¿NIHILISMO EN LA ESCUELA DE ATENAS?

¿Diógenes bloqueando el camino de Platón y Aristóteles?

¿Hay signos del nihilismo en La Escuela de Atenas de Rafael? ¿Los hay incluso en el cinismo de Diógenes de Sinope en la Grecia clásica? ¿Imaginamos anacrónicamente esos síntomas? ¿O los menospreciamos porque estamos tan seguros de lo que ‘sabemos’ que no conseguimos conceptualizar la radicalidad de unas actitudes e imágenes superfamosas?

Vivimos en una sociedad de ignorancia provocada, paradojalmente, por lo mucho que todos creemos saber. Pues todo el mundo cree haberlo visto todo, porque en algún momento oyó medio distraído alguna referencia en la televisión. A ello se superpone la amnesia forzada que provoca la enorme inflación de noticias y también la falsa sensación de ser testigo inmediato que dan los audiovisuales.

Yo mismo lo experimenté personalmente, la primera vez que contemple en directo la famosa obra La escuela de Atenas del pintor renacentista Rafael. Entonces creía -como la práctica totalidad de la gente- que era un cuadro de tela colgado en algún museo. Por eso me sorprendió mucho, identificarlo visitando las estancias del papa militar y mecenas artístico Julio II (que se encuentran cerca de las salas Borja) en el Vaticano. Está encima de una puerta y llena uno de los cuatro arcos que estructuran la parte alta de las paredes de la llamada Stanza della Segnatura. Como vemos en las imágenes adjuntas esa culminación en forma de arco es claramente visible en los frescos que analizamos.

Admirado me demoré contemplándola un buen rato y me escandalizó comprobar que el resto de visitantes ¡éramos muchos! pasaban apresurados, no le prestaban la menor atención, no parecían identificarla ni captaban su significación e importancia. Seguro que conocían la imagen pero -como yo- debían creer que era un cuadro de tela y -con las prisas- ¡no eran capaces de asociar la obra maestra con un fresco de tamaño medio, situado en la pared encima de una puerta y en medio de otras pinturas de tema más claramente religioso!

Por aquel entonces ese fresco no estaba especialmente anunciado (creo recordar que no había ningún anuncio ni foco mediático que lo destacara y sacralizara oportunamente). Por eso, nadie lo identificaba, todo el mundo pasaba a gran velocidad sin verlo y sospecho que -si alguien lo observó con mínima atención- confundió a Platón y Aristóteles con -seguramente- San Pedro y San Pablo hablando de sus cosas divinas.

Además, recuerdo que todos ya llevábamos bastante tiempo recorriendo el Vaticano en espera de llegar a la Capilla Sixtina de Miguel Ángel que, sin duda, era la meta principal que todo el mundo llevaba en la cabeza y que las guías destacaban. Nos movíamos como teledirigidos (casi zombis) porque todos creíamos estar tan bien informados y tan llenos de sabiduría que siempre ‘sabíamos’ lo que hay que ver y corríamos hacia ello obviando todo lo demás. Por eso ninguno de nosotros esperaba ver la relativamente pagana representación de la escuela filosófica sin duda más importante, duradera, milenaria y llena de talento de la historia.

También por eso, nadie captaba aquella especie de ‘homeless’ acostado provocativamente en las escaleras que es Diógenes de Sinope en el fresco de Rafael. Indiferente a la situación, está en medio del camino de Platón y Aristóteles, dibujado claramente por dos hileras de filósofos. Ello lo convierte en una figura extraña que fácilmente deviene invisible, incomprensible e incluso ofensiva para el público no avisado. Diógenes aparece incongruentemente como alguien que no tiene derecho de estar allí, lo que seguramente ayudaba a no identificar el fresco de Rafael.

De hecho y muy significativamente, parece que Julio II hizo pintar ese fresco (con una posición tan central y al tiempo provocativa de Diógenes) en oposición al fresco mucho más cristiano que hay justo en frente en la misma sala. Se trata de La disputa del Sacramento donde -en clara contraposición- están representados los más famosos teólogos de la Iglesia bajo los auspicios de las jerarquías celestiales.

También creo que es significativo que la composición de los personajes de este segundo fresco es mucho más ordenada que La Escuela de Atenas. Y por supuesto, no tiene ninguna figura centralmente provocadora como Diógenes y -sobre todo- le falta el vacío de los arcos inmensos y bellos pero ‘sin Dios’. En La disputa del Sacramento ese juego de bóvedas es sustituido por la visión del Cielo, lleno de jerarquías divinas. Por eso, actualmente, no puedo dejar de ver aquellos arcos inmensos y vacíos como un cierto trasfondo nihilista.

La Escuela de Atenas (fresco que debe ser leído conjuntamente con La disputa del Sacramento)

La conjunción y oposición de los dos frescos, nos sugiere que en el mundo de los filósofos no hay nada por encima de Platón y Aristóteles. Sólo hay arcadas vacías, frías estatuas y unos fragmentos azules de cielo ‘terrestre’. Es pues un espacio sin Dios, sin Jesús, La Virgen, San Juan Bautista, las jerarquías celestes, los Apóstoles… Tampoco hay el símbolo de la ‘comunión’ con el ‘cuerpo y la sangre de Cristo’ que es la Eucaristía. Mientras que el Espíritu Santo y los Evangelios ocupan un claro papel fronterizo y -sobre todo- mediador entre el Cielo y los humanos.

La disputa del Sacramento (fresco que debe ser interpretado en relación con el de La Escuela de Atenas)

En comparación con este segundo fresco de Rafael, también muy importante pero menos conocido, destaca el mensaje de que no hay nadie (sólo el vacío) por encima de Platón y Aristóteles. Excepto la posición provocativa de Diógenes, todos los demás los filósofos ocupan un papel más secundario, pues incluso Sócrates está relativamente desplazado a nuestra izquierda. Pero es que además todos sin excepción se apiñan bastante desordenadamente en la parte baja del fresco dejando las alturas vacías, literalmente ‘desangeladas’, resaltando la oposición con la plenitud del Cielo en el fresco ‘hermano’ de La disputa del Sacramento.

Hay, pues, un inquietante vacío y un principio nihilista en La Escuela de Atenas que -en cierto sentido- esconden o destacan (según se mire) unas construcciones magníficas pero humanas, con unos grises y desdibujados relieves, dos estatuas y -especialmente- la superposición excesiva de arcadas que dejan entrever tres pequeños espacios azules (el color de la Tierra desde el espacio) con nubes blancas en el horizonte.

Todo el conjunto define -es cierto- una magnífica perspectiva infinita, el foco de la cual está situada entre los dos grandes filósofos. Su belleza seguramente nos distrae del vacío nihilista que generan en relación con el fresco que se les opone en la misma sala. Porque Platón y Aristóteles, a pesar de ser claramente destacados y sacralizados, son humanos, tan solo humanos… si bien no tanto como Diógenes que -significativamente- yace provocador en medio de su paso. Pues incluso justo a su lado, hay dos figuras que se interpelan: una señalando la llegada de los dos filósofos y su séquito, y la otra mostrando con las dos manos a Diógenes que les bloquea el paso.

A medida que se baja la escalera, unos grupos caóticos de filósofos y científicos discuten entre ellos, distraídos de los dos grandes filósofos y de su séquito. Y sí, allí, prácticamente en el centro, acostado, medio desnudo, ostentosamente provocador, leyendo displicentemente un folio, con total indiferencia del entorno y yaciendo casi obscenamente, está Diógenes de Sinope.

Todo ello ¿es un nuevo aviso de la superioridad de la fe y de la religión por encima de la razón y la filosofía? A pesar de que el Renacimiento recuperaba el conocimiento más detallado de los clásicos grecolatinos y la valoración suprema del humano, ¿también es una denuncia nihilista que tiene en Diógenes de Sinope su centro más radical?