MASCARÓN

En tiempos antiguos, los trirremes y quinquerremes de guerra llevaban un mascarón montado en la proa de los navíos, coronando el espolón con el que embestían a las naves enemigas. Eran figuras de colores llamativos y chillones, representando tótems y deidades guerreras, protectoras de la armada. Aún se conservan algunos de esos mascarones, signos de brío, de poder y de valor inquebrantable. El más famoso es –mira por dónde– una mujer: la Victoria de Samotracia.

El caso es que, después de innumerables trajines y desvelos en mi nueva casa, me siento como un mascarón: o sea, casi invencible.

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