EL OBJETO

En una observación a propósito de la psicosis, Pepa Medina deja caer un comentario importante: advierte que el psicótico, incapaz de ser sujeto, sólo puede ser objeto. Al volver sobre este inquietante comentario descubro que:

a) la imposibilidad de asumirse como sujeto –es decir, como agente, como responsable o como vértice de una acción– hace al psicótico incapaz, no sólo de pensar, sino de ser. Su posición quebranta las condiciones fundamentales del cogito cartesiano. Piensa, pero no existe, porque no puede ser sujeto de nada. Sufre entonces no sólo la angustia de no poder articular sus pensamientos sino el drama moderno descrito en la boutade de Rimbaud (Je est un autre) en carne propia. Realiza así la "otredad" en sí mismo, pero sin ninguna recompensa laureada. Más que un otro poético, es un triste monigote.

b) el psicótico tiene un atisbo de la imposible experiencia de la muerte, única condición –para nosotros inimaginable– en la que se deviene objeto. En las contadas ocasiones en que es capaz de asumir su locura cae, por lo tanto, presa de un horrible espanto.

c) ser sólo objeto de deseo, del deseo del otro, le impide la experiencia del desear en sí o la disemina en infinidad de pequeños deseos dispersos, lo que explica la conducta confusa y desjerarquizada del psicótico. Su propia condición, su identidad, siempre depende del deseo de que es objeto y que no puede ser asimilado.

d) la condición de objeto inhibe de la experiencia de culpa, de ahí que para el psicótico no haya nada inviable, vive en un mundo sin faltas. No hay límite. Su cuerpo es cuerpo invertido (copropagia, canibalismo, catatonia, vigilia absoluta).

e) en tanto que objeto puro, el psicótico sólo reconoce lo que hay como lo otro de sí, lo experimenta a la manera de un objeto entre otros objetos. Toda relación con alguno que se aproxime a él como sujeto es sentida como avasalladora (lógico, porque es lo que los sujetos hacemos todo el tiempo con nuestros objetos, intentar avasallarlos). La suya no es una relación sino un enlace en un solo sentido. Por tanto, todas sus pulsiones y sus actos son vectores unidireccionales: de un objeto no se espera que produzca respuesta alguna. Así pues, el otro nunca existe para él.

f) el psicótico nunca entabla relación con los demás en sentido estricto sino que habita un mundo en el que sólo tiene lugar la mera colisión entre objetos que, como en la mesa de billar, da lugar a innumerables figuras cuyo diseño está siempre determinado por otro (Dios, el Destino, la Providencia, la Fatalidad, etc.). Sin la ilusión del orden de lo real (que siempre es hegemonizado por algún sujeto), el psicótico vive en la contingencia absoluta. Es el perpetuo sobreviviente.

Sin embargo, tiene conciencia. Bueno, en realidad, la suya es únicamente autoconciencia. En tanto que objeto autoconciente, ¿puede decirse que es? Sí, pero es lo más parecido –y esto, claro, es sólo una conjetura– al ser de la conciencia de un fantasma.

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