LÓGICA

¿Por qué nos satisface un pensamiento y en cambio desechamos otro, pese a que ambos están, por decirlo así, bien formados? Puede que en el acto de preferir uno en detrimento de otro haya involucrada una “elección”, pero esta idea es oscura. ¿Qué significa “elegir” que no sea su propio campo discursivo, que es la acción misma?

A propósito del arte, donde una forma es preferida a otra, sea en la creación tanto como en el gusto, Hegel distingue con razón dos momentos: la determinación y la aparición. El primero es el puente que permite acceder a lo segundo. Puede darse que la idea determinada contenga el principio de su aparición pero de manera enigmática (“Tengo una idea pero no sé cómo exponerla”) porque es demasiado abstracta. Recurro entonces a un símbolo, un contenido vago que no obstante apunta hacia algo determinado aunque desconocido.

O también puede darse que la determinación (“Ahí está, eso es”) contenga en sí el principio de su propia forma de aparición: así sucede cuando descubrimos por ejemplo un rostro que nos encanta; o cuando un objeto parece realizar la perfección de su propia forma. Hegel llama ideal a esa consumación que, según afirma, solo tiene lugar en el arte clásico.

Pero no solamente. ¿Qué si no la convergencia de la determinación y la aparición hacen que una experiencia o la persona asociada a ella sean irremplazables? El que juzguemos que algo o alguien es absolutamente singular es absurdo y sin embargo lo hacemos todo el tiempo. ¿Será que pensamos torpemente a causa de nuestros sentimientos? No. En el fondo, lo mismo que en el arte, reconocer esa mágica (mejor dicho, milagrosa) convergencia no es asunto de sensibilidad sino de lógica.

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