FÁRRAGO

La escritura farragosa es una amenaza para el escritor, tanto si es bueno como si es malo en el oficio. No sé si es cierto que, como afirma Heidegger, “habitamos” en el lenguaje, es decir, que somos huéspedes más o menos incómodos dentro de una entidad que nos acoge o nos rechaza pero que, en cualquier caso, se nos impone y nos domina. Lo que sí es cierto es que muchas veces quien escribe no tiene la menor idea de lo que hace (siempre y cuando obre de buena fe).

Leo en un trabajo sobre Bourdieu el siguiente pasaje:

Si se pretende demostrar que se trata de un modelo universal, que permite dar cuenta de las variaciones históricas a costa de algunas transformaciones de las variables que hay que tener en cuenta universalmente (o, por lo menos, en el conjunto de las sociedades diferenciadas), para explicar la diferenciación constitutiva del espacio social, hay que empezar por romper con la propensión al pensamiento sustancialista e ingenuamente realista que, en vez de ocuparse de las relaciones, se limita a las realidades fenomenológicas en las que se manifiestan; y que impide de este modo reconocer la misma oposición entre dominantes y dominados cuando, en países diferentes o, en el mismo país, en momentos diferentes se inscribe en unas prácticas fenomenológicamente diferentes. (Bourdieu, P. Razones prácticas. Barcelona: Anagrama, 1997, p. 27)



Algunos errores de traducción (su autor: Thomas Kauf) son detectables a simple vista. Por ejemplo: “sociedades diferenciadas” está claro que es, en realidad, “diferentes sociedades”; “diferenciación constitutiva del espacio social” es probable que quiera decir “las diferencias que constituyen (o son propias del) el espacio social”; y vaya uno a saber cómo se entiende “tiene en cuenta universalmente”; pero “realidades fenomenológicas” sólo puede haber salido del caletre del propio Bourdieu, lo mismo que “prácticas fenomenológicamente diferentes”. ¿Puede haber alguna realidad que no sea determinable por su manifestación, es decir, como fenómeno? ¿No implica la noción de práctica un medio exterior donde se la ejercita? Todo indica que calificar una práctica de fenomenológica es burda pedantería, con un toque de efectismo en el vocabulario, porque lo de “fenomenológico” –como toda palabra esdrújula– suena tremendo.

Se suele afirmar que este tipo de aberraciones idiomáticas revela la inconsistencia de las teorías que se proponen desarrollar (ni que decir tiene que la literatura médica, por ejemplo, produce fárragos semejantes o aún peores, según he podido comprobar después de leer recientemente un número considerable de artículos de psiquiatría); y que no es el lenguaje farragoso lo que hace insufrible un texto sino que lo inconsistente es el argumento o la historia que se propone desarrollar, que en realidad es puro bullshit; aunque algunos de nosotros estamos todavía en condiciones de detectar el bullshit con sólo poner atención en lo que leemos.

Lo verdaderamente malo de la actual degradación de la educación en todos los niveles es que produce individuos sin capacidad crítica para rechazar este tipo de fárrago y en cambio poco a poco va convirtiendo a todo el mundo en cómplice inadvertido de los charlatanes.

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