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EL CONVENTO DE SAN AGUSTÍN DE JEREZ DE LA FRONTERA

En 1539 la orden de San Agustín se instala en la ciudad en el lugar que ocupa la extinta Ermita de Nuestra Señora de Guía que estaba situada a las afueras de la ciudad. Esta ermita no se corresponde con la actual, ya que esta se comenzó a edificar por orden del cabildo municipal a fines del siglo XVII, concretamente en 1670 se inician esa obras. Existen pocas noticias sobre esta construcción hasta bien entrado el siglo XVI, en que se cede a la Orden de San Agustín. Según Novoa Fernández la ermita fue donada a la congregación en 1539 para que edificaran su monasterio. En 1623, debido a la mala fábrica y a la situación insalubre de dicha ermita al estar junto al arroyo de Curtidores, deciden trasladarse.

Los agustinos tuvieron que reedificar la capilla y adaptar y/o levantar las diferentes dependencias monacales. Parece ser que D. Martín de la Fosa construye y dona el 9 de febrero de 1539 la capilla y todas sus pertenencias a la congregación agustina, reservándose su patronazgo y entierro en la capilla mayor. Posteriormente, el 9 de marzo de 1561 la ciudad le concede a esta comunidad los terrenos necesarios para la construcción del convento.

A pesar de todo ello, no será hasta iniciado el siglo XVII cuando comiencen las reformas y remozamientos de la primitiva capilla o ermita allí ubicada. Se tienen datos de que el 6 de julio de 1611 Fray Gaspar de Ayala, procurador del Convento solicita el pago de limosna de mil ducados aprobados por la ciudad para levantar el convento. Del mismo modo el 14 de agosto de 1613 el prior del convento comunica al Cabildo que la obra de la iglesia y de su capilla mayor ya estaba terminada.

Poco estarán los agustinos en este sitio junto al arroyo que venía de curtidores. Debido a su mal estado, a las inmundicias que allí se generaban provenientes del arroyo, lo alejado de la ciudad, etc., hicieron que en 1623 la comunidad solicita al cabildo de la ciudad la cesión de otro edificio en otro lugar para trasladar su comunidad. Solicitando el edificio del extinto Hospital de Nuestra Señora del Pilar frente a los llanos del Alcázar.

Este traslado provocó el abandono y la ruina de la extinta capilla de Ntra. Sra. de Guía. Posteriormente por la necesidad de socorrer las necesidades espirituales del vecindario de esta zona, en 1670 el Cabildo Municipal decide reedificar el templo, como también la restauración de la acometida de agua de los Albarizones que por aquellos años se estaba realizando y que hizo que parte de ella se ubica sobre los depósitos o alcubillas que allí se hicieron. Dando lugar al edificio actual de nueva planta.

Traslado al hospital del Pilar

En 1623, debido a la mala fábrica y a la situación insaludable de dicha ermita al estar junto al arroyo de Curtidores, deciden trasladarse. Para ello solicitan un nuevo edificio al Cabildo de la ciudad, siendo elegido por los frailes el antiguo Hospital de Nuestra Señora del Pilar, abandonado desde la Reducción de Hospitales de Juan Pecador en 1595, ubicado frente al Rastro en la c/ Conde de Bayona.

Alguno años antes, entre 1613 y 1623, hicieron una primera petición de trasladado. Esta fue para otro hospital abandonado desde la reducción de hospitales, el de Santa María de la Misericordia. La petición de traslado a este nuevo emplazamiento no fue del agrado del clero de la parroquia de san Dionisio quienes consiguieron que dichos frailes no se pudiesen trasladar a este edifico.

Desestimada esta primera opción, el 3 de febrero de 1623 consiguieron permiso por parte del cabildo para vender los bienes del convento de Ntra. Sra. de Guía para poder comprar las casas del emplazamiento elegido en la plazuela del Hospital del Pilar, en el conocido Rastro.

El convento comenzó sus trazas en 1624 y fue concluido en 1643, convirtiéndose este edificio en el convento de san Agustín hasta la desamortización y exclaustración de Mendizábal de 1835. Correspondiendo a este momento el claustro principal de la órbita de Antón Martín Calafate.


Historiografía del edificio del Convento de San Agustín

De la llegada de los agustinos a la desamortización

Ya en 1623 consiguen adquirir las casas que conformaban el hospital del Pilar así como la plazuela del mismo nombre, para levantar convento. No fue tarea fácil, y se prolongó su adaptación y construcción hasta prácticamente mediados del XVII.

La situación económica de la comunidad era bastante precaria, de esta forma acuden al cabildo de la ciudad para solicitar peticiones económicas. Así en 1625, el prior Fray Alonso Granillo presentó solicitud al Cabildo para poder pedir limosna a los vecinos de la ciudad para levantar su convento. Hay que comentar que la comunidad aún no residía en las casas del extinto hospital sino en unas fincas inmediatas al mismo que el Cabildo les había cedido.

En torno a 1626 el prior de los agustinos solicitó al cabildo un sitio junto al Hospital para poder levantar la iglesia del convento. Dicho espacio invadía parte del trazado de la plazuela que precedía el hospital. Para ello, el cabildo manda a dos diputados para que reconociesen el terreno. El 20 de febrero de 1627, D. Manuel Torres, caballero veinticuatro, y D. Cristóbal de Mendoza de Hinojosa reconocieron las fincas del hospital del Pilar y observaron el espacio a ocupar por la iglesia dando su visto bueno.

En diciembre de 1636 se recibe la Provisión Real que permitía la cesión y por tanto construcción del convento, pero el 22 de enero de 1637 se recibe otra Provisión Real que anula la primera e impide su cesión ya que ocupa un espacio junta a la casa de armas de la ciudad y el silo de Pósito de la misma.

A pesar de todo parece ser que los inconvenientes iniciales se superaron ya en 1648 tanto la iglesia como el claustro estaban en construcción tal y como se desprende de los diferentes contratos con carretero, picapedrero, etc., que se han conservado. La obra del convento tuvo que ser concluida en el último cuarto del XVII, no sin tener que soportar ciertas obras de mejoras en los años finales de esa centuria.

Otro dato de interés es que la iglesia que llegó hasta inicios del siglo XX y que fue derribada en 1919 no corresponde tanto en estilo y trazas con una obra del siglo XVII, sino más bien a una arquitectura cercana al final del XVIII. Esta situación hace pensar en que la iglesia original tuvo que ser derruida o causó ruina y se volvió a levantar a fines del XVIII al estilo y forma de esa época, tal y como dice el historiador Hipólito Sancho.

El edificio tras la salida de la Orden de San Agustín

Tras la exclaustración y desamortización de 1837, la fábrica entra en un periodo de abandono hasta 1866. En esta fecha es adquirido por el Instituto Provincial de Enseñanza Secundaria y Colegio para ubicar allí la sede en la ciudad y dejar su obsoleto edificio de la Plaza del Mercado (actual edificio del Museo Arqueológico).

En 1868, por diferentes cuestiones, el edificio es cedido para uso militar, alojando a los batallones que venían a la zona tras la Revolución de 1868 y el establecimiento de la Junta General (Sexenio Democrático), por lo cual se paran las obras reformas.

En 1874 recibe una reforma debido al derrumbe y mala situación del muro de la calle Puerto, llegando a reconstruir parte del claustro. El Instituto Provincial seguía pretendiendo instalarse en el edificio hasta que en 1886 aparece ubicado en la Alameda Cristina lo que indica que el exconvento sigue siendo ocupado por los militares, y es Cuartel de Caballería desde 1875. En dicha fecha de 1875 la Comisión de Guerra entrega las llaves de la iglesia al Capellán Puentes, quien comenta el mal estado de la iglesia y de sus inmuebles los cuales fueron destruidos por las tropas.

Las sucesivas tropas alojadas en San Agustín modificaron el espacio interior a sus necesidades, provocando graves desperfectos estructurares. Pasado estos años, será en 1888 cuando el arquitecto municipal José Esteve realice unas obras de adaptación a las necesidades militares. Las obras se ciñeron a una restauración, reordenación, reedificación de las partes del convento debido al estado ruinoso y de deterioro del complejo. Se actuó en las cubiertas, carpintería y rejería principalmente, manteniendo los claustros y algunas dependencias.

Un hecho importante fue el derribo de la Iglesia en la segunda década del siglo pasado (1919), quedándose como solar durante vario años hasta la construcción de un inadecuado edificio de viviendas. Hasta 1990 el edificio tuvo un uso militar siendo Cuartel de la Guardia Civil, formando a ser propiedad municipal tras la salida de la benemérita. Actualmente cobija, tras su restauración, a la Subdirección de Actuación Urbanística de la Gerencia Municipal de Urbanismo.


Descripción de los elementos del edificio

El edificio ocupa la manzana completa y abre su fachada principal hacia la calle Conde de Bayona, prosiguiendo su fachada por calle Puerto y Agustinos. De la iglesia poco se puede comentar, debió ser de una sola nave con capillas y fachada clasicista hacia la calle Conde de Bayona. Si se atiende a las obras coetáneas a esta se puede deducir o intuir, que mantendría una nave cubierta con bóveda de cañón con lunetos y decoración a base de yeserías.

Del antiguo convento, tras el paso del tiempo, de milicias y de la Guardia Civil se conserva muy modificado y en un estado de casi ruina su Claustro Principal. Dicho claustro principal o procesional es de grandes dimensiones, de dos plantas y formado por cuatro crujías. La planta baja, se cubre con bóvedas de arista y se conforma con cinco arcos de medio punto en cada lado apeados sobre pilares cuadrangulares con pilastras adosadas. El piso superior es en ladrillo y cerrado al exterior aunque mantiene la misma estructura de cinco vanos, quedando el central con un balcón con el escudo de la orden sobre el dintel.

Presenta un sobria decoración basada en el piso bajo con la clave del arco resaltada con una talla de volutas entrelazadas y cartabones en las enjutas. El segundo piso los vanos se enmarcan con moldurón de orejetas. El claustro está dentro de la órbita del arquitecto Antón Martín Calafate. El Claustro Pequeño o de Novicios, es obra de la 2º mitad del XVII del círculo de Diego Moreno Meléndez, de menores dimensiones pero más rico en su decoración. Presenta tres arcos almohadillados de medio punto sobre columnas con decoración fitomorfa en cada una de sus crujías. Ya en 2016 se realiza por parte del Consorcio de la Zona Franca de Cádiz y el Ayuntamiento de Jerez la rehabilitación del antiguo Convento de San Agustín para centro de negocios y servicios empresariales y reurbanización.


BIBLIOGRAFÍA

  • Aroca Vicenti, Fernando. De la ciudad de Dios a la ciudad de Baco : la arquitectura y urbanismo del vino de Jerez (siglos XVIII-XX). Jerez: Remedios 9, 2007.

  • Aroca Vicenti, Fernando. Arquitectura y urbanismo en el Jerez del siglo XVIII. Cádiz: Centro Universitario de Estudios Sociales, D.L. 2002.

  • Ríos Martínez, Esperanza de los. Antón Martín Calafate y Diego Moreno Meléndez en la arquitectura jerezana del siglo XVII. Cádiz : Sevilla : Universidad; Universidad de Sevilla, 2002.

  • Novoa Fernández, Zacarías. Conventos agustinianos de Jerez de la Frontera. Jerez: Sociedad de Estudios Históricos Jerezanos. Primera Serie, 1940.

  • Díaz Pinto, Juan Ramón; Bernal González, Juan Fernando. Memoria Proyecto básico de rehabilitación del antiguo Convento de San Agustín para centro de negocios y servicios empresariales y reurbanización C/ Puerto. Jerez de la Frontera.

Autor: Manuel Antonio Barea Rodríguez
Archivero, licenciado en Historia por la Universidad de Cádiz, máster en Archivística de la Universidad Carlos III, consultor y asesor en materia documental para distintas instituciones y empresas privadas y públicas, archivero municipal del Ayuntamiento de Jerez de la Frontera (2005 - 2014), docente en materia de archivos para distintas universidades y organismos, miembro del Centro de Estudios e Investigación de la Religiosidad Andaluza (C.E.I.R.A.), colaborador externo de la Universidad de Cádiz en el Instituto Universitario de Investigación Vitivinícola y Agroalimentaria (I.V.AGRO), Coordinador de las Jornadas sobre Archivos privados de Jerez de la Frontera.

EL PROBLEMA DE LA CLAUSURA EN LOS MONASTERIOS DE MONJAS DURANTE LA ALTA Y PLENA EDAD MEDIA

La historiografía tradicional daba por supuesto que la clausura había sido respetada en los monasterios femeninos de la Edad Media de manera estricta. La normativa eclesiástica de la época, que siempre insistía en la obligatoriedad del encierro femenino, parecía justificar esta convicción.

Sin embargo, los estudios más recientes han puesto de manifiesto un panorama completamente diferente en el que las religiosas parecían disfrutar de una libertad de movimientos mucho mayor que la que se les venía suponiendo. El monacato femenino es uno de los problemas históricos que más se ha beneficiado del desarrollo de la Historia de las Mujeres, y el auge de la investigación en ese campo ha obligado a revisar una cantidad importante de tópicos y lugares comunes sólo recientemente cuestionados de manera sistemática. El manejo detallado de la documentación, que nos informa sobre la realidad y la rutina cotidianas de manera mucho más realista que la normativa legal, así como la eclosión de la arqueología de género y las perspectivas feministas, han contribuido a poner de manifiesto un panorama complejo y apasionante. Para su definición han de tenerse en cuenta algunas variantes regionales, sociales y cronológicas: la organización monástica no debió de ser la misma en los diferentes periodos de la Edad Media, ni tampoco en todos los territorios. Probablemente, por último, en los grandes establecimientos protegidos por la alta aristocracia o la monarquía, las poderosas damas allí instaladas disfrutaran de una mayor libertad que en los centros más modestos.

En primer lugar, es preciso tener en cuenta que, durante la Alta Edad Media, en muchos casos ni siquiera resulta posible diferenciar los monasterios masculinos de los femeninos. Esto sucede particularmente en los llamados “propios” o “familiares”, que albergaban heterogéneos grupos frecuentemente ligados por vínculos de parentesco. Uno de los casos más significativos es un monasterio cercano a Toledo. En el siglo IX (según la Vita Eulogii, de Álvaro de Córdoba), vivían en Tabanos un tal Jeremías, con su mujer, hijos y parientes y la venerable Elisabeth, todos ellos bajo la disciplina espiritual del abad Martín. Por muy difícil que nos resulte acercarnos a la realidad cotidiana de esos centros, muy mal conocidos, no parece arriesgado suponer que la segregación sexual no sería respetada en ellos de manera demasiado estricta.

Otra modalidad documentada en la Cristiandad latina al menos desde fines del siglo VI fue el llamado “monasterio doble”, compuesto por una doble comunidad, masculina y femenina. Esta coexistencia se justificaba por la necesidad de proveer la asistencia sacramental y espiritual de las religiosas (cura monialum) y también para proteger las fundaciones realizadas en lugares aislados o peligrosos (fig. 1). Por otra parte, ni la división entre el clero secular y el regular era tan estricta como será posteriormente ni las mujeres religiosas estaban tan apartadas de los prelados como podría parecer. La poderosa abadesa de Whitby, según relata Beda el Venerable, acogió en su monasterio al obispo Trumwine cuando fue apartado de la cátedra en 685. El prelado aconsejaba a la abadesa, con la que sostenía una relación constante. A pesar de que los sucesivos movimientos monásticos reformistas intentaron reorganizar esta convivencia e imponer a las mujeres la clausura, en la práctica no parece que la situación haya cambiado notablemente.

Por una parte, las monjas seguían requiriendo la presencia de religiosos que garantizaran la cura monialum. En el territorio del Imperio, a partir de época carolingia, los grupos de monjes fueron progresivamente sustituidos por capellanes o canónigos, en un intento de garantizar su independencia y capacidad coercitiva. No sabemos hasta qué punto las nuevas disposiciones surtieron efecto, pero no consta que la situación haya cambiado notablemente. En la Península Ibérica, aunque mucho más tardíamente, asistimos también a la presencia creciente de capellanes en los monasterios femeninos. Sometidos económicamente a las poderosas dominae y procedentes algunos de ellos de su propia casa familiar, no parece probable que pudieran tratar con demasiada severidad a sus señoras.

No debemos olvidar que la mayor parte de los monasterios de monjas medievales fueron producto de fundaciones aristocráticas y regias, centros en consecuencia de poder señorial. En la Península Ibérica aparece desde época temprana la figura de la domina, una dama perteneciente al grupo fundador que representa el poder del linaje en la fundación y que garantiza una activa defensa del monasterio en los círculos de poder. No conviene confundirla con la abadesa, un cargo que casi nunca ostenta, y muchas de ellas ni siquiera debieron de ser monjas. Auria Ximéniz, por ejemplo, residía en el siglo XI en el monasterio asturiano de San Miguel de Bárcena como comitissa y domina. Con la generalización de las lenguas románicas, las antiguas dominae pasaron a ser denominadas “señoras”, sin que sus funciones parezcan haber variado notablemente.

Así que el poder coercitivo supuestamente ejercido por los capellanes respecto de las damas teóricamente sometidas a su tuitio, en caso de que fuera intentado, debía de tropezar muy frecuentemente con la barrera del poder social.

Parece difícil que las damas instaladas en estos monasterios fundados por sus poderosas familias pudieran ser sometidas con facilidad a las exigencias de la clausura y, de hecho, muchas pruebas indican que no fue así. Ya Power destacó en su clásico trabajo la independencia de las monjas inglesas de la Edad Media, una impresión que confirman los estudios más recientes. Incluso el monacato femenino francés, tradicionalmente considerado muy respetuoso con la clausura femenina, ha sido recientemente revisado para comprobar que, según indica la documentación, las religiosas llevaban una vida mucho menos retirada de lo que se creía anteriormente.

Por lo que concierne al caso hispánico, todos los indicios apuntan en la misma dirección. En primer lugar, los mismos usos litúrgicos preveían en algunos casos la entrada en la clausura de personal externo. El ejemplo del monasterio burgalés de Santa María de las Huelgas de Burgos resulta especialmente expresivo. En el coro de las monjas quedaron instaladas, desde 1279 al menos, las tumbas de los fundadores, que fueron Alfonso VIII y la reina Leonor (fig. 2). Las procesiones entraban en este espacio para visitar los altares en ocasiones solemnes (fig. 3). Incluso los fieles laicos eran impulsados a transgredir los límites, animados por las indulgencias proclamadas por el papa Alejandro IV para los que visitaran los sepulcros de los monarcas (figs. 3 y 4). Otros personajes pertenecientes a la familia real establecieron disposiciones semejantes. Así, la infanta Blanca de Portugal, sobrina de Sancho IV que fue “señora” de las Huelgas por disposición de su tío, dispuso su enterramiento en las proximidades de los sarcófagos de los reyes (fig. 5). En su testamento ordenaba a los capellanes adscritos a su fundación funeraria que, tras la celebración de la misa en los altares de la cabecera, pasaran a decir un responso sobre su sepultura para dirigirse después al cementerio. En 1305, el abad de Cîteaux llegó a reconocer a esta relevante fundación real el derecho de sus religiosas a salir del monasterio cuando fuera necesario y a recibir algunos visitantes en el interior del recinto.

Es también frecuente que encontremos comunidades femeninas presentes en actos jurídicos fuera de la clausura. Probablemente uno de los casos más notables sea el protagonizado por las monjas de Carrizo en 1238, asistiendo a la formalización de los acuerdos con el ayuntamiento de Astorga en el claustro de la catedral, encontrándose presentes la abadesa junto con su comunidad completa (totus conuentus Monasterii).

Ni siquiera la condición de monja era necesariamente estable, no resultando infrecuente que algunas damas registradas en la documentación bajo esa denominación aparezcan más adelante sometidas al vínculo del matrimonio. Es el caso de Marina Gonzálvez, monja en Carrizo en 1238, casada más tarde con el caballero Pedro Joan y retirada tras enviudar al mismo centro en el que había pasado su juventud.

Los nuevos enfoques metodológicos han transformado notablemente nuestro conocimiento del monacato femenino medieval. Esta línea de investigación, particularmente activa en la actualidad, nos reserva sin duda nuevas sorpresas.


BIBLIOGRAFÍA

  • Alonso Álvarez, Raquel, “Aristocratic Ladies in the Iberian Peninsula and Cistercian Foundations in the Kingdoms of León and Castile: Reformed and Enclosed Monasteries versus Stately Power. The Case of Las Huelgas in Burgos”, in Cayrol-Bernardo, L and Pérez-Vidal, M., A Transatlantic Dialogue: Women religious between the Cloister and the World. Amsterdam University Press (forthcoming).
  • Gilchrist, Roberta, Gender and Material Culture. The Archaeology of Religious Women. London and New York: Routledge, 1994.
  • Yorke, Barbara, Nunneries and the Anglo-Saxon Royal Houses. New York: Continuum, 2003.
  • Fonay Temple, Suzanne, Women in Frankish Society. Marriage and the Cloister 500 to 900. Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1981.

The Kingdom of Sicily Image Database

The Kingdom of Sicily Image Database (kos.aahvs.duke.edu) collects historic drawings, paintings, engravings and photographs that depict the medieval monuments and cities in South Italy erected between c. 1100 and c. 1450 CE. The images are gathered from museums, libraries, archives, and publications; for the most part they depict monuments prior to destruction or significant alteration as a result of wars, earthquakes, extensive restoration, and simple neglect. The dates of the images range from the late sixteenth through the mid-twentieth centuries, and a number of twentieth- century photographs show damage from WWII bombardment.

The Kingdom of Sicily Image Database includes location maps, and a “slide show” feature to enable travelers and scholars to locate monuments in large cities such as Naples or Palermo, as well as to compare historic images of specific sites.

The project was initiated with a Collaborative Research Grant from the National Endowment for the Humanities. Technical development (database, website, and storage) is provided by Trinity Technology Services at Duke University. The Hertziana Library in Rome assisted with consultation, library resources, an office, and meeting space. The Department of Art, Art History and Visual Studies and the Wired! Lab at Duke University hosted the project and actively participated in the design and development of the database and website. Data has been collected by post-doc researchers, graduate students, and undergraduates at Duke University. The database is a work in progress and is by no means exhaustive or complete.

Co_PI’s are Caroline Bruzelius, Duke University, USA, and Paola Vitolo, the University of Catania.

EJE 3 - EL MONASTERIO INTERIOR

El tercer eje de Trabajo e Investigación del proyecto Paisajes Espirituales continúa desarrollando y llevando a la práctica la perspectiva espacial en relación a la espiritualidad y religiosidad femenina en la Europa medieval. En este caso, la mirada enfoca el “monasterio interior” para descubrir entre los muros de las comunidades monásticas femeninas los gestos, los objetos, los usos y las prácticas en sus espacios. El objetivo es redibujar y reconstruir la topografía interior monástica no solo a través de la arquitectura y el edificio monástico (iglesia y dependencias conventuales), sino también a través de la misma materialidad de los objetos situados en su contexto espacial, funcional y performativo.

Nuestro proyecto se apoya en toda una corriente de estudios que ha explorado las grandes potencialidades abiertas dentro de la propia disciplina histórica por el desarrollo conceptual de las nociones de “paisaje” y “espacio”, que implica una definición más compleja de estos conceptos. Por ejemplo, redefiniendo el peso específico que tienen variables como la vivencia, el uso, la percepción, las prácticas, el movimiento y el gesto como elementos generadores de un espacio no necesariamente objetivo. Otros estudios se han centrado de forma concreta en la espiritualidad y en el monacato y exploran la multiplicidad de funciones y de significados asociados al espacio, tanto físico como abstracto, de las comunidades monásticas; o bien reflexionan sobre el espacio como categoría de análisis histórico capaz de formular preguntas desde una perspectiva de género. Desde la Historia del Arte, se ha analizado así mismo la construcción del espacio desde la vivencia en el interior de los monasterios de mujeres y en los espacios de clausura y también ha explorado el llamado “el giro litúrgico” (liturgical turn), esto es el estudio del arte y de la arquitectura, de los espacios, en relación a la liturgia y las representaciones asociadas a ella (paraliturgia).

Hemos empezado a trabajar con los casos/comunidades de Sant Antoni i Santa Clara de Barcelona, Sant Pere de les Puel·les de Barcelona, Santa Maria de Pedralbes de Barcelona, y Santa María de las Huelgas (Burgos). Vamos a situarnos en momentos concretos en la historia de estas comunidades (por ejemplo, una visita concreta de la abadesa a la iglesia monástica, con la relación e inventario de los altares), o bien en panoramas sincrónicos (por ejemplo, la serie continuada de inventarios de los objetos de la sacristía monástica escritos por la sacristana) para enfocar la mirada en libros y vestimenta litúrgica, altares y orfebrería sagrada, sepulcros y monumentos, procesiones y ritos, en su espacio monástico.

Estamos descubriendo en este eje las posibilidades de explotación de fuentes archivísticas como los inventarios generales de convento o los inventarios de sacristía; de las interrelaciones que pueden generarse entre el objeto descrito en estas fuentes y el que ha podido conservarse a lo largo del tiempo; y, en general, la potencialidad de la investigación centrada en el objeto en su contexto.

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