Llama la atención la cantidad de filósofos que oficiaron de preceptores de los hijos de los nobles de su época. Asimismo llama la atención que no se encuentre ni un solo hijo de la nobleza entre los seres espirituales de la historia. La conclusión inevitable es que, o bien todos los hijos de la nobleza son tontos; o bien todos los grandes filósofos que trabajaron como preceptores eran pésimos profesores. Yo –porque no soy un resentido– me inclino por lo segundo.
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ESCRIBIR BIEN