LA FANTASÍA DEL GEÓGRAFO

Según el geógrafo Onofre Rullán la diferencia entre la historia y la geografía reside en que mientras que la primera localiza, clasifica y establece relaciones en el tiempo, la geografía hace lo mismo pero en el espacio. Esto me trae a la mente el comentario del amigo de Nabokov, Vivian Bloomark, que solía decirle:

“que así como el científico ve todo lo que ocurre en un punto del espacio, el poeta siente todo lo que ocurre en un punto del tiempo”. (Habla memoria, Madrid: Alianza, p, 216).

Pienso que la relación así trabada aporta a la historia ese toque poético sin el que ésta no es nada; es más, cuando el historiador intenta desprenderse de esa poiesis inherente a la redacción del acontecimiento histórico termina por hacerlo derivar en un claro dogmatismo. Por otro lado nos orienta hacia la fantasía del geógrafo, según la cual se puede hacer ciencia sin tener que recurrir al factor tiempo.

Incluso en los libros de primaria se apunta a los factores de cambio geográfico como la climatología o la acción del hombre entre otros, cuya existencia se encuentra necesariamente ligada al par espacio-tiempo.

El problema es ya viejo, la historia, al huir del espacio se transforma en poesía (tediosos e inacabables poemas épicos) y la geografía termina por olvidar que la colocación en un planisferio del norte y el sur se debe al enclave espacial de un aspirante a científico que se ha olvidado de que para (casi) todo se necesita cierto espíritu poético (y un sólido mecenas), el cual vendría dado en este caso, de nuevo, por un (¿casual?) enclave espaciotemporal.

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