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Familia, agricultura y esfuerzo: Alcarràs, de Carla Simón, ya en cines

Un inglés, un francés y un alemán entran en una cine para ver una película en catalán. No, no es el arranque de un chiste. De hecho, es algo tremendamente importante. Es algo que podría estar ocurriendo ahora mismo, por ejemplo, en una de las salas del Balmes Multicines V.O., cine dedicado -como su nombre indica- a exhibir producciones en su lengua original. Allí o en otras tantas grandes pantallas, porque el pasado veintinueve de abril se estrenó una película llamada Alcarràs. ¿Y por qué es ello relevante?

Puede que sea, a voz de pronto, por su directora. Carla Simón Pipó, nacida a mediados de los ochenta en Barcelona, graduada en Comunicación Audiovisual por la Universitat Autònoma de Barcelona y con formación en Cataluña y en Londres, no es ninguna novata en esto de escribir y dirigir largometrajes para la gran pantalla. Y ello pese a que esta película, Alcarràs, no es más que su segunda obra de esta clase como directora. ¿La primera? Estiu 1993: candidata en su año para representar a España en los Óscar en la categoría de Mejor Película de Habla No Inglesa (entre muchos otros premios y nominaciones), casi nada. Antes de eso, encontramos en su filmografía varios cortometrajes interesantes, la lista se amplía si nos fijamos en trabajos que no dirigió pero sí escribió como guionista.

Con Alcarràs, Simón da otro paso de gigante en su carrera y se convierte nada más y nada menos que en la primera directora española en salir ganadora de uno de los grandes festivales internacionales de la industria cinematográfica: el Oso de Oro del Festival Internacional de Cine de Berlín. Con tan solo treinta y cinco años, la directora criada en La Garrotxa pisa fuerte y se abre camino en un sector eminentemente masculino, donde no es fácil que los nuevos talentos logren hacerse un hueco entre veteranos afincados, menos aún si esos jóvenes talentos son mujeres. En una industria donde la desigualdad es todavía tema de protestas y reivindicaciones en cada gala y desfile, donde los ecos de abusos y vejaciones destapados por el movimiento Me too resuenan aún con fuerza en el imaginario popular, Simón hace historia y celebra su último éxito con fuerza.

Fotograma de una de las jóvenes estrellas de la película. / AVALON

Aunque también puede que el motivo sea otro: el idioma. La lengua es sin duda uno de los elementos distintivos del ser humano, una seña fruto del consenso social y el paso de generación en generación que nos permite comunicar aquello que sentimos de formas únicas, hermosas y diversas. Alcarràs ha sido rodada de forma original en catalán, como ya hiciera Simón en su anterior éxito, y ello es muestra de una conexión pura y auténtica de la directora con el lugar en que se crió. La posibilidad de hacer que la lengua que ama pueda ser escuchada, por ejemplo, en el ya citado festival de Berlín, en el corazón de Europa (lo que la convierte a su vez en la primera película rodada en catalán en ganar el Oso), es algo que Simón no ha querido dejar escapar. Que una película en catalán haya desbancado a la poderosa Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore y a otros blockbusters como número dos en taquilla en su primer fin de semana es igualmente sorprendente y demuestra lo bien que se han hecho las cosas no sólo en la producción sino en la distribución de la cinta. La obra de Simón pone en el mapa cultural, de nuevo y con vigor, una de las señas características de su tierra, y el acento ilerdense resuena con fuerza hoy en cada sala de cine donde la obra se proyecte.

El propio título se halla muy ligado a este punto. Según apunta Simón en una de sus presentaciones, esta vez en el Bosque Multicines de Barcelona y ante una sala repleta y entregada, Alcarrás comenzó como un nombre provisional que, con el paso de las semanas, terminó por conquistar a todos. Su sonoridad es  vinculada por la directora con elementos clave de la obra como la tierra o la raíz (terra y arrels en el catalán original de la película). A su vez, que el título comience por la partícula “Al-” es relevante para ella por la gran cantidad de pueblos que así empiezan su nombre en las tierras de Lleida, pueblos que en algunos casos han incluso resucitado viejas salas en desuso para poder regalarle a su gente un pase de esta obra tan especial. Sin embargo, el título ha generado algo de confusión en el extranjero, donde fonéticamente ha sido confundido con el nombre de la prisión de Alcatraz, lo que ha provocado que algunas distribuidoras hayan propuesto títulos alternativos según el idioma, con resultados de lo más pintorescos.

Fotograma de la película. / AVALON

Si no es eso lo que dota de una relevancia particular a este largometraje, es posible que sea el reparto lo que la hace única. Porque el reparto de Alcarràs es único en sí mismo, del más mayor a la más pequeña (el trabajo de las niñas y niños a lo largo de toda la obra es simplemente brillante). Y es que la directora que ocupa el título del presente artículo se ha aventurado, de forma tan osada como original, ha escoger a verdaderos vecinos de los lugares en que rueda, sin formación dramática de ningún tipo, para protagonizar su gran trabajo. La espontaneidad, naturalidad y pureza de un equipo tan coral y corriente le regala al film una vibra única que sería imposible -o al menos muy difícil- de conseguir incluso para los más expertos de las alfombras rojas. El casting, llevado a cabo en fiestas mayores a pie de calle -lo que se conoce en el mundillo como street casting– se elaboró parcialmente de forma virtual durante las peores épocas de la pandemia provocada por el coronavirus. Además, el mismo fue interrumpido también durante la etapa estival para respetar los trabajos de sus participantes en el campo (lo cual dio pie a un sinfín de anécdotas), principalmente la recogida de melocotones que aparece reflejada en el corte final.

Con ello, Simón ha buscado reflejar la autenticidad de su entorno y lograr  una conexión y empatía inmediatas con el espectador, obteniendo un equipo ilusionado y motivado que ha dedicado aproximadamente ocho semanas a rodar esta cinta. Por su parte, y aunque sí se dejó un pequeño margen a la improvisación, la directora y guionista asegura haber trabajado muy a conciencia la fase de guión, clave a la hora de construir personajes creíbles y eficaces con los que ella gustaba de hablar incluso durante las tomas a fin de guiarlos durante toda su actuación. Para facilitar aún más las interacciones entre sus personajes, se trasladó a los actores y actrices a una masía en la que estuvieron conviviendo como una auténtica familia, a fin de acostumbrarse a la presencia del resto y forjar un vínculo real de cara a la filmación.

El equipo de Alcarràs se ha convertido en una verdadera familia. / AVALON

Cada cual tiene sus motivos para dirigirse a las taquillas del cine (o a la sala directamente, ahora que las ventas en taquilla son casi residuales). Pero si alguien no encuentra ninguno de los motivos expuestos hasta ahora lo bastante interesantes para sentir la llamada del cine, puede que encuentre a Alcarràs relevante por su calidad como obra cinematográfica, simplemente, más allá de cualquier otra consideración ya expuesta. Pues, ante todo, y pese a que ninguno de los hechos citados resulte baladí, lo cierto es que quien vaya a ver lo último de Carla Simón se encontrará con una bella pieza audiovisual, una oda a la paz en estos tiempos convulsos, capaz de regalarle un momento de tierna intimidad: una historia cercana y familiar ejecutada con sencilla brillantez en todos sus aspectos, tan emotiva que no serán pocos los momentos en que el espectador sienta estar viendo los vídeos de una familia a la que conoce y aprecia desde siempre.

Pero el drama de la familia protagonista es sólo una cara de la moneda, y sus tiernas vivencias se ven apuntaladas por una fuerte crítica social hacia la dureza mal pagada del campo, la importancia de la agricultura y la crisis económica y social que padecen los pueblos y comarcas donde los jóvenes cada vez encuentran más dificultades para quedarse y empresas y especuladores se reparten los terrenos familiares sin compasión. Simón no sólo pretende emocionarnos, también lanza una crítica capaz de hacernos reflexionar cada vez que llenemos el carro de la compra en nuestros supermercados.

Puede que Alcarràs sea relevante por cualquiera de esas cosas, o puede que lo sea por todas ellas a la vez. Lo único que es cierto es que, desde el veintinueve de abril, en decenas de salas de cine, tenemos la oportunidad de apoyar a uno de nuestros talentos del séptimo arte más prometedores de los últimos años, a una mujer talentosa que ya ha obtenido reconocimiento tanto en su casa como fuera de ella, a un pedazo de nuestra tierra y de nuestra historia. Y cuando se da semejante oportunidad, aprovecharla puede ser una fantástica idea.

Carla Simón Pipó, directora y guionista. / AVALON
Imagen destacada: La familia protagonista de Alcarràs, un reparto de lo más coral. / AVALON

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