Oscar a mejor canción abordando a pleno pulmón la individualidad y emancipación de la protagonista, dando literalmente un portazo a expectativas e ideas preconcebidas. Como ya hicieran en los noventa, Disney ha repetido fórmula variando la etnia y entorno de sus protagonistas: Vaiana (2016) y Raya (2021), samoana la primera y vietnamita la segunda, son claros ejemplos de mujeres independientes y decididas que experimentan el mito del viaje del héroe para descubrir su lugar en el mundo y, de paso, salvarlo. Estos nuevos perfiles se apuntalan con declaraciones que rompen con el pasado del estudio al afirmar, por ejemplo, que no puedes casarte con un hombre al que acabas de conocer, o que puedes desear no tener hijos. Más futuros entre los cuales podrán escoger quienes crezcan con estas películas. 

Animatrónicos de Elsa y Anna, coprotagonistas de la película Frozen (2007) / Autor: Wally Gobetz

El camino ha sido largo y la empresa de animación intenta adaptarse a los tiempos actuales y a la vez pautarlos haciendo parodia de sí misma con escenas como la reunión de princesas que tiene lugar en Ralph rompe internet (2018), un auténtico ejercicio de autocrítica sobre los anteriores arquetipos de sus protagonistas. La tendencia se extiende a las franquicias asociadas: en Los Vengadores, la Capitana Marvel es capaz de encajar y devolver cabezazos al titán loco Thanos igual o mejor que Thor y Iron Man; en la galaxia muy muy lejana de Star Wars, la nueva Jedi es Rey, en contraposición a los personajes masculinos de las trilogías anteriores. Y aunque ello aún pone nerviosos a muchos fanáticos “clásicos” y términos peyorativos como “Mary Sue” -empleado para definir a personajes ficticios femeninos con habilidades o dones que se consideran injustificados- vuelan en Twitter cual armas arrojadizas para deteriorar la imagen de estos personajes, también permite que cada vez se vean más niñas disfrazadas de sus heroínas por Halloween o Carnaval. 

Fan art de Rey, protagonista de la última trilogía de Star Wars / Autor: Fredhild

Este año por fin se ha dado un paso más, y el estreno de Encanto (2021) no solo ha aportado un amplio linaje de personajes femeninos, sino que se nos presenta a un grupo de mujeres no normativas en las cuales la “princesa” bella y casadera es una opción más, pero ni de lejos la única, teniendo en su familia hermanas, primas, madres o tías que se salen ya no solo de los caracteres sino también de los cuerpos canónicos de modelos anteriores. El personaje de Luisa, hermana mayor de la protagonista y cuyas características esenciales son la fuerza física y la resiliencia, se representa como una mujer alta, de espaldas anchas y robustos brazos. Y si bien Disney consideró este gesto un movimiento arriesgado, el personaje se ha convertido en un nuevo icono en las redes sociales. 

Con todo ello, podemos afirmar que la representación de nuevos referentes y sensibilidades está en la agenda del gran estudio de animación y que, muy seguramente, ello marque el camino en el futuro de la industria. Pero el público reclama nuevos avances en pos de la diversidad, con la esperanza de que sirvan en la lucha contra la discriminación y, en el ámbito infantil, el bullying. Las industrias culturales tienen la oportunidad de dar voz a todas las orientaciones e identidades de género antaño silenciadas. Redefiniendo el romance como eje de sus narrativas, ¿podríamos ver a la flamante Elsa subirse a un altar de hielo junto a otra mujer? Ya hemos tenido un vals entre hombres en la adaptación de acción real de La Bella y la Bestia (2017) que como el resto de live actions busca ser reflejo del ideario actual, e incluso tuvimos un fugaz beso entre mujeres en El ascenso de Skywalker para celebrar la (de momento definitiva) caída del Lado Oscuro. Si el camino seguirá o no -por ejemplo en la segura Frozen III– no está claro. Es un cambio lento que, curiosamente, se da porque una parte de la sociedad lo reclama a gritos y hashtags, pero que a su vez no termina de considerarse obtenido hasta que empresas como Disney lo incluyen. Eso que esperamos nos den muestra el enorme poder y la consecuente responsabilidad que tiene como generador de cultura el cine, y cuán importante es que todo el mundo tenga cabida en él. 

Reunión de las princesas durante una escena de Ralph rompe internet (2018) / Autor: RedJoey1992
Imagen destacada: Fan arts de diferentes personajes del estudio / Autor: AlyssGypsy.

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