DOBLAR EL CABO

…o doblar la página, o dar carpetazo, ¿cuál es la mejor fórmula para describir lo que se siente cuando se liquida o se clausura algo muy querido o muy apremiante? A menudo es un gesto que sigue a una sensación (¿o es la sensación que acompaña al gesto?), una simple acción y el ademán correspondiente: pequeña ceremonia íntima por la que se pone final a algo.

En un cuento largo (Big Two-Hearted River) que en gran parte se dedica a seguir con detalle todos los preparativos de una solitaria jornada de pesca de Nick Adams, alter ego de Ernest Hemingway, se exponen con soberbia economía narrativa el gesto y la sensación de doblar el cabo:

El sendero era muy empinado. Fue duro subir la colina a pie. Le dolían los músculos y el día era caluroso, pero Nick se sentía feliz. Sentía que había dejado todo atrás, la necesidad de pensar, la necesidad de escribir, otras necesidades. Todo había quedado atrás.

A veces lo más difícil no es terminar con algo sino llegar al término (que no es lo mismo); y, claro, dejar atrás.

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