LA ADICCIÓN

La reciente muerte de Amy Winehouse tras ingerir una mezcla mortífera de alcohol y drogas actualiza la cuestión de la adicción y su etiología y, curiosamente, nos sugiere una clave para comprender su conducta aparentemente autodestructiva.

(¿Por qué pensarla como autodestructiva? Mira por dónde, la dipsómana y politoxicómana se apellidaba “Winehouse”, que quiere decir “casa de vinos”, o sea que llevaba su destino en el nombre propio.)

La muerte de Winehouse desmiente la razón psiquiátrica y médico-asistencial que la juzga como una maniacodepresiva con impulsos suicidas, porque si bien todo hace pensar que Winehouse era el típico caso de la mujer desequilibrada que se atiborraba de venenos y se comportaba como lo que la medicina social califica de “adicta”, también es cierto que además se negaba a rehabilitarse. Así lo confiesa ella misma en una canción muy conocida:

They tried to make me go to rehab
but I said ‘no, no, no’
Yes I’ve been black but when I come back
you’ll know know know

I ain’t got the time and if my daddy thinks I’m fine
He’s tried to make me go to rehab
but I won’t go go go.

Si hemos de dar crédito a la letra de la canción, Amy Winehouse nunca quiso rehabilitarse, lo que sólo puede explicarse porque debía sentirse de algún modo feliz (o emancipada) en su vida sin fueros, llevando a la práctica una auténtica voluntad de embriaguez.

¿Se comportan así todos los llamados “adictos”? Los hay que arrastran su condición inadaptada con miseria y culpa, porque asumen la demonización de todo lo que produce goce, sea el alcohol, el tabaco o las drogas químicas, o incluso alguna actividad antisocial: la promiscuidad, la cleptomanía, la violencia. Pero hay “adictos” –como Winehouse– que llevan su diferencia incompatible hasta el final, con una obstinación que, según se mire, tiene algo de heroico. Yo creo que ese empecinamiento no es suicida sino que esconde una voluntad de autoafirmación y, de paso, revela algo que los que permanecemos “sobrios” no sabemos ver. Usamos el concepto de adicción sin contemplar los matices que contiene, sin tener en cuenta la posibilidad de que el “adicto” no sea tal sino uno que asume una identidad pensada como una vida à rebours. Las drogas para este tipo de inadaptados no son una causa sino un instrumento que sirve a esa voluntad. Pero como semejante pulsión de muerte resulta inconcebible para nosotros, el “adicto” pasa ante nuestros ojos como una víctima de una sustancia maligna o, cuando menos, como un enfermo del placer, un mal administrador de su propia libido, lo mismo que el loco, que suele ser representado como un enfermo mental cuando, muy probablemente, a menudo es uno que quiere comportarse como un insensato por la simple razón de que así es como en verdad quiere ser. Y que los demás se arreglen…

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