MISTERIOS

Las diferencias que separan a las mujeres de los hombres, además de ser causa u origen de muchas rencillas, desgracias e infelicidades (para unas y otros) son un tópico. Mejor dicho, un lugar común con el que no merece la pena porfiar. Más aún, por mucho que hagamos para tratar de explicarlas o resolverlas, no avanzaremos un palmo en el conocimiento de sus enigmas. Por el contrario, acabaremos por descubrir lo que sabemos desde siempre: que son irreconciliables.

Y como en este terreno no hay nada significativo que decir, vale más decirlo con Witz, como hace F. Schlegel:

Los misterios son femeninos; de buena gana se velan, aunque quieren ser vistos y adivinados. (Schlegel, Fragments: 244)

Es curioso, pero Schlegel no se refiere a las mujeres –si lo hiciera, este fragmento serviría como una posible definición de la histeria y, de nuevo, como un lugar común– sino que observa que, en la medida en que se comportan o se muestran como lo hacen las mujeres, los misterios tienen algo de histérico. Y lo piensa mucho antes de que la histeria fuera considerada un síntoma. La cita no añade nada a la sabiduría sobre la mujer; y en cambio revela un aspecto peculiar que tienen los enigmas.

Ahora lo entiendo: cuando los hombres experimentamos fascinación por las mujeres en el fondo lo que sentimos es una marcada inclinación por los misterios.

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