ESPACIOS Y PRÁCTICAS DE MEMORIA Y CONSTRUCCIÓN DE IDENTIDAD

Si algo distinguió a las fundaciones monásticas fue su fuerte potencial como entidades conservadoras de la memoria y constructoras de identidad dentro y fuera de los muros de la fábrica monástica. Como intermediarias con el más allá, las comunidades, en especial las femeninas, fueron enclaves de memoria de los difuntos al tiempo que tejían una red tupida de vínculos y relaciones de parentesco, afinidad, afecto o autoridad con hombres y mujeres ligados a la fundación, promoción y patronazgo. Estos vínculos, que se superponían a la historia de la propia comunidad, tejiendo un entramado donde las relaciones entre el dentro y el fuera se complementan, contribuyeron también a construir una identidad como colectivo que se plasma una vez más en múltiples espacios y objetos. Las lápidas sepulcrales repartidas por los diversos espacios de la arquitectura monástica (iglesia, coro, claustro, sala capitular) y destinadas a ritos funerarios diversos son testimonio de ello; lo son también la anotación de nombres junto a la de miembros de la propia comunidad de promotores y promotoras espirituales en los libros litúrgicos para poner en práctica la memoria colectiva; y lo son finalmente la asociación con determinados santos patrones.

Retablo de Santa Magdalena de Conangle

Mestre de Fenollosa

Fecha: Primera mitad del siglo XV

Tabla de la Misa de St. Gregorio

Diego de la Cruz

Fecha: 1475-1480

Báculo pastoral

Fecha: : mediados del siglo XIV

Regla de San Benito

Fecha: : 1457

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